Este artículo se publicó hace 14 años.
El gran naufragio de América Latina
El Premio de ensayo Debate-Casa América se pregunta por la deriva del continente
El escritor mexicano Ignacio Padilla empezó a pensar en explicar al latinoamericano a través de su conflictiva relación con el mar y el agua hace cosa de diez años, en aquel momento en que buena parte de los países de América del Sur abrazaban la democracia. Ese fue el punto de partida de La isla de las tribus perdidas, ensayo que repasa, a través de la historia y la literatura del continente, el divorcio entreLatinoamérica y la naturaleza, entre ese territorio y el mar. "Este libro tiene la edad de la decepción", dice Padilla, apuntando a que diez años después de aquel subidón democrático "asistimos a un fracaso". O en términos marinos, a un naufragio. Otro más.
Con este escrito, ganador del Premio de ensayo Debate-Casa América, el escritor (perteneciente a la Generación del Crack) intenta mostrar los retos que enfrenta el continente. "Siempre me he preguntado por qué un continente con un amplio litoral no tenía gestas marinas ni cultura pesquera", asegura. La desavenencia con el mar y con otros cuerpos de agua (ríos, lagos, lluvias, tormentas) podrían, según el autor, explicar la historia de un fracaso.
"Nuestros proyectos no llegan a buen puerto. Resignados a que las utopías fracasen, porque así fuimos fundados, nuestra cultura es la del obstáculo: un continente descubierto por accidente y transformado en el estorbo entre Europa y Asia", mantiene. La metáfora marítima da para más: ahí está también la vocación latinoamericana por la deriva, "ese dejarnos llevar, que alguien más nos conduzca", asume. A la deriva, el latinoamericano es también "un continente-archipiélago", hecho de pedazos aislados, de países que no se terminan de comunicar. América sería "un archipiélago de soledades" (en alusión al célebre Laberinto de la soledad, de Octavio Paz), en donde los individuos estarían aislados, con pactos que no prosperan.
Temorosos del aguaFrente a la literatura y la cultura anglosajonas, domesticadoras de la naturaleza y el mar, la latinoamericana es, según Padilla, una que vive temerosa de las tempestades, de lo que llega del océano. "La selva nos come, tememos los huracanes, tapamos los ríos", apunta. En ese conflicto, la ciudad se convierte en una manifestación más de esa lucha. La megalópolis latinoamericana no protege, es otro monstruo que convierte a sus habitantes en náufragos, otra manifestación de ese océano que hace más de 500 años trajo el mal.
¿Hay esperanza? "Es un libro pesimista, pero últimamente he constatado que con las celebraciones kitsch de los bicentenarios de las independencias celebradas este año se ha producido una ola de escepticismo que es esperanzadora". Ese, dice, es un primer paso hacia la madurez.
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