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Improvisación y alegría en el último concierto de Muchachito escrito desde un autobús

MUCHACHITO

Voy en la furgoneta, vamos un poco atascados, camino de Santander aunque no sé exactamente por dónde iremos. Tengo el próximo concierto de la gira allí y luego hasta Aínsa, Mallorca y Cádiz. Los dos últimos bolos han sido los de Madrid y Valencia, los vivimos con mucha ilusión y las anécdotas son también muchas. En Valencia, por ejemplo, salió a presentar nuestro amigo Tonino. Que se había preparado un espectáculo teatral con bombetas y aquello fue impresionante, no puedo parar de reírme cuando lo recuerdo. En Madrid me di cuenta de lo importante que es prepararse físicamente para la gira, vaya corte de digestión malo que me dio cuando iba acabando el concierto. Es que son dos horas y medio de concierto y como te pille un poco desentrenado, te deja KO. Esto de tocar es un deporte. Lo que más se ha agradecido del público es que cantaran desde los primeros días las canciones nuevas que íbamos tocando. No solemos hacer lista de canciones, sino que vamos cantándolas según el momento en el que estamos y cómo nos sentimos durante el concierto.

En Madrid y Valencia la gente nos ha cuidado mucho, ha sido alucinante. En realidad, no tenemos ningún problema: allá por donde vamos estamos más a gusto que en brazos.

El bolo de Madrid, fue especial porque es la ciudad de muchos de los de la banda y siempre se está más preocupado, porque viene la familia y hay más jaleo. Por eso, esta vez, intentamos antes de salir estar unos diez minutos todos juntos tocando un poco, y ya de ahí salimos al concierto. Mi whisky, mi cigarrito y calentar todo lo que se pueda es lo que yo necesito antes de subirme al escenario.

'Mi whisky, mi cigarrito y calentar todo lo que se pueda es lo que necesito antes de subir al escenario'

Cuando recuerdo anécdotas me lleva a mi época de los bares, entonces siempre pasaba algo. Una vez se me cayó un tío encima del bombo y seguí durante unos momentos tocando con él encima de la pierna. Cuestión de segundos, después lo recogieron y lo sentaron, no sé muy bien qué le pasaba al pobre.

Eso sí, aquí sigo, chupando kilómetros. ¡Éramos 18 en la carretera!, pero como no conducimos nosotros acabamos siendo 20. Parecemos una auténtica caravana de furgonetas por la autovía.

Las mejores historias de carretera son las de cuando viajábamos en autocar, es lo mejor para nosotros porque vamos toda la banda junta y se convive más. Lo malo es que cuando vas parando no sabes quién ha bajado y quién se ha quedado durmiendo y una vez nos dejamos a Josu. Hicimos como unos 40 kilómetros sin él y nos volvimos, menos mal que llevaba el móvil, sino estaría todavía esperándonos.

Siempre me río cuando recuerdo la vez que pinchamos y uno de los trompetas, Alberto, empezó a chillar como un loco ¡fuego!, ¡fuego!, y casi nos da un infarto del susto. Pero quedó en eso, habíamos reventado una rueda y se había metido todo el humo en el autocar. Otra vez nos llevamos todos los farolillos de una calle, que fue muy bonito. Y otra vez, nos llevamos todos los coches de la calle Conde Duque, es una broma, eh. El autobús, si se puede, siempre es lo mejor sin duda.

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