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El incendio imaginario que devastó el Museo del Prado

Un periodista a finales del siglo XIX quiso prevenir a las autoridades del estado y del peligro que corría la principal pinacoteca del país de un modo singular que generó estupor entre los vecinos madrileños.

El edificio que hoy alberga el Museo del Prado, Antiguo Real Gabinete, Academia y Museo de Historia Natural

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Ocurrió el 25 de noviembre de 1891. El Museo del Prado, uno de las principales pinacotecas del mundo, quedó devastado por las llamas. Así lo detallaba el periodista Mariano de Cavia en una nota publicada por el Liberal: “A las dos de la madrugada, cuando ya no nos faltaban para cerrar la presente edición más que las noticias de última hora que suelen recogerse en las oficinas del Gobierno civil, nos telefoneaban desde este centro oficial las siguientes palabras siniestras y aterradoras: El Museo del Prado está ardiendo”.

“Un brasero mal apagado, un fogón mal extinguido, un caldo que hubo que hacer a media noche, una colilla indiscreta… y ¡adiós, Pasmo de Sicilia! ¡adiós cuadro de Las lanzas!”, relataba muy afectado el plumilla. La información generó estupor entre los vecinos de la villa de Madrid hasta el punto de que muchos tuvieron a bien dirigirse al Paseo del Prado para contemplar de primera mano la tragedia. Cuál sería su sorpresa al comprobar que ahí seguía, pétreo e hirsuto como acostumbra desde que fue erigido allá por el 1819.

El periodista Mariano de Cavia

El periodista Mariano de Cavia

Obviamente no había ocurrido. El periodista Mariano de Cavia se había adelantado casi medio siglo a aquella sonada dramatización radiofónica que un joven Orson Welles había preparado para la novela de H.G. Wells en la que ponía el planeta a merced de los alienígenas. La diferencia aquí estriba en que Cavia no buscaba el mero entretenimiento —si bien agitó el humor y las conciencias de muchos vecinos madrileños—, se trataba más bien de un original acto de denuncia.

Ese mismo año la pinacoteca había sufrido dos incendios menores que fueron extinguidos con celeridad. Como detallan las crónicas de la época, por aquel entonces los trabajadores del museo vivían en los sótanos del edificio, lo que suponía un riesgo para nada desdeñable en un país que no estaba preparado para la prevención y evacuación de obras de arte. La posibilidad de que obras ilustres de nuestra historia como Las Majas de Goya o Las Meninas de Velázquez sucumbieran bajo las llamar era, cuando menos, plausible.

Mariano de Cavia se desdijo al día siguiente con un breve artículo titulado Por qué he incendiado el museo de pinturas. “Hemos inventado una catástrofe… para evitarla”, explicaba en la pieza. Prevenir antes que curar, podría ser la moraleja de esta historia. Generar alarma social para poner el foco en las malas condiciones de seguridad y prevención que en su día tenía el Prado.

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