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Un infierno cómico llamado burocracia laboral

El escritor francés Jean-Claude Lalumière publica la novela satírica 'El frente ruso', fenómeno de boca a oreja en Francia

ÁLEX VICENTE

Cuando estudiaba, el profesor de matemáticas no dejaba de repetir a Jean-Claude Lalumière (Burdeos, 1970) que, pese a su radiante apellido, tenía muy pocas luces. Eligió letras puras y terminó trabajando en la papelería industrial, el transporte de champiñones y hasta en la escritura de seriales radiofónicos.

Como tantos jóvenes en su país, donde uno de cada diez ciudadanos trabaja para la Administración y el 77% de los menores de 24 años aspiran al mismo destino, según un sondeo reciente, Lalumière decidió convertirse en funcionario.

'Yo aspiraba a tener un trabajo artístico y terminé haciendo de administrativo'

'Existe una orden tácita de nuestra sociedad que nos impulsa a escoger la seguridad del empleo por encima de la aventura, el riesgo y la realización personal', dice el autor de El frente ruso (Libros del Asteroide), que se convirtió en un fenómeno de boca a oreja cuando fue publicada en su país. Tal vez porque, en sus propias palabras, habla de un asunto con el que todo el mundo está familiarizado: 'La diferencia entre lo que esperábamos de la vida profesional y lo que acabamos encontrando en ella'.

La novela comienza con un recuerdo infantil. Un niño sueña con realizar viajes transoceánicos sobre mares agitados, que su imaginación logra proyectar sobre la pared azul turquesa de su habitación. Hoy, en cambio, aquel niño tiene en las narices un muro de color blanco que se presta bastante menos a ese tipo de ensoñaciones. Hace cinco años que trabaja en el llamado frente ruso, la oficina del Ministerio de Asuntos Exteriores encargada de las relaciones con los países en vías de creación, sección Europa del Este y Siberia. Desde los tiempos del telón de acero, no andan muy desbordados de trabajo.

'La sátira no es un género apreciado en Francia, se considera menor'

Lalumière sigue trabajando en el Ministerio francés de Cultura, aunque haga más papeleo que otra cosa. 'Mi personaje esperaba viajar por el mundo y termina encerrado en una oficina. Yo aspiraba a tener un trabajo artístico y terminé haciendo de administrativo. Nuestras frustraciones se parecen', reconoce Lalumière. El libro es una sátira, aunque tan semejante a la realidad que sus colegas de Exteriores creyeron que la había escrito un diplomático escondido bajo un pseudónimo. 'Todas las administraciones tienen cosas en común', relativiza el autor.

La oficina, terreno infrarrepresentado en la ficción actual, acoge escenas delirantes, como un inacabable intercambio de e-mails para retirar a una paloma muerta del ventanal o esa marcha del orgullo diplomático que el protagonista se saca de la manga durante su paso (fugaz) por el departamento de comunicación. Para Lalumière, el libro ha conseguido destacar gracias a su sentido del humor, en un contexto con poca competencia de nivel.

'La sátira no es un género apreciado en Francia. Se considera que todo lo humorístico será, sin remedio, literatura menor. Me he querido inspirar en escritores anglosajones que demostraron lo contrario, como P. G. Wodehouse o Jerome K. Jerome', afirma el autor francés.

En la vida hay dos tipos de personas: las que elegían equipo en el recreo y las que nadie escogía hasta el final. El protagonista de El frente ruso no sólo forma parte de la segunda categoría, sino que dejará de aspirar a que alguien le pase la pelota. El humor del libro tiene regusto amargo. 'No quería que fuera sólo una parodia del funcionariado, sino también una peculiar novela de formación. El protagonista no consigue desmarcarse de la educación que ha recibido ni reafirmarse como persona adulta', zanja Jean-Claude Lalumière.

Humor: Seguir la tradición

No sólo de P. G. Wodehouse y Jerome K. Jerome vive el escritor francés Jean-Claude Lalumière. La torpeza de Jacques Tati ante la vida moderna y el cúmulo de minúsculas catástrofes que caracterizan las películas de Blake Edwards (autor de películas como la saga de ‘La pantera rosa' y ‘El guateque') también figuran entre las influencias cómicas de ‘El frente ruso', así como Franz Kafka y Herman Melville, inevitables cuando se habla de alienación burocrática.

Crisis: Fin del sueño juvenil

'¿Por qué no supe transformar, llegado el momento oportuno, mi imaginación y mis sueños en una mayor aspiración, en un terreno más fértil?', se pregunta el desencantado narrador de ‘El frente ruso', publicada hace unos días en España por la editorial Libros del Asteroide. Tal vez le ocurre como a la mayor parte de una generación a la que la crisis ha terminado de amputar la capacidad de soñar. 'No aspiraba a escribir una crítica demoledora del sistema, aunque puede que mi siguiente libro sí lo sea', matiza Jean-Claude Lalumière.

Regreso: La difícil segunda parte

Tras el éxito en Francia de ‘El frente ruso', se aguarda con expectación cuál será el siguiente paso literario de Lalumière. El autor adelanta que su próxima novela hablará sobre las relaciones entre dos guías turísticos y un grupo de jubilados, con los que abordará 'la guerra encubierta entre generaciones' que late en nuestra sociedad. 'Pero es pronto para hablar del libro. No sé si alguien lo querrá publicar', dice Jean-Claude Lalumière sin ninguna ironía, pese la buena acogida obtenida por su debut literario. Quien no sea un descreído, que grite ya o calle para siempre. 

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