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La invasión nazi, contada de puño y letra con la caligrafía de un niño polaco

La editorial Fulgencio Pimentel publica 'He visto un pájaro carpintero', el cuaderno de un niño de 8 años que registró día a día los prolegómenos de la Segunda Guerra Mundial.

'He visto un pájaro carpintero'
Varias páginas del cuaderno de caligrafía incluidas en 'He visto un pájaro carpintero'. — FULGENCIO PIMENTEL

En el verano del 39 Michał Skibiński tenía 8 años y una caligrafía algo díscola. Con vistas a mejorarla y como condición para pasar a segundo, su profesora le insta a anotar en un cuaderno una frase que sintetice un hecho significativo del día. Michał, que otra cosa no pero aplicado es un rato, cumple con su deber a conciencia y cada día, durante los dos meses de verano, escribe aquello que acontece en su minúscula vida. Una vida que transcurría ajena al runrún de los peores augurios. 

Descubrimos así que el 23 de julio encuentra una oruga gigante y decide agenciársela, que el 28 ve un pájaro carpintero, que el 7 de agosto caza una avispa con un vaso o que el 25 de ese mismo mes lee un cuento muy bonito. Día a día Michał anota lo intrascedente, un cuaderno de caligrafía que es también un diario mínimo y que ahora, ochenta años después, su autor, ya anciano, rescata de la mano de la editorial Fulgencio Pimentel para testimoniar, con la candidez de un niño, un verano que cambiará el curso de la historia.

La mayor parte de las andanzas de Michał Skibiński tienen lugar en Anin, población cercana a Varsovia, en la que disfruta del verano junto a su hermano al cuidado primero de su niñera y más tarde de la abuela. El 31 de agosto de 1939 escribe: «Ha venido a verme mi niñera». Sin saberlo, decía adiós al mundo tal y como lo conocía, la sombra de la Segunda Guerra Mundial ya asomaba y, apenas un día después, Michał lo atestigua con un lacónico: «Ha empezado la guerra»

'He visto un pájaro carpintero'
Ilustración de Ala Bankroft en 'He visto un pájaro carpintero'. — FULGENCIO PIMENTEL

A partir de ahí, el tono del cuaderno cambia. La cuidada edición de Fulgencio Pimentel con ilustraciones de Ala Bankroft, adopta un cariz crepuscular. Se acabaron los paseos por el parque, los helados en la pastelería, las partidas de ping-pong con su hermano... Se acabaron los verdes frondosos y los azules celestes. Ahora, los aviones de guerra surcan los cielos, las granadas sobrevuelan su barrio y los cañonazos irrumpen en la noche. El 7 de septiembre, Michał intuye ya el desastre que viene: «Va a haber una terrible batalla».

He visto un pájaro carpintero –así se llama la edición ilustrada de estos ejercicios caligráficos– nos devuelve a la mirada del niño, esa que comprende a tientas la belleza del mundo, pero también el horror que entraña. En esa deriva, las ilustraciones de Bankroft ilustran con sutileza el universo de un niño que, sin pretenderlo, se convierte en testigo de excepción de la historia. Como si coleccionara instantes previos a lo imprevisible registrándolos con esmero en su cuaderno pautado. 

Al estallar la guerra, lo cotidiano se precipita. El abuelo se lleva a los niños a casa del bisabuelo, en Milanówek, donde es la abuela la que se encarga de ellos. Es ahí, en ese suburbio de Varsovia, donde el joven alumno da por concluida su tarea escolar. Las sucesivas entradas nos hablan de un mundo, cuya inmensidad el pequeño Michał todavía desconoce, que se desmorona. «Los alemanes han ocupado Milanówek», «Varsovia se defiende con coraje», «Han empezado a racionar pan».

El verano había terminado. 

Ilustración de Ala Bankroft en 'He visto un pájaro carpintero'.
Ilustración de Ala Bankroft en 'He visto un pájaro carpintero'. — FULGENCIO PIMENTEL

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