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Joan Baez, entre la mística y la protesta

PAULA CORROTO

'En 2008 cumplo 50 años en el mundo de la música. Gracias por estar aquí conmigo'. Así comenzó la noche del martes el concierto que Joan Baez (Nueva York, 1941) ofreció en el Patio de Armas del Alcázar de Segovia. Fue abrir la boca y comenzar los aplausos, porque el medio millar de espectadores que acudió - entre los 50 y 55 años, algunos acompañados con hijos en la treintena- estaba entregado a la causa. A pesar de ciertos errores.

Porque la noche no empezó del todo bien. Junto a su banda, Baez, muy elegante con un fular verde y una taza que contenía una infusión y que se mantuvo siempre a su lado, atacó con Flora, uno de sus éxitos country que no acabó de cuajar debido a un sonido algo enlatado y como
de megáfono.

Tampoco brillaron dos de las canciones con las que la cantante triunfó entre la progresía española en la década de los setenta por su tono de protesta (fueron concebidas en los años de la Guerra de Vietnam) y por estar cantadas en español: El preso número nueve y Gracias a la vida. Aunque el público se entusiasmó al escuchar los primeros acordes, la pronunciación en castellano de Baez estuvo a años luz de lo considerado medianamente inteligible.

Sin embargo, la norteamericana cumplió en las facetas en las que se esperaba. Por un lado, decidió llevar a la platea a la época en que eran melenudos con canciones de Bob Dylan (God on our side) y
Johnny Cash, 'el perfecto chico malo' (Long black veil). Ahí se esforzó, con esa potente voz que le permite subir a niveles de soprano, mientras sonaban instrumentos de música folk. También se permitió speech setenteros, esta vez actualizados, remitiéndose a los desastres de la guerra de Irak y Afganistán. No faltó la crítica a la Administración Bush.

Baez intercaló estas canciones con sus nuevos ritmos, que para el público sonaron algo más fríos. Un halo místico new age recorrió el Alcázar con God is God, canción de su nuevo álbum, cuyo estribillo rozaba el tono de la canción de colegio de monjas Creo en Dios y Dios cree en mí. Reminiscencias religiosas se dieron a su vez con Christmas in Washington (alabanza a Woody Guthrie) y The day after tomorrow, sobre
los soldados.

Más pausada y menos beligerante, Baez supo de todas formas cómo acabar su concierto: un Imagine y una Donna, Donna y a correr.

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