Este artículo se publicó hace 4 años.
"Ser Latin King es como ser del Madrid, un sentimiento que permanecerá siempre"
'El Rey. Diario de un Latin King' es el testimonio de César Andrade, un Latin King que de la migración fue a parar a la cárcel tras un ínterin de trapicheos y trifulcas. Ahora, con la ayuda del profesor Carles Feixa, revisita aquellos días y su lucha por la pacificación.
Madrid-Actualizado a
Cuenta César Andrade (Manabí, 1976) que para convertirse en King Manaba, máxima autoridad entre los Latin King, uno no tiene que ser el más duro, tampoco el más intrépido, tan sólo ha de tener la "capacidad de formar a otros". Él fue formado, ejerció el cargo, terminó con sus huesos en la cárcel y ha vuelto para contarlo. Lo hace en El Rey. Diario de un Latin King, una suerte de autobiografía firmada a pachas con el antropólogo Carles Feixa y que publica la editorial Ned.
Andrade no oculta lo que fue. Asume lo que le ha tocado consciente de que su periplo vital le ha llevado directo a la trena –"entrar en la cárcel me hizo ver hasta qué punto había tocado fondo"– y de que nunca es tarde para tratar de enmendar la situación: "Mi objetivo ahora es enseñar a los más jóvenes que podemos servir a la comunidad latina y a la sociedad en general". También sueña con visitar dos tumbas en su Ecuador natal; la de su madre, muerta hace un año, y la de su padre, que falleció hace dos.
Llegó a España en 2003, lo hizo huyendo de la policía y los grupos rivales. Por aquel entonces ya llevaba sobre su piel las marcas de una pertenencia a la que no ha renunciado ni piensa: "Ser Latin King es como ser del Madrid, un sentimiento que permanecerá siempre". Con todo y eso, Andrade ya no es el que era. Ha cambiado. La cárcel, la muerte de sus padres, los 44 años cumplidos y su libro le han dado otra perspectiva: "Cuando era adolescente perdía el tiempo en las esquinas, en el parque, tomando cerveza, de arriba a abajo, me gustaba pelearme con otras agrupaciones...".
Lleva la calle grabada a fuego. Un universo que, dice, le atrajo desde su más tierna adolescencia, le abrió los brazos y le brindó una hermandad. "Quizá sea todo una cuestión de autoestima, cuando entré en los Latin King ellos me dieron la oportunidad que yo necesitaba, la de demostrar a la gente que podía ser un líder". Pero luego todo se torció. En 2009 ingresa en prisión por tráfico de drogas y no sale hasta 2013. Y a mediados de 2015 pasó poco más de mes y medio en prisión preventiva acusado, entre otras cosas, de tráfico de estupefacientes y de liderar una organización criminal.
"Hubo un tiempo en el que éramos como fantasmas, no queríamos ser reconocidos ante la sociedad, pero todo eso ha cambiado", se dice Andrade, consciente de que ha tentado a la suerte y, al menos de momento, puede contarlo. No en vano hace apenas un mes ha conocido la sentencia que le absuelve de todos los cargos que pesaban sobre él desde su segunda detención. El Rey. Diario de un Latin King –a la venta a partir del 2 de marzo– llega, en ese sentido, justo a tiempo, como si con este dietario a cuatro manos exorcizara un duro periplo que le ha llevado de la migración a la cárcel, con un ínterin callejero en el que King Manaba reinó (o lo intentó) la hermandad de los Latin King.
Ahora, junto al catedrático de antropología social Carles Feixa, integra un proyecto denominado Transgang, que tiene por objetivo investigar las bandas juveniles de 12 ciudades del mundo pero adecuando su aproximación a los tiempos globales y líquidos que corren. Una mirada que pone el foco, además, en lo positivo: "En lugar de centrarse en los casos de fracaso y la exclusión social (es decir, en la guerra y el conflicto), tiene como objetivo estudiar los casos exitosos de bandas juveniles y la inclusión social (es decir, en la paz y la mediación)", explicaba el profesor Feixa en la presentación del proyecto.
Una mediación que tanto Andrade como Feixa llevan más de una década intentando. En 2006 se implicaron en un proceso de legalización de bandas que no llegó a buen puerto y que, a la postre, les ha costado múltiples críticas. "Todos somos culpables, aquí nadie es inocente, hay violencia en las calles y muchas veces esa violencia es porque nadie le abre las puertas a esos jóvenes, nuestra obligación es hacerlo", zanja King Manaba.
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