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"Aún tengo mierda dentro"

JESÚS ROCAMORA

Al igual que en 'Azuloscurocasinegro' (estrenada en marzo de 2006 y ganadora de tres Goyas casi sin darse cuenta), detrás de la novela 'Treintayunodejuniodemilnovecientosnoventaytres' (Alfaguara) hay una obsesión: la de su protagonista por un traje (del color del título) que le haga parecer 'una persona normal', cualquier cosa menos el hijo de un portero que recoge la basura de los vecinos; un traje que le dé un trabajo y una extensión telefónica. 

Daniel Sánchez Arévalo (Madrid, 1970) pertenece a ese grupo de cineastas españoles que han rozado el Oscar (en su caso, con el corto Física II) y que ha sabido retratar a una generación de jóvenes, la suya, crecida con Naranjito, colgada del Segunda Mano y adicta a Hablar por hablar. La Generación X patria, vamos.

Mientras le da vueltas a una nueva película, publica la novela que le inspiró Azuloscurocasinegro.

¿Qué fue antes, el huevo o la gallina; el libro o la película?
La novela. La escribí en el año 2000, y me enfrenté a la frustración de intentar meter el pie en el mundo literario. Que es muy parecida a la frustración de querer entrar en el cinematográfico o entrar en cualquier mundo, que es lo que le pasa al protagonista: querer ser parte de algo y no poder. Me sirvió de punto de partida para 'Azuloscurocasinegro', pero tienen poco que ver. Cuando escribes algo por primera vez eres mas radical. Y toda la mierda que saqué en 'Treintayuno...' ya no la necesitaba expulsar en 'Azuloscuro...', lo que convirtió a la película en algo más optimista y luminoso. ¿Un punto en común? El humor: no da mal rollo ni deja mal cuerpo leerla.

¿Cómo la describirías?
La novela es caótica y obsesiva, como estar metido en la cabeza de alguien. La escribí de manera lineal, cronológicamente, y luego la corté con tijeras, sobre todo los párrafos largos. Luego, hice un puzle a lo bestia, aquí esto, aquí esto otro. Así es como realmente pensamos, nadie es organizado en su cadena de pensamiento: piensas en una cosa, luego en otra, vas para adelante, para atrás.

Justo: parece que ejerces de ‘montador' de la novela. Cada ‘escena' viene acompañado de una tecla de ‘play', ‘stop', rebobinado...
Es algo formal, basado en la premisa de alguien que piensa que su vida está en pausa, que no avanza. También me parecía interesante la cosa gráfica del vídeo que nos ha marcado toda la infancia... Me hacía gracia pensar que cuando va muy atrás a su infancia, rebobina x32, a más velocidad. Sus pensamientos se ejercen en 'pause'. Y el presente es el 'play'.

Eso es muy de los años 90: a veces recuerda al Ray Loriga de ‘Lo peor de todo'. ¿Te has planteado qué hubiera pasado de haberla publicado en su momento?
Ahora me alegro de que no pasara, me permitió que se hiciera la película. Y creo que no se publicó entonces porque había saturación de este tipo de novelas de gente joven atribulada escrita por gente joven atribulada. Si tengo que mencionar una influencia, sería Ray: me gusta lo descarnado y cinematográfico que es, eso de no regodearse en lo descriptivo, lo que hace que se convierta en algo frenético y obsesivo.

El protagonista también habla de la vida como 'un traje: hay gente a la que le queda grande. A otros, le queda corto'. ¿Podrías profundizar en esta idea?
El traje es una metáfora de cómo ponemos nuestras esperanzas en un objeto que creemos que nos va a salvar, a llevar a otro sitio. Pedro piensa que un traje le va a dar un trabajo y cambiar la vida. El problema es que no suele ser una solución: tienes que lidiar contra tus propias inseguridades y miedos y, cuando lo hagas, ni siquiera necesitarás un traje.

¿Ha cambiado cómo ves la vida tras ‘Azuloscuro...'?
Radicalmente. Hace poco, mi padre la leyó y me dijo: joder, cuánta mierda tenías; me alegro de que la pongas en la novela para que continúes siendo un chaval normal. Y yo estoy de acuerdo: cuando la escribí tenía necesidad de contar ciertas cosas, meterme en el infierno. Escribir me sirve para purgar mis propios fantasmas, entenderlos y deshacerme de ellos. Y como llevo haciéndolo años, me siento más limpio. Aunque todavía tengo mucha mierda que soltar (risas).

De 1 a 100, ¿cuánto hay de ti en el protagonista?
Más de un 50. Algunas cosas son iguales: Ara Peña era el amor de mi vida. José Ramón Polo, mi mejor amigo. Y el día que Ara me dijo que le gustaba Ramón, quise morir. Pero no maté a buitres leonados.

Confiesa: llegaste a llamar a ‘Hablar por hablar'...
No, pero lo escuchaba mucho. Siempre pensaba: cuántas historias hay aquí. Comparto con el protagonista la devoción por Gemma Nierga, pero no hasta el punto obsesivo de masturbarme mientras la escucho.

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