¿Cómo una biblioteca para 150.000 vecinos lleva seis años cerrada por obras? La Guindalera lucha por reabrirla
"Una biblioteca es el primer peldaño de la igualdad en el acceso a la cultura", argumenta la asociación La Atenea, que defiende que el centro Manuel Alvar es un dinamizador del distrito de Salamanca, en Madrid.

Madrid--Actualizado a
Una biblioteca pública para 150.000 personas. Había otra, pero lleva seis años cerrada. Entre ambas, prestaban servicio a los habitantes del distrito de Salamanca, que engloba los barrios de Castellana, Lista, Recoletos, Goya, la Guindalera y Fuente del Berro. Ahora solo permanece abierta la David Gistau, con apenas 64 puestos de lectura y 16 de internet.
¿Por qué no ha vuelto a abrirse la puerta de la biblioteca pública Manuel Alvar, de titularidad estatal y gestionada por la Comunidad de Madrid? Los residentes del distrito, a través de una plataforma que agrupa a varias asociaciones, denuncian los retrasos en las obras del espacio, cerrado en abril de 2019 para resolver las deficiencias de seguridad.
Desde entonces, la piqueta y la burocracia se han encargado de mantener sellado un hervidero cultural de la Guindalera, cuyos vecinos han escrito cartas a ministros, se han manifestado en las calles, han sido recibidos por autoridades y pelean cada día para lograr la reapertura de las instalaciones, que disponían de 288 puestos de lectura y 34 de internet.
Sin embargo, la Manuel Alvar es más que una biblioteca, pues alberga el Fondo de censura —acumulado a causa de la ley franquista de prensa e imprenta, ya saben, con Fraga hasta la braga— y los libros, los estudios y otros materiales del lingüista que bautizó en 2003 el centro, que cuenta con 600.000 documentos.
"Y no solo eso, porque una biblioteca es el primer peldaño de la igualdad en el acceso a la cultura", argumenta Marisa San José en el local de la asociación de vecinos La Atenea, situado en una encrucijada de calles estrechas y casas de ladrillo visto —recio y rojo—, a un tiro de piedra de la biblioteca clausurada.
Con el edificio cerrado, la biblioteca municipal David Gistau no da abasto, aunque la situación fue más crítica si cabe cuando esta casa de baños en tiempos de la Segunda República también cerró para acometer unas obras de reforma. Así, entre agosto de 2021 y septiembre de 2022, el distrito de Salamanca no contó con ningún espacio de lectura.
El Ayuntamiento ha habilitado una sala de estudio con una treintena de plazas en la calle Núñez de Balboa y la Comunidad de Madrid ha correspondido con dos bibliobuses, pero ambas medidas apenas suponen un parche. Muchos vecinos se buscan la vida y acuden a las bibliotecas públicas más cercanas, lejos de la Guindalera.
Unos suben hasta la Francisco Ibáñez, en el barrio de Prosperidad, cuna de la movida madrileña; otros bajan hasta la Eugenio Trías, en el parque del Retiro; algunos, en cambio, se resisten a recurrir a esas alternativas porque quieren que reabra la Manuel Alvar y que a la David Gistau se sume la Menéndez Pelayo, ubicada en Fuente del Berro hasta su cierre definitivo en 2009.
Todas ellas municipales, aunque las dos primeras pertenecen a los distritos de Chamartín y Retiro, respectivamente, que ya cuentan con sus lectores habituales, a quienes se han sumado los exiliados de la Manuel Alvar. El problema ya no es tanto el desplazamiento como la trascendencia de la biblioteca estatal, centro neurálgico de la Guindalera.
"Dinamiza culturalmente el barrio con sus charlas, debates y exposiciones, al tiempo que ejerce de punto de encuentro de los vecinos", añade Marisa San José, acostumbrada a lidiar con el mundo de las letras mucho antes de formar parte del grupo de trabajo de bibliotecas de la Plataforma Ciudadana Distrito Salamanca.
Durante años, estuvo empleada en el departamento de fotocomposición del Diario 16 y, tras jubilarse como informática freelance, se implicó en el tejido asociativo del barrio, que defiende diversas causas, aunque la situación kafkiana que vive la biblioteca estatal ha provocado que sea uno de sus caballos de batalla.
"Lectores, estudiantes, investigadores y vecinos solo disponen de una sala de estudio, con pocas plazas, lejos de aquí. Y de los bibliobuses mejor no hablar", se queja la socia de La Atenea respecto a los remiendos de las administraciones local y autonómica, al tiempo que recuerda que la Manuel Alvar, debido a sus fondos, es frecuentada por gente de toda la ciudad.
Marisa San José repasa la cronología del cierre de la biblioteca estatal, declarada bien de interés cultural (BIC), por lo que entiende la mayor dificultad de las obras. Sin embargo, lamenta que desde 2019 se hayan sucedido varias reformas y mejoras del edificio, comprado por el Ministerio de Cultura hace cuarenta años —cuando Tierno Galván gobernaba Madrid—, tras albergar unos antiguos laboratorios farmacéuticos.
Tira de expedientes oficiales y enumera las licitaciones, las obras, las entregas, los porcentajes de ejecuciones y el "maldito modificado", que el pasado noviembre prorrogó el remate de los trabajos en el edificio. "Nos dieron los siete males porque la entrega a la Comunidad de Madrid estaba prevista para principios de este año. ¿Y ahora qué?".
Fuentes del Ministerio de Cultura aseguran que "ha sido una obra muy compleja porque, según avanzaba, se han ido sumando otras complejidades", por lo que "está previsto que finalice en el segundo semestre de este año". No ofrecen una fecha exacta, por lo que los vecinos temen que sea entregada tras la aprobación de los presupuestos de la Comunidad.
La Administración autonómica deja claro que "solo se encarga del equipamiento, no de las obras", que "dependen del Ministerio de Cultura". Por ello, "en cuanto termine la obra y la entregue, la Comunidad de Madrid la equipará y la pondrá en funcionamiento, pero los tiempos los tiene que concretar el Ministerio", aclaran fuentes de la Consejería de Cultura.
Aunque algunos vecinos creen que una hipotética guerra política entre la Administración autonómica y la central habría ralentizado la adecuación del edificio, de modo que la Comunidad podría echarle la culpa de la demora al Ministerio, fuentes del Ejecutivo autonómico descartan tales especulaciones: "No tiene nada que ver".
Sin embargo, las asociaciones del distrito de Salamanca critican que la Comunidad de Madrid mantuviese cerradas las instalaciones desde agosto de 2020, cuando se terminaron de realizar unas primeras obras de emergencia, hasta noviembre de 2023, cuando los vecinos detectaron el comienzo del traslado de los libros a otras dependencias.
"Durante tres años no hubo obras ni pudo usarse la biblioteca. Mientras el Ministerio preparaba el proyecto, podría haberle solicitado a la Comunidad que mantuviese abierto el edificio, aunque a esta le beneficiaba reubicar a los funcionarios, ahorrar costes y echarle la culpa al departamento de Miquel Iceta y Ernest Urtasun", cree la portavoz de La Atenea.
Cabría deducir que, si las obras corresponden al Ministerio, este sería el responsable en última instancia. Fuentes de Cultura insisten en que ha sido "una obra muy grande y difícil de gestionar", a la que se ha sumado con el paso del tiempo una serie de "trámites paralelos", relacionados por ejemplo con la iluminación o la accesibilidad.
"Las asociaciones repartimos las culpas, porque el Ministerio no le pidió a la Comunidad que en su día abriese la biblioteca y la Comunidad se puso de perfil, lo que implica un abandono por su parte", añade Marisa San José, quien no exime de responsabilidades a ninguno de los actores y califica el retraso de "abandono burocrático por parte de unos y otros".
Ahora, las asociaciones temen que, una vez finalizadas las obras en la Manuel Alvar, la dotación de personal y la colocación de los libros tarde varios meses —una responsabilidad, en este caso, del Gobierno regional—, lo que no permitiría su apertura hasta 2026, "lo que sería una vergüenza".
Una conjetura, según los vecinos, producto de su experiencia, pues aseguran que en su día también se produjo una demora considerable, una vez finalizadas las obras, en la entrega de la David Gistau. "Si se repitiese la situación, sería intolerable", zanja la miembro del grupo de trabajo de bibliotecas de la Plataforma Ciudadana Distrito Salamanca.
A media hora caminando de la sede de La Atenea, el trasiego de libros en el parque del Retiro es continuo. Decenas de casetas despachan sus novedades literarias y un joven poeta asegura que debe vender 150 ejemplares de su primer libro o, de lo contrario, la editorial quemará su poemario.
"Mucha Feria del Libro, pero ¿dónde está nuestra biblioteca?", se pregunta Marisa San José, quien critica la política de grandes fastos, desde el Día del Libro hasta La Noche de los Libros, mientras que las instituciones públicas abandonan un centro cultural de vital importancia para su barrio.
La Feria del Libro de Madrid "no deja de ser la industria del libro", según ella. "Y el libro, como artefacto cultural, ha desaparecido del mapa y del interés de las administraciones", denuncia la portavoz de La Atenea. "Al final, todo conduce a una eventificación de la cultura, como fuente mercantilista y reclamo para el turismo".





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