"Si no vendo 150 ejemplares en la Feria del Libro de Madrid, la editorial quemará mi poemario"
Un poeta debe agotar en la Feria del Libro, que se celebra en el parque del Retiro, la tirada de prueba de su ópera prima para que una editorial le firme un contrato para publicar mil ejemplares.

Madrid--Actualizado a
Kevin ofrece su poemario al público de la Feria del Libro de Madrid. Debe vender 150 ejemplares para que su editorial le firme un contrato para publicar mil volúmenes. De lo contrario, no llegará a un acuerdo con el autor y destruirá los que no haya logrado despachar.
En realidad, los vendía. Viernes, cuatro y media de la tarde, parque del Retiro. Un estudiante de Filosofía prepara la mesa donde expondrá su ópera prima, Diario de un Dios muy humano, cuando un vigilante de seguridad lo invita a levantar el campamento.
"Argumenta que la normativa de la Feria del Libro de Madrid lo impide porque le hago competencia a las casetas", comenta el joven poeta, quien desde la inauguración del evento se apostaba cerca de la 118, en la esquina del paseo de Coches con el de Venezuela.
Ventas en la Feria del Libro de Madrid
Hasta ahora ha vendido 70 libros y calcula que, si no lo hubiesen desalojado de la calle principal del parque, donde culebrean las casetas de librerías y editoriales, tenía previsto colocar 40 más en los cuatro días que faltan hasta el cierre de la Feria del Libro.
"No les hago competencia. Soy yo y un cartel".
Un cartón que reza: "Humilde escritor intenta publicar su libro".
Para lograrlo, quizás los venda en el estanque del Retiro. Sus bártulos todavía siguen en su rincón habitual. Una mesa, un cartel, una bolsa con una botella de agua y una dirección de Instagram, @caminante_ausente, donde espera liquidar el resto de la tirada de prueba.
Solo se ha traído una mochila con algunos ejemplares a la terraza de un bar donde apura un refresco y elucubra sobre el futuro de su poemario, cuyo propósito es "alimentar nuestra imaginación más sombría, para, a través de la lectura, transformarla en una visión más optimista del sufrimiento existencial".
- ¿Cuál es el público objetivo?
- Lectores de 18 a 30 años que han pasado por una crisis existencial.
- ¿Los cala cuando se acercan a su puesto?
- No, ellos me calan a mí.
- ¿Algún lector religioso?
- Más bien de mente abierta. Yo bajo a Dios del pedestal a la tierra.
Un filósofo en la Feria del Libro de Madrid
Kevin Mochales Martín (Madrid, 1998) cursa tercero de Filosofía en la Universidad Autónoma. "Siempre he sido muy introspectivo. Con cinco años me preguntaba por qué yo había nacido en este cuerpo de niño. Tenía dudas existenciales y me preguntaba cuál era mi propósito en la vida, lo que me provocó sufrimiento desde la infancia".
No extraña que eligiese esa carrera. "Sin embargo, el grado de Filosofía no me ha ayudado, porque a medida que evoluciono me hago más preguntas. Más que resolverme dudas, me hace dudar, como pretendía Sócrates. Si quieres resolver interrogantes, la filosofía no es el camino, por eso opté por otras vías, como el cristianismo".
Criado en el barrio de Valdebernardo, sus padres son agnósticos, pero hace dos años creyó encontrar ahí la salida a su laberinto vital. Flirteó con el catolicismo y, tras buscar "otros mundos", se aproximó al evangelicalismo, "menos ritual y más musical". Ahora está "alejado de las iglesias" porque ha preferido "seguir el camino de Dios por cuenta propia".
En el poema Se esconde una verdad, escribe: "Creen ser humanos, pero se alejan de lo sufriente". También: "Es la belleza una desazón que afecta en lo más profundo de tu alma".
El poemario está dirigido a "aquellos que intentan negar la dimensión sufriente de la existencia humana" y a "quienes creen que la vida se puede vivir sin dolores", porque "lo bello, lo puro y lo distinto traen consigo un sufrimiento inevitable". Si lo rechazas, añade, "en el fondo no deseas vivir". Kevin Mochales reconoce que es un libro pesimista, aunque al final invita a la esperanza.
"Muchas personas prefieren vivir a través de un mundo ilusorio, donde todo sentimiento negativo se desprecia y se considera irrelevante. Te instan a pensar siempre en positivo, pero el ser humano ha de oscilar entre ambos mundos", añade el estudiante de Filosofía, quien descarta el sólo sé que no sé nada de Sócrates y abraza al Jesucristo de yo soy el camino, y la verdad, y la vida porque quiere "agarrar algo sólido".
Quizás el vigilante de seguridad que lo ha invitado a alejarse del paseo de Coches no haya reparado en que no está expulsando a un vendedor de libros, sino a una vida o, al menos, a unos libros que traslucen la vida del vendedor.
Tal vez desconozca también que el silencio que ahora reina sobre el asfalto antes era ruido de caballos, primero de cuatro patas y luego de motor, de ahí la denominación paseo de Coches, oficialmente de Fernán Núñez, nombre del duque que en 1874 habilitó una vía rodada al tráfico ¡en pleno Retiro! Menos mal que Enrique Tierno Galván, el del baile con Miss Guinea Ecuatorial, prohibió la circulación en 1984.
Cinco de la tarde, las persianas de las casetas empiezan a bostezar y ya se intuye el bullicio a lo lejos.
Feria del Libro: de Bradbury a Dios
Kevin comenzó a escribir poesía a los veintidós años y a interesarse por la religión a los veinticinco. El año pasado, cuando finiquitó Diario de un Dios muy humano, se lo envió a Talón de Aquiles y llegó a un acuerdo con la editorial: tenía que vender 150 libros en tres meses y, si lo conseguía, firmaría un contrato para publicar otros 850, explica el poeta, quien se lleva un porcentaje del 25% del precio de venta al público —18 euros— por la primera tirada. Si logra su objetivo, luego le corresponderá el 10%.
Le faltan ochenta ejemplares por vender y, para superar el encargo, seguirá fijándose en la mirada de la gente. No lleva a cabo, según él, ninguna otra técnica de captación. "Si observan mi obra, les sonrío y ellos se acercan y me hablan. El libro se vende solo".
Si Kevin no deja de hacerse preguntas, imagínense el profano, sobre todo cuando escucha: "Si no vendo 150 ejemplares en la Feria del Libro, la editorial quemará mi poemario".
- ¿No le daría pena?
- Claro que me daría pena...
- Me recuerda a Fahrenheit 451.
- Sí. Incluso podría estar de acuerdo con la distopía de Ray Bradbury. De hecho, he desarrollado la teoría del escritor inconsciente, que establece que todo escrito es producto de una enfermedad que se oculta tras el inconsciente.
- En el libro de Bradbury, el número 451 es una metáfora. En su caso, la quema de poemarios también, porque en realidad se guillotinan.
- En todo caso, se destruyen. En Fahrenheit 451, el motivo de la quema es que el Gobierno considera que la lectura trastoca la mente. El objetivo de todo escritor no tendría que ser escribir libros, sino destruirlos, porque a través de la escritura estamos difundiendo una experiencia enfermiza, de modo que el lector se siente identificado porque tiene la misma enfermedad que tú.


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