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“Merece la pena hacer apuestas salvajes en el cine”

Paula Ortiz arriesga con una apuesta extrema por la poesía y por la estética en ‘La novia’, una adaptación libre de ‘Bodas de sangre’, retrato del mundo patriarcal que oprime a la mujer. Inma Cuesta y Luisa Gavasa son las protagonistas

Inma Cuesta en el papel de la Novia.

BEGOÑA PIÑA

MADRID.- “En estos tiempos de relatos somníferos, de la lógico-causalidad, de lenguaje infantil”, la directora y guionista Paula Ortiz ha hecho una apuesta por una estética y una poesía extremas para devolver la vida a una tragedia española. Su película La novia, adaptación libre de Bodas de sangre, de Federico García Lorca, ha provocado elogios y críticas mucho antes de su estreno, desde su presentación en el Festival de San Sebastián, y ha reabierto el debate de género al recordar el opresivo mundo patriarcal del que venimos.

Inma Cuesta y Luisa Gavasa, en los papeles de la Novia y la Madre, son las protagonistas de esta película rodada en los desiertos de Capadocia y Los Monegros. Asier Etxeandía, Álex García, Leticia Dolera y el desaparecido Carlos Álvarez-Novoa completan el reparto de esta tragedia, relato de deseo y pasión, más que de amor, y de muerte más que de vida.

¿Por qué ‘Bodas de sangre’ y esta tragedia ahora?

Creo que es una elección muy necesaria. En momentos de cambios y de crisis es cuando resurgen los relatos clásicos. Y aunque la tragedia se relacione a veces con lo oscuro, en realidad es desde donde se lanzan las grandes preguntas. ¿Cómo queremos vivir? ¿se puede vivir sin dolor? ¿merece la pena luchar por el deseo? y ¿merece la pena vivir sin él?

¿Bodas de sangre contesta a eso?

No contesta. Este texto, como todos los clásicos, te da el mapa, pero no da respuestas. Lo que sí dice que es hay que llegar a un lugar para ir más allá.

Esta película es una apuesta por una poesía y una estética extremas.

Esta es una historia basada en un hecho real, pero Lorca tiene una dimensión abstracta, casi ritual, donde sitúa sus pasiones. Su obra está en un lugar entre lo real y lo irreal, que me parece muchísimo más atractivo que el realismo. De ahí esta apuesta. Sí, es una apuesta como experiencia de fantasía, para vivir un viaje que no vive el público normalmente en sus experiencias cotidianas.

Esa decisión le ha valido grandes alabanzas, pero también feroces críticas, ¿cómo lo interpreta?

Es una decisión fuerte, de una estética especial, y la película a veces puede pecar de naif o de inverosímil, de ingenua. Puede sobrepasar muchos umbrales que no son de la sensibilidad actual. Y esa es una experiencia muy diferente, pero es que el Lorca real ya lo hemos visto antes. El reto de llevar este universo que Lorca habitaba implicaba el riesgo de que el espectador se saliese… Para unos es así, pero otros viven un viaje diferente con la película. Nunca quise hacer una propuesta que estuviera en el punto de corrección, de gustarle a todo el mundo. Creo que merece la pena hacer apuestas salvajes en el cine, es un imperativo del narrador actual. La experiencia estética siempre está unida a una ética.

El mundo de La novia se desarrolla en desiertos (Capadocia, Monegros), ¿por qué?

Es un universo hecho de esenciales, la tierra seca, la luna, los astros, la madre… Todos los personajes tienen una cualidad mítica. Tiene que ver. El mundo de La novia está hecho de elementos esenciales de la naturaleza, sin artificios, así que buscamos lugares donde el color del paisaje ya colocara al espectador en esa experiencia. La frase más famosa del texto es esa de “que yo no tengo la culpa, que la culpa es de la tierra”. Pues hacía falta una tierra que evocara eso.

¿Cuál es su intención con la película?

Crear una catarsis emocional que te lleve a esas preguntas éticas. Sí, el objetivo es la catarsis, la limpieza del alma.

Habrá quien vea una película que habla de la culpa, en concreto de la mujer culpable, ¿es el mejor momento para presentar estos personajes femeninos?

Creo que esa es una posibilidad, pero la película es más un retrato de la represión femenina. Es un retrato de cómo las mujeres han vivido reprimidas por un mundo patriarcal que, en muchos casos, son las mujeres las que lo han perpetuado. En realidad, Lorca es un poeta del alma femenina. Y, en realidad, nadie es culpable. Es ese mundo patriarcal el que arrastra a las mujeres, es como si una fuerza superior las ahogara. “Mi madre se consumió aquí, como nos consumimos todas”, dice el personaje. Lorca retrata eso, cómo la culpa ha condicionado la vida reprimida de las mujeres.

Le preguntaba por el momento, ¿es buen momento para una mirada así hacia la mujer?

Lorca hace retratos de mujer con todas las consecuencias. Aquí son dos mujeres capaces de lo mejor y de lo peor. Las mujeres son los motores de la muerte y del amor. En la primera película que hice (De tu ventana a la mía) me interesaba mucho el retrato femenino y lo intenté desde un punto de vista positivo. La generación de mujeres anterior a la mía ha trabajado mucho para que ahora por fin podamos explorarlo todo. Lorca aquí retrata la cara oscura de la mujer, que es la madre. Es necesario ese retrato y una revisión de todo eso. Las mujeres lorquianas son diosas con la capacidad de lo mejor y de lo peor.

¿Esto es parte de la actualidad de este texto de Lorca?

Sí, plantea el debate en cuestiones de género, por ejemplo. De todos modos, como decía antes, la tragedia resurge en tiempos de crisis. De cualquier manera, hoy para que el cine sea útil te tienen que dar experiencias extremas, nosotros hemos hecho una apuesta extrema con todos los lenguajes. Así, la película tiene estratos, puedes bajar hasta las profundidades del alma o quedarte en una historia melodramática y vivirla sensorialmente. Lorca permite eso. Lorca ha retratado muy bien lo que somos y su forma de hacerlo está entre la mirada de un niño y un abismo profundo. Cada vez me doy más cuenta de su lucidez y su sensibilidad. Él vivió un momento parecido al nuestro en lo referente a la cultura. Cuando veía ésta desprestigiada y destruida, hablaba de la necesidad de más cultura y más reconocimiento. Quería que se discutiera la cultura. Igual que hoy en España, un país que tampoco tiene un proyecto cultural.

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