Público
Público

El Metropolitan se democratiza

La primera institución de música clásica de Estados Unidos acerca la ópera a un público más amplio

ISABEL PIQUER

El ruido del tráfico no consigue cubrir la voz apabullante y exquisita de la cantante rusa Ana Netrebko. Hay alfombra roja pero los espectadores no están sentados en butacas de terciopelo. La pantalla está instalada en la fachada de una tienda de moda. Esto es Times Square y los que han conseguido hacerse un hueco tienen cara de contentos. No siempre se puede asistir gratis al inicio de la temporada de unas de las mayores instituciones de música clásica del mundo. Los espectadores están viendo L'Elisir d'Amore, la ópera de Donizetti que acaba de inaugurar la nueva temporada (la 129) del Metropolitan en Nueva York.

La idea de retransmitir en directo la gala de apertura en Times Square y en la plaza del Lincoln Center es de Peter Gelb, el director general del Met desde 2006. En su deseo de llevar un arte juzgado elitista a un público nuevo, Gelb ha lanzado otras iniciativas, como la retransmisión en directo de las representaciones en alta definición en cines de todo el mundo, que han visto unas diez millones de personas (y que también se pueden ver en la página web del Met), o la venta de entradas subvencionadas en la platea, que se compran el mismo día por 20 dólares.

'Cuando empecé este trabajo creo que no tenía un idea muy clara de lo que conllevaba', bromeaba Gelb hace unas semanas ante los socios del Met, 'el consejo de administración prefirió guardar algunos secretos'. Porque en estos seis años ha habido grandes éxitos, algún que otro fracaso, y mucha polémica.

Este año de momento las cosas van bien. La nueva puesta en escena de L'Elisir d'Amore por el director de teatro estadounidense Bartlett Sher ha sido un éxito. Esta es ya la cuarta colaboración de Sher con el Met (El Barbero de Sevilla en 2006, los Cuentos de Hoffman en 2009, Le Comte Ory en 2011). Esta vez las críticas han sido casi unánimemente positivas. No siempre ha sido el caso. En 2009, la nueva versión minimalista de Tosca, el clásico de Puccini, por el suizo Luc Bondy, provocó los abucheos de los espectadores. Y los abucheos de las casi cuatro mil personas que caben en el recinto en una noche de gala no son poca cosa.

El Met es la mayor institución de música clásica en Estados Unidos y una de las mayores del mundo. Es una ópera de repertorio: prácticamente cada noche hay una función (dos los sábados), desde de los clásicos hasta producciones más modernas, 27 en total esta temporada, con siete producciones nuevas. Es un gigante que emplea a dos mil personas incluidas los más de cien miembros de su orquesta y casi cien de coro. Una pesadilla logística que se planea con cinco años de antelación y que debe lidiar con cambios de último minuto y accidentes imprevistos, como cuando uno de los extras de Guerra y Paz, la obra de Prokofiev, se cayó en el foso de la orquestra.

La política de apertura de Gelb parece funcionar también a nivel de contribuyentes, el Met recaudó 182 millones de dólares en 2011 (algo menos de la mitad del presupuesto total). Lo que no quita que, como todas las instituciones, también se haya visto afectada por la crisis y arrastre un déficit.

La temporada anterior empezó con la mala noticia de la enfermedad de su director musical, James Levine, cuyos problemas de espalda le han obligado a apartarse de unas funciones que desempeña ahora el director italiano Fabio Luisi.

Al menos por aquel entonces ya se habían acallado la polémica y las protestas por la nueva y mastodóntica puesta en escena del Anillo del Nibelungo, las cuatro óperas épicas de Richard Wagner (El Oro del Rin, La Valquiria, Sigfrido y El Ocaso de los Dioses) por el canadiense Robert Lepage. Mastodóntica porque el escenario está dominado por lo que ya se conoce como 'la máquina', una estructura articulada de 45 toneladas, operada por ordenador, para la que fue necesario reforzar los cimientos del escenario. Un concepto basado en animaciones digitales y acróbatas que recuerdan en algunos momentos el Cirque du Soleil donde Lepage trabajó. La noche del estreno en 2010, la maquinaria no funcionó y los dioses tuvieron que volver a pie a Valhalla en vez de volar por los aires como estaba inicialmente previsto.

Gelb: 'El Met está en un momento en el que, o sigue siendo la Opera más importante o no. No hay termino medio'Algunas de las apuestas de Gelb han funcionado especialmente bien, como Madama Butterfly, que puso en escena el director de cine británico Anthony Minghella (El Paciente Inglés) y que ya se ha convertido en un clásico del repertorio.

Gelb ha elegido estrenar nuevas óperas, algo que el Met no solía hacer, como El Primer Emperador, del compositor chino Tan Dun y que protagonizó Plácido Domingo (que el público del Met siempre recibe con una estruendosa ovación) a finales de 2006. También ha traído obras contemporáneas como Doctor Atomic del estadounidense John Adams o propuesto entradas más accesibles para Satyagraha, la ópera basada en la vida de Gandhi, del también estadounidense Philip Glass.

Y la idea es seguir en esa línea. 'Nos jugamos mucho', decía recientemente Gelb a The New York Times, 'el Met está en un momento en el que, o sigue siendo la Opera más importante o no. No hay termino medio'.

¿Te ha resultado interesante esta noticia?