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La mirada de Ricard Terré: del nicho al cielo

El Canal de Isabel II acoge una retrospectiva dedicada al fotógrafo catalán, una obra de carácter humanista y experimental. Retratos incisivos a corta distancia de los anónimos, los frágiles y los diferentes. 

Entroido, Vigo, 1992.- RICARD TERRÉ

«Caminaba todo el día con el espíritu tenso, buscando en las calles tomar fotos en vivo, como delitos flagrantes. Deseaba, sobre todo, coger en una única imagen lo esencial de una escena que surgía». Así describía Cartier-Bresson —al que imaginamos al acecho cámara en ristre— sus desvelos por capturar lo que se conocería como el “instante decisivo”, a saber; esa fracción de tiempo ínfima pero cargada de significado. Detener la realidad y, de paso, rescatar unas pocas migajas a ese vacío que es el tiempo.

En esas anduvo el fotógrafo catalán Ricard Terré (1928-2009) toda su vida. Una búsqueda incesante y plagada de metáforas que fue conformando un corpus alejado del pictoralismo —fotografía que trataba de imitar la pintura— canónico hasta los cincuenta. Siempre en blanco y negro, siempre a corta distancia de su presa, siempre certero. Relatos de vida a 38 mm que comenzó a pergeñar en 1955, año en el que se une a la Agrupació Fotogràfica de Catalunya.

Ricard Terré: "Lo que busco es el espíritu del hombre, esa esencia que permanece en el tiempo"

“Lo que busco es el espíritu del hombre, esa esencia fundamental que permanece en el tiempo y está en todos los lugares. El hombre es siempre el mismo y mis fotos son intercambiables, las de hace 40 años pueden parecer de ahora mismo y no hay diferencia por hacerlas en Barcelona, en Portugal o en Galicia”, explicaba el autor. Hijo de una familia acomodada de San Boi del Llobregat, Terré estudió en la Escuela de Altos Estudios Mercantiles de Barcelona hasta que el jazz y la pintura —en especial las caricaturas— colisionaron con su carrera académica.

Formó parte del colectivo AFAL, lo hizo como miembro de su comité de dirección. Contribuyó como pocos a la renovación de la imagen en España, viajó por Catalunya y Galicia captando con todo su dramatismo el ritual de lo cotidiano; de la infancia al finado y de ahí al culto. Después, desapareció. Tuvieron que pasar más de dos décadas —en concreto 22 años— para volverle a ver. Cambió la fotografía por su familia y sus negocios. Una larga interrupción que no supuso un cambio en su mirada.

Olot, 1994.- RICARD TERRÉ

Olot, 1994.- RICARD TERRÉ

Del velorio a la bulla carnavalesca

Tras su letargo, Terré siguió en sus trece. Tal y como recuerda su hija, Laura Terré, en el díptico de esta exposición que hasta el 11 de noviembre se podrá visitar de forma gratuita en Canal de Isabel II: "Tres caminos se trenzan en la obra de Terré como en una encrucijada, saliendo y entrando de sus series y atravesando los territorios fotografiados: el reinado de los niños, la celebración de los días que corren cada uno con su afán, y la muerte, esa presencia sombría que es preciso conocer".

La obra de Terré indaga en el ritual y en la pérdida de la fe

Romerías ancestrales, fiestas paganas, procesiones de Semana Santa... La obra de Terré indaga en el ritual y en la pérdida de la fe, lo hace además con una especial sensibilidad para con los seres anónimos, los frágiles y los diferentes. Con ellos como protagonistas Terré se sumerge una y otra vez en esa estética dura del blanco y negro, tomándole el pulso a una sociedad oculta tras el velo religioso y la máscara del carnaval.

"El hombre se expresa mucho más directamente en momentos de tensión interior, en los que las preocupaciones y las emociones hablan a través de la piel", llegó a decir Ricard Terré en una de sus entrevistas. Ni que decir tiene que su fotografía supo captar esa intensidad; del velorio a la bulla carnavalesca, cara y cruz de una misma moneda llamada vida.

Barcelona, 1958.- RICARD TERRÉ

Barcelona, 1958.- RICARD TERRÉ

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