Este artículo se publicó hace 3 años.
'Modern Love', amor romántico para echar una sonrisa o dejar caer una lagrimilla
La segunda temporada de esta serie de Amazon Prime Video ofrece lo que se espera de ella y no necesita más: ocho historias cortas de amor que funcionan tan bien como en la primera entrega, altamente disfrutables aunque no del todo redondas.
María José Arias
Madrid-
Una buena historia de amor bien contada siempre funciona y atrapa. Modern Love (Amazon Prime Video) triunfó en su primera temporada con la fórmula de capítulos cortos, tonos diversos (del almíbar a la stevia) y personajes heterogéneos a la hora de presentar una antología basada en una sección de The New York Times. Ahora vuelve con ocho nuevos episodios y un resultado tan apetecible y convincente como el anterior. Otro reparto, otros romances, Nueva York y alguna que otra novedad territorial.
Aunque en la primera temporada sí había cierta conexión por la que convenía ver un capítulo —en concreto el último—, no ocurre así en esta ocasión. Quizá lo mejor sea elegirlos en base al humor del momento. Se puede tantear por el título y las breves sinopsis que ofrece la plataforma antes de darle al play. Está la historia de amor entre una chica que vive de noche y el chico que vive de día; el fuego que se reaviva a partir de unas ascuas; la a veces difícil línea divisoria entre amor y amistad; dos extraicionados; el recuerdo de una relación esporádica; dos adolescentes definiéndose; la dificultad de decir adiós a un gran amor y dos extraños en un tren.
Otra opción, igual de válida y como ya se apuntaba en la reseña de la primera temporada, puede ser dejarse guiar por el reparto. No está Anne Hathaway, a la que hace poco se pudo ver en otra certera antología de Amazon Prime Video, Solos, pero hay nombres igualmente llamativos. Tom Burke, Minnie Driver, Kit Harington, Garrett Hedlund, Tobias Menzies, Anna Paquin... Y, con ellos, Gbenga Akinnagbe, Lucy Boynton, Zoe Chao, Grace Edwards, Dominique Fishback, Sophie Okonedo, Zane Pais, Isaac Powell, Marquis Rodríguez y Lulu Wilson.
Los ocho episodios son altamente disfrutables, pero no todos redondos. Tres destacan por encima del resto, haciendo pleno por lo que cuentan, cómo lo cuentan y quiénes lo cuentan. On a Serpentine Road, With the Top Down, con una historia preciosa con Driver y Burke que desborda dolor, amor y sencillez. Am I...? Maybe this Quiz Will Tell Me, el descubrimiento de su sexualidad de una adolescente llena de dudas, volantazos y naturalidad. Y Second Embrace, With Hearts and Eyes Open, porque Menzies y Okonedo forman una pareja poderosa a la hora de hablar sobre el derecho a darse segundas oportunidades.
Y, pese a no ser de los más lúcidos y cerrar de una manera poco satisfactoria, Strangers on a Train tiene cierto aire a película antigua con Kit Harington y Lucy Boynton emulando un amor como los de antes en tiempos actuales. Tan actuales como que la pandemia y un confinamiento se cruzan en su camino truncando sus planes. Esta especie de capítulo un tanto diferente al resto es una muestra de las novedades introducidas por John Carney expandiendo los límites geográficos más allá de Nueva York y tomando como inspiración una historia ajena a la sección de la que beben los guiones. Como explicó hace algún tiempo el diario neoyorquino, Extraños en un tren es el resultado de coger 100 palabras de otra sección, Tiny Love Stories, y convertirlas en una comedia romántica de media hora.
En cuanto al resto, el más desinflado quizá sea How Do You Remember Me? porque, pese a durar tan poco, alarga demasiado ese encuentro fortuito que le sirve de excusa para su relato. Y, pese a eso, es interesante cómo se aborda el poso que dejan los recuerdos según cada persona. In the Waiting Room of Estranged Spouses peca de previsibilidad y, aún así, funciona gracias a Paquin y Hedlund. Algo similar le ocurre a A Life Plan for Two, Followed by One, una historia de amor no correspondido entre dos mejores amigos de la infancia. El que falta por comentar, The Night Girl Finds a Day Boy, es tierno, esperanzador y correcto en su camino hacia su resolución.
Además del propio Carney, la dirección de los ocho episodios se la han repartido entre Marta Cunningham, Jesse Peretz (Glow), Andrew Rannells, Celine Held y Logan George. Una cosa llamativa de esta tanda es que en esta el amor romántico sí es el que prevalece. En todas las historias los protagonistas principales están ahí para enamorarse o recordar el momento en el que lo hicieron, aunque fuese fugazmente.
Cambian sus circunstancias, el cómo se conocen y el final que les depara el guion, pero el romanticismo sobrevuela toda la serie. Algo que solo sorprenderá, si puede decirse así, a quienes vieron la primera y entonces se sorprendieron de que no hablase solo de este tipo de amor. No es mejor ni peor. Modern Love sigue funcionando igual como una serie amable para dejarse llevar, querer a sus personajes, disfrutar de sus localizaciones y terminar con la sonrisa puesta o la lagrimilla cayendo por la mejilla.
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