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'Sangre en los labios', una película salvaje para arruinar la idea del amor romántico

La cineasta británica Rose Glass se envuelve en la suciedad de EEUU para contar una historia de amor loco lésbico y de venganza sangrienta, con la que reivindica a la mujer imperfecta. 

Katy O'Brian y Kristen Stewart son las protagonistas.
Katy O'Brian y Kristen Stewart son las protagonistas. Filmin/Avalon

"Si te parece que estar sola es duro, ¡prueba a estar enamorada!". La cineasta británica Rose Glass despedaza sin piedad, a lo bestia, la idea del amor romántico en Sangre en los labios, una película salvaje, macarra, sórdida y excesiva, con la que se apropia del universo del cine de serie B para desbordarlo de naturaleza femenina.

Sangre, sudor, violencia, cadáveres en el fondo de una enorme grieta en el desierto de Nuevo México, esteroides y músculos de culturista, hinchados, que restallan, crujen y crecen de una forma sobrehumana… en manos de Kristen Stewart y Katy O'Brian, y frente a un excéntrico Ed Harris, con una peluca delirante y una extravagante colección de escarabajos.

La mujer imperfecta

Sangre en los labios es amor lésbico, es humor negro, es thriller con tintes pulp, es reivindicación de la mujer imperfecta, es desahogo y venganza por siglos de maltratos. Es, en un momento, cine de monstruos, con secuencias de fantástico y con imágenes púrpura y lisérgicas, y en otros momentos es un puro exceso disparatado. Es una película que se divierte dando la vuelta a todos los vicios del cine que han hecho los hombres. Es una obra que no se puede tomar muy en serio, pero que cuenta cosas muy serias.

Ambientada en 1989, en un pequeño pueblo de Nuevo México, es la historia del amor loco de Lou, gerente del gimnasio local, y Jackie, una culturista vagabunda que viaja hacia Las Vegas para participar en una competición. Ese romance apasionado no las lleva a un mundo mejor, al contrario, desata una violencia feroz y arrastra a ambas mujeres al abismo del mundo criminal del padre de Lou.

Ganar con trampas

"Creo que Rose Glass quiere asustar al público y a ella misma no con propósitos provocadores, sino para que la gente de media vuelta y se mire a sí misma", dijo la actriz Kristen Stewart durante la presentación de la película en Berlín, donde anunció que había llegado la hora de las mujeres tramposas, rudas, rabiosas, descontroladas… imperfectas.

"No podemos seguir haciendo eso de decir a todos cómo sentirse y darnos palmaditas en la espalda y ganar puntos por brindar espacio a las voces marginadas, y sólo en la medida en que se les permite hablar 'solo' sobre eso. Ese tiempo se acabó", señaló Stewart.

La directora y guionista Rose Glass.
La directora y guionista Rose Glass. Filmin/Avalon

"Es raro que te den la oportunidad de cuestionar la idea de cómo ganamos las mujeres. En esta película ganamos con trampas, y eso no es fácil de ver, pero sé que va a remover a muchas mujeres en todo el mundo", añadió Stewart, que reconoció a la directora que cuando leyó el guion (escrito por Glass junto a Weronika Tofilska), pensó: "Si no hago yo este papel, ¿quién narices lo va a hacer?"

La fantasía de la venganza

Sangre en los labios es, en palabras de su directora, "una oscura y excéntrica odisea de mal de amores, venganza sangrienta y huida furtiva". Una historia de mujeres del siglo XXI, cansadas de reivindicar su lugar, de mostrarse sobradamente preparadas, de aparentar un ideal de fortaleza. Es un relato de mujeres que juega a ridiculizar esa figura de luchadora, poderosa y especialmente sensible, para divertirse con la fantasía de la venganza.

"La película parodia de algún modo esa idea de 'personaje femenino fuerte' y cuestiona lo que se entiende por ello", dice Rose Glass en las notas de producción de la película. "Sabía que quería hacer algo sobre una culturista, una persona con una fuerza innegable, a nivel físico y mental, y que descubre más tarde que la gente de su alrededor se aprovecha de su fuerza y la manipula".

El exceso de los 80

Segundo largometraje de la cineasta tras Saint Maud, terror psicológico que bebía de los clásicos de los setenta, ésta es una historia que necesitaba contarse desde la 'suciedad' y los clichés de EEUU y en los ochenta "época dorada de los excesos", justo antes del brote nihilista de los noventa.

Un fotograma con el actor Ed Harris.
Un fotograma con el actor Ed Harris. Filmin/Avalon

"Con tanto músculo y tantas armas, Estados Unidos era lo que más sentido tenía: el tinte melodramático de la historia encajaba a la perfección en ese universo. Es una visión artificiosa y exagerada del país. Igual que el resto de la película, tiene un pie en la realidad y otro, en las nubes", explica la directora que no es americana, lo mismo que la coguionista Weronika Tofilska. "No somos estadounidenses, por eso la versión que mostramos en la película está fraguada desde nuestra imaginación y la influencia omnipresente del cine y la televisión americana".

Y aunque con un sello muy personal, la película deja voluntariamente ver algunas de las referencias sobre las que se ha movido (y ha declarado) Glass para hacer esta película, desde las mutaciones de Cronenberg y el terror corporal de Tsukamoto a la estética y el morbo de Showgirls (Paul Verhoeven) o el desierto de París, Texas, de Wim Wenders.

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