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El teatro se indigna

El mundo de la escena lanza una protesta conjunta por los impagos de los ayuntamientos y los recientes recortes de las subvenciones por parte de las instituciones

PAULA CORROTO

El mundo del teatro no aguanta más. Ha llegado el momento de salir a la calle y ejercer, al menos, el derecho al pataleo. Con tribunales de por medio si es preciso. Hoy, un grupo de afectados interpondrá una demanda al Festival de Mérida por impagos en la pasada edición. Son personas que llevan meses sin cobrar. Son actores, directores, músicos, figurinistas y demás personal teatral. Empezaron su trabajo en mayo y, a día de hoy, no han visto ni un euro.

No son los únicos que sufren por la falta de liquidez de los ayuntamientos y los recortes de las subvenciones acometidos en los últimos meses, que han terminado incluso con algunos festivales. Ayer, el colectivo de las artes escénicas de la Comunidad de Madrid se reunió con Amado Giménez Precioso, director general de Promoción Cultural, para exigirle el pago de las ayudas, aplazadas desde hace más de un año y cuya cantidad asciende a los 4,2 millones de euros. La Red Española de Teatros Públicos, que engloba a 141 socios y 700 espacios escénicos y que hasta ahora no se había pronunciado, también alertó el martes mediante un comunicado sobre la sostenibilidad de las compañías si no se acomete una 'reflexión'. Ante tal descalabro, el teatro por fin ha dicho basta.

El Festival de Mérida será demandado por no cumplir contratos

'Estamos ahogados, asfixiados, pidiendo créditos que no podemos devolver. Con una situación así, es mejor no trabajar, así que lo tenemos todo en manos de abogados', señala la directora Laila Ripoll a Público. Ella, que también tiene su propia compañía, Producciones Micomicón, es una de las afectadas del Festival de Mérida junto al resto de compañeros que trabajaron en la obra La asamblea de mujeres. 'Hemos trabajado mucho, a veces en condiciones no muy buenas, y todavía no tenemos nada', añade.

Su compañero de profesión, Pepe Viyuela, tampoco ha recibido parte de sus honorarios por trabajar en la obra Antígona de Mérida. El actor, que forma parte del colectivo de afectados, reconoce sentirse agradecido por trabajar en televisión: 'Así lo sobrellevas mejor, pero hay otros compañeros que lo están pasando mal. Es una situación difícil', afirma. 'Ya no nos podemos apretar más las cuerdas. El teatro ya está apretado de por sí. Pero ahora se están cometiendo muchas irregularidades, como no darnos de alta [en la Seguridad Social]. Alguien debe responder a esto ya', añade la directora y empre-saria Amelia Ochandiano, quien, 'de chiripa', pudo cobrar su cheque en Mérida por el monólogo Asteroide 1583: 'Me lo dieron el mismo día del estreno y me hice una foto con él, por lo inusual. Aunque a mí me pagó la Junta [de Extremadura]', relata con humor.

En Madrid, el colectivo escénico aún no ha recibido las ayudas de 2011

El Festival de Mérida obtuvo un déficit el año pasado de 773.223 euros, una cantidad que se suma a la fuerte deuda que atesora este festival (las cifras no oficiales están en torno a los dos y cuatro millones de euros). Su mala situación económica provocó inclu-so que sus directoras, Blanca Portillo y Chusa Martín, dimitieran al final de esta edición. Y, con vistas al año que viene, la realización del Festival se encuentra en la cuerda floja. 'Hasta ahora no se ha hablado nada de programación y ya es muy tarde. A estas alturas, ya sabíamos algo para empezar a hacer presupuestos', afirma el productor José Recio, quien también recuerda que la mala situación económica de los ayuntamientos en Extremadura ha provocado la disolución de compañías como la suya, Samarkanda, que llevaba 16 años en activo: 'Nos hemos separado por no cobrar, no porque no tuviéramos trabajo', apostilla.

La cuestión, en estos momentos, va más allá de la nefasta financiación de los ayuntamientos. Miguel del Arco, director y autor, quien reconoce que sí cobró su trabajo en Mérida (el monólogo que hizo para Carmen Machi, Juicio a una zorra), denuncia a aquellos consistorios que, a pesar de ser morosos, aún siguen contratando a compañías de teatro. 'A nosotros nos llamaron de León, donde no pagan desde hace tres años. En la cláusula del contrato habíamos estipulado que si la función era el miércoles, teníamos que cobrar el lunes. Y como no lo hicieron, decidimos no actuar. Por dignidad profesional. Pero es increíble que aún se puedan permitir el lujo de seguir contratando', explica indignado.

A las fricciones con los ayuntamientos se suman las que las compañías tienen con los espacios escénicos (adeudados por los consistorios en una especie de pescadilla que se muerde la cola). Como recuerda Gerardo Ayo, director hasta ayer de la Red Española de Teatros Públicos, 'la ley dice que el pago ha de ser a 50 días, pero es cierto, hay muchos espacios escénicos que no lo hacen, ni con las compañías ni con el material de oficina'. Santiago Sánchez, de la compañía L'Omprebís, reconoce la problemática con Teatres de la Generalitat de Valencia: 'Es una situación muy grave porque puede conllevar que se desmantele la red de teatros que nos ha costado construir'. En un intento de cerrar filas con los grupos teatrales, desde la Red se asume que el mayor problema está en la gestión 'nefasta' del teatro y del político que lo supervisa y es ahí 'donde hay que meter mano', porque 'los teatros están buscando fórmulas imaginativas para abaratar costes'.

La Red de Teatros Públicos alerta de la insostenibilidad de las compañías

Pero ¿cómo puede sobrevivir el teatro ante unas circunstancias en las que los ayuntamientos no pagan y los espacios escénicos también tienen dificultades? Ante esta pregunta, se destapa otra problemática: las subvenciones. Las compañías reciben un porcentaje, en muchos casos, como dice Santiago Sánchez, ínfimo, ya que sólo llega al 20-25% de lo que generan en total. Aún así, en los últimos meses, ha sufrido un fuerte tijeretazo. 'Las ayudas de la Comunidad de Madrid se han rebajado en un 70% para nuestra compañía, Teatro de la Danza. Eso significa que he tenido que cancelar la producción que ya tenía en marcha', se queja Ochandiano.

Precisamente, el colectivo de las artes escénicas de Madrid salas, compañías y asociaciones lleva meses luchando con la Consejería de Cultura, en manos del vicepresidente madrileño, Ignacio González, para que les adjudiquen las ayudas de 2011. 'Nos llevan toreando con los plazos y, a día de hoy, hay mucha incertidumbre. Nos han dicho ahora que se aplazan a febrero', comenta a este periódico Alberto García, de la Coordinadora de Salas Alternativas de Madrid. En total, la cifra asciende a 3.600.000 euros para las empresas teatrales y 700.000 para las asociaciones culturales. En total, 4,2 millones de euros. 'Y es un dinero que ya viene muy recortado. Esto nos va a poner en la tesitura de tener que cerrar la mitad de las salas que hay en Madrid porque ya se han pagado los alquileres y las nóminas de 2011. Es una situación kafkiana', añade García.

En una crisis económica como la que atraviesa el país, el tema de las subvenciones goza hoy de una enorme impopularidad entre la población. Sin embargo, el mundo del teatro no pretende plantearlas como si se tratara de 'vivir de la caridad', según apunta Laila Ripoll. 'Además, ¿no recibe ayudas el campo, los bancos, los empresarios? El teatro es un bien cultural y una sociedad sin cultura no merece la pena', añade esta directora, para quien, tal y como están las cosas ahora, 'están condenando el teatro a los monólogos, porque no te vas a poder meter en obras de 14 personas'. Amelia Ochandiano se pone de su parte: 'No es que la cultura esté subvencionada, sino que hay producciones artesanas que valen mucho dinero. Y, además, no se puede programar algo sólo para que el teatro se llene'.

En este punto se abre el debate del modelo de cobro de las compañías: ¿deben cobrar por el caché o por la taquilla? Para los trabajadores del teatro, esta fórmula supondría hoy una condena. 'Siempre que he ido a taquilla he perdido dinero. Se llenan los teatros, pero pierdes, porque al precio que están ahora las entradas en muchos sitios, se está vendiendo el producto a la mitad de lo que cuesta. Con esta fórmula, sólo van a sobrevivir los grandes eventos y el teatro comercial que todos conocemos y que es lo que interesa a la política de derechas', concluye Ochandiano.

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