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Alemania prefiere la paciencia

ALFREDO VARONA

Alemania ya no busca la perfección. Se conforma con la paciencia que, según su entrenador Joachim Löw, 'es la virtud más importante que existe en esta vida y, por supuesto, en el fútbol'. Por eso la Alemania de hoy no se parece al equipo que conocieron nuestros antepasados que ganaba pero no tocaba los corazones.

Simbolizaba a los gigantes como Hoeness; a los francotiradores como Gerd Müller; a los sindicalistas como Paul Breitner o Harald Schumacher y a ese modo de entender al vida en el que sólo importaba la victoria. Alemania no cambió. Alemania, en realidad, se modernizó, dejó de vivir en el pasado, apostó por el futuro y aprendió que la derrota no es un trauma.

Se olvidó de esa frase legendaria de Gary Lineker, el espléndido delantero inglés, 'el fútbol es un deporte de once contra once en el que siempre ganan los alemanes', que cada vez costaba más cumplir. Más bien al contrario: su inflexibilidad hizo la vida más difícil a generaciones de futbolistas a los que no se perdonó que ellos no ganaran lo que Beckenbauer, Seeler, Netzer, Rummenige o Lothar Mathauss en otros tiempos.

Alemania no ha ganado nada en ocho años con
Löw, pero siempre ha estado ahí

Alemania dejó de ser una tortura. Supo advertir que las modas pasan. Supo ir más allá. Supo adaptarse a las necesidades de sus futbolistas que en los últimos seis años años, gobernados por España, fueron casi los únicos que la hicieron sombra. Aprendió que eso era suficiente para no cambiar y para respetar la figura de un entrenador como Joachin Löw, que llegó al cargo en 2006 como heredero de Klinsmann, el primer hombre en avisar que 'si queremos ganar tenemos que abandonar el pasado'.

Ocho años después, Alemania todavía no ha ganado nada, pero siempre ha estado ahí. Semifinalista, como mínimo, en todas las Eurocopas y Mundiales que ha jugado. No ha vencido, pero ha logrado que el país aprecie a sus futbolistas que en la derrota ya no se lían a tirar balonazos a los cielos. Símbolo de la modernidad, la Mannschaft ya no es la de antes, ya no sólo juzga el resultado. También el modo de ganar o perder, en el que los viejos dinosaurios del pasado, como Miroslav Klose, sólo son una excepción. Pero, claro, Klose es un caso aparte: es el hermano mayor de toda la vida, un hombre con una estadística inigualable del que no queda más remedio que aprender.

Testarudo, como hombre nacido en la Selva Negra, Joachin Löw no se considera un pionero. 'Y, si acaso, el pionero lo fue Klinsmann en el Mundial 2006 jugado en nuestro país', siempre recuerda Löw, un hombre moderno, imagen de los productos masculinos de la marca Nivea; con un abundante pelo lacio y negro que seguramente se tiñe y con esas camisas tan ajustadas que alimentan cierta comparación con el actor Tom Cruise.

La Mannschaft actual ha acabado con el viejo mito del orgullo alemán como remedio para todo 

Pero el cuidado de su imagen no dificulta en ningún caso al entrenador, un devoto del fútbol de España, 'un equipo en el que nunca vi un pase que comprometiese al compañero' y que ahora ha heredado Alemania. A diferencia de La Roja, ha sabido refrescar el equipo para este Mundial sin olvidarse de gente como Philip Lahm o Schweinsteiger, sin los que no se entiende esta nueva era de la Mannschaft. Un grupo que acabó con el viejo mito del orgullo alemán como remedio para todo.

Ahora, su medio campo está poblado de talento con Kroos, Özil, Müller, Goetze..., que ya no tienen que lanzar el balón al cielo para vencer a Brasil esta noche en Belo Horizonte. Ahora, pueden hacerlo con la pelota pegada al piso que, además, es lo que espera el país de ellos como nunca se hubiese imaginado en la Eurocopa del 72 o en el Mundial del 74, dos campeonatos que Alemania ganó y que Löw vivió como el que más, incluida la revancha con la Inglaterra del 66. Pero él, incluso en la adolescencia, soñaba con otra cosa, con otro fútbol, una cosa como la de Brasil en el Mundial de México 70.

Löw: 'Yo aspiro a despertar emociones, a conseguir que la gente sienta amor por tu juego'

'Yo no busco comparaciones con el pasado', ha explicado Löw a los periodistas con los que, en general, mantiene una relación formidable. 'Es más, a veces, me reúno con Beckenbauer, Netzer o Horst Eckel, campeón del mundo de 1954. Me encanta oír sus batallas, que me hablen de Sepp Herberger, Helmut Schön... Pero el fútbol actual, más allá de la reducción de espacios o los cambios físicos, requiere otras cosas. Yo aspiro a despertar emociones, a conseguir que la gente sienta amor por tu juego. Por eso siempre pienso en el futuro, en el fútbol que me gustaría jugar'.

En ese sentido ha encontrado lo que necesitaba en la selección alemana, donde esto no ha sido una cosa de hoy para mañana. 'El hecho de no someterme semanalmente a un examen de resultados me permitió salir, abrirme a otras culturas futbolísticas, ir a España, a Holanda... Fui donde estaba el fútbol, y eso me ayudó a formular una filosofía propia. Hasta entonces, tenía ideas, pero no los medios para aplicarlas'.


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