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Bolt consuma el triple-triple en el relevo y gana su noveno oro

El atleta jamicano, el velocista más grande de todos los tiempos, clausura en Río su trayectoria olímpica y completa dos ciclos olímpicos sin conocer la derrota más que ante sí mismo en grandes campeonatos.

El atleta jamaicano Usain Bolt celebra la victoria en los relevos 4x100 que le han supuesto su tercera medalla de oro en Rio, y la novena presea dorada en unos JJOO. REUTERS/Ueslei Marcelino

AGENCIAS

RIO DE JANEIRO.- Usain Bolt, el esprinter más grande de la historia, consumó el triple-triple olímpico al conquistar, como miembro del relevo jamaicano 4x100, su novena medalla de oro olímpica, después de haber ganado las finales individuales de 100 y 200 metros.

Jamaica, con un Bolt motivado como nunca en la última posta, consiguió su tercera medalla de oro consecutiva en el relevo corto con un tiempo de 37.27 y Estados Unidos, que partía con posibilidades teóricas de batir a sus grandes enemigos jamaicanos, entró dos centésimas por detrás de Japón (37.60). Unos minutos después, el equipo norteamericano, que formó con Mike Rodgers, Justin Gatlin, Tyson Gay y Trayvon Bromell, perdía incluso el bronce al ser descalificado, de forma que la tercera medalla terminaba en manos de Canadá, que había hecho récord nacional con 3764.

Era la última carrera olímpica de Usain Bolt y el astro jamaicano quiso regalarse a sí mismo una última demostración. Asafa Powell, Yohan Blake y Nickel Ashmeade habían hecho un buen trabajo en las tres primeras postas, entregando el testigo a Bolt un metro por delante de los estadounidenses, de forma que Relámpago pudo rematar la faena a su estilo, ofreciendo un bello espectáculo de potencia coordinada en la recta de honor.

El atleta jamaicano Usain Bolt celebra su tercera medalla de oro en los JJOO de Rio. REUTERS/Kai Pfaffenbach

Bolt realizó una posta final imperial. Cruzó la raya con gesto majestuoso que contrastaba vivamente con la crispación del último relevista estadounidense Trayvon Bromell, que en su descomposición pisó la calle adyacente y el cuarteto americano fue descalificado después de haber cedido, incluso, ante Japón.

Al finalizar la carrera, Bolt se arrodilló y besó la pista azul del estadio Olímpico de Engenhao. El jamaicano agradeció al cielo su nueva victoria, con la que consumaba su tercer triplete olímpico, y palmeó el número 3 que marca el tercer carril en la línea de meta para destacar el número de oros que se lleva a casa.

El público premió su demostración con sus gritos repetidos habituales de "U-Saint-Bolt" que le ha venido dedicando al jamaicano desde el primer día en que compitió en el estadio Olímpico.

Con esta victoria, el velocista más grande de todos los tiempos, clausura en Río su trayectoria olímpica que deja en el firmamento atlético una estela de nueve medallas de oro, igualando la cuenta de Paavo Nurmi y Carl Lewis. El mismo día en que se apagará el fuego sagrado en Rio de Janeiro, Bolt cumplirá 30 años y habrá completado dos ciclos olímpicos sin conocer la derrota más que ante sí mismo en grandes campeonatos.

El atleta jamaicano Usain Bolt besa la pista tras ganar en Rio su novena medalla de oro en unos JJOO. REUTERS/Phil Noble

El atleta jamaicano Usain Bolt besa la pista tras ganar en Rio su novena medalla de oro en unos JJOO. REUTERS/Phil Noble

Car Lewis le aconseja que no se precipite a la hora del adiós, que lo haga sólo "cuando esté listo, ni un segundo antes", porque también Michael Phelps se fue dos veces y otras tantas regresó para seguir siendo el mejor nadador de la historia.

Trece años después de darse a conocer con su victoria en los Mundiales juveniles de Sherbrooke (Canadá) y su récord mundial júnior (19.93) la temporada siguiente, Bolt deja huérfano al atletismo olímpico, que difícilmente encontrará una figura publicitaria de su categoría, capaz no solo de ingresar 23 millones de dólares (según Forbes), sino de encandilar a medio mundo.

Los Juegos Olímpicos le han transfigurado en leyenda viva del deporte. Siempre anheló, y no tuvo empacho en proclamarlo reiteradamente, convertirse en un mito equiparable a Mohamed Alí o a Pelé.

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