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Camacho mide a la Galaxia II

El Real Madrid visita el Reyno de Navarra con la opción de alcanzar al Barça

L. J. M.

Exceso de Balones de Oro, algunos ya iniciando el declive, y el último en llegar, Owen, metido con calzador. Galácticos que, igual que preguntaban con sorna 'por qué ese señor gordo grita tanto', acudían a Florentino Pérez para que convenciera a Camacho de que les dejara viajar a un partido de amigos en plena pretemporada. Aquellos excesos acabaron con la paciencia del técnico murciano en apenas tres meses de trabajo bajo la presidencia de Pérez. Cuatro años después de renunciar al banquillo del Real Madrid, mide el segundo megaproyecto del presidente madridista.

'No tengo ningún problema con nadie. Con Florentino me llevo estupendamente. Tomé mis decisiones en su momento y mucha gente lo entendió y, sobre todo, lo entendieron después, porque él también hizo lo mismo', dijo ayer el entrenador de Osasuna, para recordar que lo que él anticipó en su marcha también abrió las puertas para la marcha anticipada de Pérez

Camacho sólo concibe el fútbol desde el propio fútbol. Envoltorios, los justos, y que no interrumpan o condicionen su idea de lo que debe ser un equipo o un vestuario. No se entiende a sí mismo en un banquillo sin ser la última autoridad en las decisiones deportivas. Le cuesta digerir que la mercadotecnia condicione el diseño de una plantilla. En aquella efímera etapa fue un entrenador enraizado en parámetros tradicionales al que se le pedía que trabajara con las directrices de un modelo económico-deportivo acorde a esos nuevos tiempos que nunca le convencieron. No encajó, ni quiso, en esa idea innovadora que hoy tendrá enfrente.

En Pamplona, Camacho es Camacho y eso quiere decir que Osasuna es Osasuna. Juego directo, sin pausa, en un estadio que se enciende con ese fútbol-descarga al que Pellegrini, sin Kaká, opondrá ese estilo machacón que se va consolidando y que lidera Cristiano.

El extremo luso se presenta en uno de esos escenarios donde se le espera para medirle el carácter. Le aguardan un ambiente hostil y una grada a la que le va tan poco la gomina como los futbolistas de pasarela.

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