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El fondista más feliz

El campeón olímpico Haile Gebrselassie gana el Premio Príncipe de Asturias de los Deportes

IGNACIO ROMO

Hay un detalle que muy pocos conocen acerca de Haile Gebrselassie. Cuando tenía 15 años corrió un maratón, algoque está prohibido actualmente por la Federación Inter-nacional. Lo hizo en la capital de su país, Addis Abeba, a 2.300 metros de altitud. Su crono fue de dos horas y 48 minutos, una marca impensable en un atleta cadete. Pero reflejó un dato: el tremendo talento genético, la resistencia aeróbica sin parangón de un hombre que iba a iluminar durante dos décadas las carreras de fondo.

Gebrselassie, de 38 años, ganó ayer el Premio Príncipe de Asturias de los Deportes, un galardón dudoso, que se mueve a tirones, con altibajos, como las carreras de fondo. Lo hizo derrotando al futbolista Raúl (26 a 3) en la final de la 25ª edición.

El entrenamiento de Haile arrancó muy pronto. Ya era atleta antes de saberlo. De niño corría diez kilómetros todas las mañanas para ir a la escuela. Otros diez por la tarde, de vuelta a casa, con los libros en la mano, un detalle que él mismo utiliza para explicar su estilo característico, con el brazo izquierdo doblado.

El talento atlético de Haile, el hombre que corre de puntillas, se expresó a nivel internacional por vez primera en 1992. En los Mundiales junior de aquel año, el etíope ganó dos medallas de oro: los 5.000 y los 10.000 metros. Su salto a la élite de los mayores era inminente.

Al año siguiente se disputaban los Mundiales de Stutt-gart. Haile ganó los 10.000 metros, el primero de los cuatro títulos consecutivos que lograría en la distancia.

La década de los noventa presenció el dominio absoluto de Gebrselassie en las pruebas de largo aliento en pista. Ganó el título olímpico en Atlanta96 con suficiencia y cuatro años más tarde, en Sidney, protagonizó un duelo inolvidable con el keniano Tergat, rey absoluto del cross country. Haile era el rey absoluto de los 10.000 metros.

El etíope necesitaba nuevos retos. Y se fijó en el desafío con mayúsculas, el maratón, el test supremo de la resistencia humana. La decisión encendió muchas dudas entre los entendidos. 'Gebrselassie fracasará en maratón porque corre de puntillas, impulsa mucho hacia arriba', decían los técnicos. Y lo cierto es que tardó en adaptarse a la distancia. Debutó en el maratón de Londres de 2002 y fue tercero con 2h06'.

La adaptación a la distancia mítica de los griegos llevó tiempo. Pero llegaron los triunfos. En 2007 ya batió el récord mundial en Berlín (2h04'26''). Al año siguiente volvió a destrozar el récord (2h03'59''). Su sonrisa bajo la Puerta de Brandenburgo dio la vuelta al mundo.

Pekín y los dólares

Pero la leyenda de Gebrselassie también tiene sus partes oscuras. El capítulo más débil de su biografía atlética lo escribió en Pekín, con ocasión de los Juegos de 2008. Se borró de la maratón alegando su condición de asmático y la contaminación de la ciudad. Corrió allí los 10.000 metros y fue sexto. Un mes después se comprobó la verdadera razón de su espantada. Gebre ganaba el Maratón de Berlín, batía el récord mundial y se embolsaba un millón de dólares, sólo un mes después de los Juegos. El récord mundial (2h03'59'') sigue en pie.

El último objetivo del atleta etíope está fijado en los Juegos del próximo año. Aunque estuvo a punto de tirar la toalla el año pasado. Tras abandonar en el Maratón de Nueva York, anunció su retirada del atletismo. Unos días después, escribía en su cuenta de Twitter que se lo había pensado mejor y seguiría hasta Londres. Este mes tiene otra cita con los 42,195 kilómetros. Será en Berlín, el día 25. Allí estará la sonrisa del atletismo.

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