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Juan Soler, el devorador de empleados

En tres años, el presidente del Valencia lleva probados cuatro técnicos, siete directores deportivos, tres médicos, tres jefes de prensa y tres preparadores físicos.

LADISLAO MOÑINO

Cuatro entrenadores en tres años: Claudio Ranieri, Antonio López, Quique Flores y, por un rato, Óscar Fernández. Con el que vengan serán cinco. Siete directores deportivos en el mismo tiempo: Antonio López, Ranieri, Eduardo Maciá, García Pitarch, Javier Subirats, Amedeo Carboni y Miguel Ángel Ruiz. Tres preparadores físicos, Roberto Sassi, Paco de Miguel y el actual, Julián Penat, han pasado por Paterna. También se ventiló al reputado fisioterapeuta Ángel Ballesteros. El presidente del Valencia, Juan Bautista Soler, fagocita empleados con la misma voracidad con la que los contrata.

Hace cuatro meses decidió nombrar cinco directores de diferentes áreas: dos de ellos ya no están. Con anterioridad se había pulido a Manuel Llorente, director general y a Víctor Oñate, director de márketing. Ahora, por encima de los tres directores que le quedan ha colocado a Miguel Gonzálvez como director general.

Enchufismo al poder

Tampoco los servicios médicos quedan libres de la trituradora de trabajadores del club en la que se ha convertido el presidente valencianista. Bajo su mandato, Jorge Candel y Rafael Llombart también abandonaron el club. El tercer médico con el que ha contado es el doctor Giner. En nómina son tres jefes de prensa los que ha tenido: se cargó a Jordi Bruixola y Joaquín Más. Ahora está Juan Manuel Domenech.

La mayoría de los despedidos se han marchado con fuertes indemnizaciones tras prestar sus servicios en un tiempo mínimo. La consecuencia es un club en el que el enchufismo se ha hecho con el poder. Las contrataciones son caprichosas y aleatorias. Ahora mismo, el Valencia está en manos de Soler, de su esposa, María José Claramunt, y de Jesús Wollstein. Soler lo ha cambiado todo y apenas funciona nada.

La imagen del Valencia está tan dañada que su presidente está encontrando problemas para dar con un patrocinador que inscriba su logo en la camiseta. Soler hace y deshace a su antojo. Siempre buscando paraguas que le pongan a salvo de las iras de Mestalla. Para reemplazar al exitoso Rafa Benítez contrató a Claudio Ranieri. Una medida populista apoyada en el buen recuerdo que dejó el italiano tras su primer paso por el club. A los cuatro meses ya se lo había merendado y echaba pestes de él. Contratado Quique Flores, le colocó a Amedeo Carboni de director deportivo.

Soler sabía que Flores no le tragaba y que le había dejado en el banquillo en la última temporada del lateral italiano en activo. Aun así le dio el cargo y encendió una guerra civil. Carboni duró una temporada porque Quique Flores canjeó su propia continuidad a cambio de la cabeza de sus dos colaboradores, Paco de Miguel y Emilio Álvarez, y, por supuesto la de Carboni. Hoy, si el Madrid gana, Juan Bautista Soler ya no tendrá más paraguas. Mestalla será una riada que fluirá salvaje hacia el palco.

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