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Luna de miel en Estambul

Apuesta oriental de dos españoles. La vida que espera a Luis y a Güiza

ALFREDO VARONA

Antes de cada partido, en Turquía siempre suena el himno nacional, lo que refuerza el carácter fanático y racial. “Allí la gente no aguanta sentada y ve los partidos de pie”, advierte Aguinaldo Guina, el representante de Roberto Carlos, que ha vivido el último año en Estambul. De ahí la advertencia a Luis Aragonés y a Güiza en su nueva aventura: “Tranquilos, el nivel de la Liga es mucho más bajo que la española”. Y la intuición: “Un futbolista como Güiza nunca debería bajar de los treinta goles en esa Liga”.

En Turquía, efectivamente, no hay mucho nivel, pero la influencia brasileña es evidente. Allí han trabajado Parreira, Lazaroni o Zico, varios de los entrenadores con más credibilidad de Brasil. Y se reclutan a buenos futbolistas como Álex o Roberto Carlos, que rechazan mejores cosas, porque les gusta lo que hay en Turquía. De hecho, esta gente constituye la base del Fenerbahçe lo que significa un fútbol a fuego lento, nada que ver con la histeria que procede desde la grada.

Habrá reglas, sin embargo, que ni a Guiza ni a Luis les serán fáciles de romper. “Allí es difícil ganar fuera, porque los campos son pequeños y la afición rival respira encima tuyo”, asegura Guina, que este año debió acostumbrarse “a la nieve en invierno y a no probar la carne de cerdo”. Pero eso para él y para Roberto Carlos no es reproche, porque la sustituyen por “la de cordero”. Y, de postre, un yogur. En realidad, para ellos Turquía es una bendición. Para otros como el Burrito Ortega, aquel delantero argentino tan complicado, no lo fue. Al poco de estar en el Fenerbahçe, huyó a Holanda, donde estaba su selección, porque no se acostumbraba a Estambul. Pero eso ya va con la persona. Afortunadamente, Güiza y Luis son hombres de mundo.

Llegan ambos a la parte asiática de Estambul, en el barrio de Fener, donde se ubica el Sükrü Saraçoglu, el estadio del Fenerbahçe. Allí se hablará castellano a la fuerza, entre otras cosas porque el idioma turco es casi indescifrable. Roberto Carlos va a cumplir un año y no habla más de tres o cuatro palabras. Pero en el Fenerbahçe saben que eso es lo normal. A Roberto Carlos le acompaña un traductor a todas partes. A Luis también en estos primeros días de pretemporada en Kitzbühel. Y cuando llegue Güiza le pasará igual.

Hace años no se hubiese concebido que un delantero como Güiza emigrase a Turquía. Pero ahora el negocio inmobiliario ha invertido de veras en el fútbol. Aziz Yildirim, el hombre que pagará seis millones a Luis y a Güiza, es un constructor que sueña con fotografiarse con la Copa de Europa en la plaza Taksim. Y hasta que lo logre no reparará en gastos. Gente como él o Adnan Polat, su colega en el Galatasaray, han convertido la liga turca en tierra prometida para el futbolista. Antes, los argentinos, si no iban a Inglaterra, España o Italia preferían Méjico. Ahora, Turquía. Norberto Arizmendi, uno de los intermediarios con más contactos del país, lo dice abiertamente: “Turquía es una buena plaza: cobras bien y juegas la Champions”.

Roberto Carlos lleva un año y está “encantado” en Estambul. Vive de lujo y, a diferencia de la población turca de a pie, para ir a trabajar no tiene que cruzar el puente que separa la parte asiática de la europea. Los descomunales atascos de la ciudad los escucha en los telediarios. Pero esto es algo que le sucederá a Luis y a Güiza cuando se instalen en Estambul, una ciudad de 12 millones de habitantes y de una belleza que envuelve con sus mezquitas, su plaza Taksim o su querido crucero por el Bósforo.

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