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Un Mundial a la baja

EDUARDO ORTEGA

El estadio estaba repleto. Bueno, más que eso. Cerca de 200.000 personas abarrotaban Maracaná, en Río de Janeiro, para asistir a lo que todos esperaban: la coronación de Brasil como campeón del Mundo por vez primera. El choque, ante Uruguay, arrancó como era de prever pero acabó de la manera que ya todos saben, con el mayor desastre futbolístico de su historia. Hoy, sesenta y cuatro años después, y erigida en la selección con más entorchados, la canarinha vuelve a albergar el torneo y nadie aguarda algo que no sea que se alce con su sexto Mundial el próximo 13 de julio en Río de Janeiro. Un torneo, el que comienza esta noche, golpeado por las bajas, los precarios estados físicos, las protestas, la corrupción, las dudas y las prisas.

La historia, por tanto, se repite. Si entonces tenía a Friaça o Zizinho, hoy cuenta con otros como Oscar o Hulk. Y sobre todo Neymar. Todo el país confía en que el talentoso delantero del Barcelona guíe a los suyos hacia esa final en Maracaná. Requerirá de su mejor versión, que por lesiones u otras cuestiones más o menos deportivas, apenas ha aparecido en todo el curso en la ciudad condal. Es diferente, sin embargo, el fútbol de los de Scolari que el de los azulgranas. Juega el Barça para Messi, con el ex del Santos de actor secundario, mientras que en la seleçao es el intérprete principal; todo gira en torno a él.

No se espera otra cosa de la canarinha que el guión que interpretó en la Confederaciones el verano anterior, en la que desplegó un juego vigoroso, rápido, muy físico y con un ataque demoledor comandado por el punta culé. Arrasó hasta a España en la final. Scolari, eso sí, sujeta la tradicional filosofía de jogo bonito para que el potro no se desboque antes de tiempo. Avezado ya en mil batallas, Felipao prefiere contener en cierta medida ese estilo preciosista en beneficio del resultadismo. Se encuentra, por su parte, La Roja ante el mayor desafío jamás visto: encadenar dos trofeos continentales y otros dos mundiales, y que además uno de estos últimos sea en tierras sudamericanas, donde ninguna selección europea ha salido victoriosa. Ha elegido para ello Del Bosque 23 jugadores que son más una continuación del bloque que una renovación. El mismo grupo que ha alcanzado la gloria a golpe de imponer un estilo indiscutible basado en el poderoso y talentoso mediocampo. Con ases de la talla de Busquets, Xavi, Silva, Iniesta o Xabi Alonso. Nadie iguala ese centro del campo y ese es el arma, junto con la posesión del balón, con la que agredieron y agredirán los actuales campeones.

Es este Mundial seguramente el último de esa generación gloriosa, incomparable. Casi con toda probabilidad, no habrá más para Xavi, Xabi Alonso, Casillas, Villa y quién sabe si tampoco para Iniesta, héroe eterno por su gol en Suráfrica. Pero vienen detrás otras hornadas que ya están presentes en parte en Brasil. Es el caso de los De Gea, Azpilicueta o Koke. Y muchos que no han entrado en la lista definitva. La gran novedad es la de Diego Costa, un delantero distinto para España. Aguerrido, luchador, goleador y excelente rematador, será crucial para que La Roja vuelva a hacer historia. No lo tendrá nada fácil. Un grupo muy complicado y un debut aún más difícil pondrán a prueba la resistencia de los chicos de un Del Bosque que continuará pase lo que pase. Holanda y Chile son dos grandes equipos, pero con matices. La oranje está en pleno proceso de renovación y cuenta con muchos jóvenes dirigidos por el 'sargento' Van Gaal. Chile despliega un juego físico y excelso, pero tiene entre algodones al hombre que lo mueve. Aún con Alexis, la de Arturo Vidal sería una baja demasiado sensible para los de Sampaoli.


Un hombre vestido con los colores de Brasil protesta frente a varios policías en Sao Paulo hace unos días. NELSON ALMEIDA / AFP

Contando con Brasil y España como grandes favoritas, no puede olvidarse a la Argentina de Messi y la poderosa maquinaria de Alemania. Con Portugal, Francia o Italia vestidas de eternas aspirantes, convendría no despistarse demasiado y mirar, aunque sea de reojo, la nómina de secundarias como Bélgica, Croacia o Inglaterra. No hay en esta edición grandes selecciones fuera. Están todas las que tiene que estar. Todas las campeonas y las grandes aspirantes. Sí hay importantes futbolistas ausentes, por lesión, por decisiones técnicas o porque su país no se clasificó. No estarán Ribéry, Reus, Bale, Tévez, Ibrahimovic, Thiago, Falcao, Walcott, Lewandowski o Valdés. Con ellos y otros se podría formar un once de gala. Hay que tener en cuenta, asimismo, que otros muchos llegan en un estado físico ciertamente delicado. Principalmente los europeos, que acabaron la temporada hace apenas un par de semanas. Es el caso de la columna vertebral de La Roja o de Cristiano Ronaldo. El portugués será una de las estrellas del torneo, junto a Messi, Iniesta, Neymar, Götze o Luis Suárez. Y curiosamente ninguno de ellos arriba en su mejor momento.

Será, asimismo, un Mundial de contradicción. El país que probablemente más ama el fútbol lo usará para clamar contra los fastos destinados -más de 11.000 millones de euros- por el Gobierno de Dilma para el torneo, en lugar de para la sanidad, la educación o el transporte. Si el verano pasado, durante la Confederaciones, las protestas fueron tan numerosas como lo fue la represión policial, un año después no se espera algo diferente. A las protestas de 2013 se han sumado a lo largo de estos meses distintos colectivos para manifestarse y convocar huelgas. Como la que en los últimos días -en el metro- ha desatado el caos en Sao Paulo, la ciudad que hoy ve el estreno de Brasil entre dos estados de ánimo: la pasión y la protesta.


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