Este artículo se publicó hace 14 años.
Paulo Bento, el coleccionista de tarjetas
No sólo es seleccionador de Portugal. También es socio del Oviedo, donde jugó cuatro imborrables temporadas (1996-2000), en las que se conocía a la sociedad que formaba con Onopko en el medio campo como que el dúo sacapuntas. A menudo, discutían en el vestuario acerca de cuál de los dos tenía el carácter más fuerte. La realidad es que los dos hoy son entrenadores: Onopko es el segundo del CSKA de Moscú y Paulo Bento dirige a Portugal. "Me acuerdo que en aquella época no paraba de hablar en el campo", señala Vili, gerente del Oviedo, que ahora se mueve por Segunda B. "Quería estar en todos sitios y no había forma de que callase. Hubo un año en el que le enseñaron 14 tarjetas y yo me aposté con él que, al siguiente, superaba esa cifra. Así fue. Recibió 21 y, claro, le gané la apuesta".
Paulo Bento (1969) llegó el año en el que empezó la Ley Bosman. Jugó en un Oviedo con magníficos futbolistas como Pompei, Dely Valdes, Nadj o el fallecido Dubovski, pero nadie dejó su huella. "Estaba muy comprometido", recuerda Oli, que jugaba en ese Oviedo y ahora dirige al Betis B. "Hizo mucha relación con mi padre que aún conserva, porque comía casi todos los días en Casa Pedro, la sidrería de debajo de mi casa, e impresionaba la cantidad de horas que pasaba hablando de fútbol. Mi padre siempre decía que este hombre era un lujo para tantos chicos de la cantera como jugábamos en ese Oviedo".
En realidad, aquel futbolista tenía madera de entrenador y él mismo lo justificaba. "Jugaba por delante de la defensa y decía que los de atrás, al verlo todo de cara, son los que mejor ven el fútbol", explica Berto, que coincidió tres temporadas con él en un Oviedo, que dirigió gente del prestigio de Tabárez, Antic, Lillo o Luis. Paulo Bento jugaba siempre, incluso hasta con ojeras, lo que mitifica el recuerdo de su carácter en Asturias.
"Yo siempre recordaré aquel viaje que hice en coche con él desde Oporto", añade Vili, entonces delegado, "tras jugar con su selección, hasta Oviedo. Llegamos a las siete de la mañana y le dejé en el hotel Acampada, donde estaba concentrado el equipo, para jugar por la tarde. Hizo un partido fantástico. No había dormido en toda la noche porque tenía miedo de que yo me durmiese al volante, pero tenía ese carácter ambicioso que vemos a Cristiano. Cuando oigo hablar a este es como si escuchase a Paulo".
"A menudo viene por Oviedo y parece que fue ayer", recuerda Vili. La hinchada siempre le pide que venga a entrenar al Oviedo. Paulo sonríe, pero no miente: "No me gusta pensar en proyectos a tan largo plazo". Hoy, está en otra categoría: es uno de los entrenadores más reputados de Europa. Triunfó en el Sporting de Lisboa, donde hizo debutar a Nani o a Veloso, y consiguió grandes cosas. Sumó tanto prestigio que Portugal lo eligió como seleccionador y, en su primer partido ante Dinamarca, Cristiano le dio las gracias. "Hacía tiempo que no disfrutaba tanto en la selección", le confesó. Y a Vili, en Oviedo, no le extrañó, porque "tienen el mismo carácter".
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