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Pelea de gallos entre Messi y Neymar

ALFREDO VARONA

Incapaces de llevar al Barça a semifinales de la Champions, de ganar la final de Copa del Rey o de acabar con el Atlético en la Liga, Messi (Rosario, 1987) y Neymar (Sao Paulo, 1992) lideran el Mundial. Al menos la tabla de goleadores, con cuatro cada uno. Una cifra que los separa de los demás y los juzga como los héroes de dos países como Argentina y Brasil con una tradición infinita en el fútbol. Al fondo queda una discreta temporada en el Barça en la que Messi, a partir de la primavera, desapareció del mapa y Neymar prácticamente no apareció. La primera pregunta es por qué. La segunda es cómo es posible una transformación tan extraordinaria y casi inhumana. Siempre hay más nivel en una Copa del Mundo que en un campeonato de Liga.

Neymar gestiona la presión en Brasil con 22 años sin engañarse a sí mismo. 'Antes del Mundial ya dije que no me sentía presionado, porque toda mi vida he deseado jugar un campeonato así'. Sin embargo, en el Barça, donde ni siquiera tiene derecho al número 10, no goza de esa jerarquía que necesita, porque está Messi. Es más, Neymar ha jugado mejor cuando Messi ha estado lesionado que cuando ha coincidido con él. Por eso, aunque los dos no hagan más que repartirse elogios en público, se sospecha de su compatibilidad. Hay quien dice que ése es uno de los motivos por los que Messi ha pedido el fichaje de Higuaín o Agüero para la próxima temporada. ¿Dónde quedaría Neymar entonces? La respuesta de Scolari, el seleccionador de Brasil, es que 'como siga jugando por la derecha, que es donde le ponía Martino, nunca triunfará en el Barça'.

Triunfar en el Barça al lado de Messi no parece fácil. De hecho, no lo han logrado ni Eto'o ni Ibrahimovic ni Villa ni Alexis ni, de momento, Neymar. Messi es un hombre que prefiere el equipo a su alrededor como sucede en Argentina, donde no se le reprocha nada. Ni siquiera el entrenador Alejandro Sabella, que dice que 'la única manera de llevarle es no tocarle las pelotas' y admite lo que le pide. La última cosa ha sido, tras el primer partido ante Bosnia, la de jugar con tres delanteros. Messi ha correspondido con cuatro goles letales sin los que Argentina no se hubiese clasificado. Todavía alejado del futbolista que fue, al menos ha recuperado esa trascendencia en el marcador que ya había perdido en el Barça. El famoso periodista argentino Rodolfo Chisleanchi decía llevar razón a principio de temporada cuando pidió: 'Olvídense de Messi', y apeló a 'la mente del genio', sin necesidad de extenderse: 'El genio no está triste ni incómodo', añadió. 'Sólo tiene la cabeza y el objetivo en otra cosa que es el Mundial'.

Que no hayan sido compatibles este año en el Barça no significa que sus ambiciones sean incompatibles. No pelean por un título; pelean por un sueño. Los dos tienen la sensación de que viven un campeonato irrepetible. Neymar, a los 22 años, porque sabe que nunca más volverá a jugar un Mundial en Brasil y Messi, porque a los 27 años se siente convencido de que puede ser 'ahora o nunca'. Juega el tercer Mundial de su vida y, a diferencia de los otros dos, en los que el país sospechaba de su capacidad para heredar a Maradona, ahora no. Ahora, la vehemente prensa argentina le pide a Sabella que obedezca a Messi 'para recuperar el título de México 86'. Brasil, sin embargo, nunca ha tenido ese problema con un Neymar al que sitúa al nivel de Pelé. Máxime desde la Copa Confederaciones del año pasado en la que Ney arrasó totalmente a España en la final.

La torcida le pregunta a Neymar cómo se puede ser el líder de Brasil y uno más en el Barça. La historia no concibe que el número 10 de la pentacampeona sea un actor secundario en un club. ¿Quién se hubiese imaginado a Pelé, a Garrincha, al mismo Zico, disgustados en el Barça? Pero esta es una vieja consecuencia de la Ley Bosman que ha convertido a los clubes en legiones de estrellas cosmopolitas. Cuando Messi llegó al primer equipo del Barça se encontró con Ronaldinho. Tuvo que pasar por encima de él para imponer sus condiciones hasta ganarlo todo. Ahora, que sabe que lo único que le falta es un Mundial, ha llegado a Brasil tan mentalizado que no quiere que pase nada. La prueba fue ante Nigeria, donde admitió su cambio a falta de media hora, algo que casi nunca pasa en el Barça, donde le gusta, o le gustaba, jugarlo todo. Pero ni él ni Neymar, ninguno de los dos jamás estuvo tan cerca de Maracaná, el 13 de julio, la final de un Mundial.

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