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Triunfo sin espinas

Mourinho alinea un equipo sin su columna vertebral y gana fácilmente a un Levante temeroso

LADISLAO MOÑINO

 

Por una sanción y porque el Lyon está a la vuelta de la esquina y es su obsesión, Mourinho despojó al Madrid de su espinazo central: Casillas, Pepe, Xabi Alonso, Özil y Adebayor. Todos ellos ocupantes de esa línea central que va de portería a portería sobre la que se vertebra un equipo. Lo que esa alineación deparara en el marcador lo resolvió pronto Benzema. Di María cimbreó la cintura entre dos defensas del Levante y su centro raso lo empujó el nueve que menos agrada a Mourinho.

Con el resultado aclarado, el partido se aprestó al análisis de lo que es el Madrid sin espacios. La propuesta del Levante invitaba a ello. Su entrenador ordenó juntar líneas por detrás de la línea de centrocampistas y se encomendó a lo que le cayera a Caicedo, que podía ser muy poco. Le pesaron demasiado los ocho goles de la Copa al Levante y eso le provocó un estatismo conservador.

De los jugadores ofensivos, sólo Benzema, que marcó, es colectivo

Se da por sentado que pocos equipos en el mundo interpretan tan bien el contragolpe como el Madrid, que también es bello cuando es vertiginoso. Este equipo es capaz de encadenarlos sin descanso cuando el rival le deja espacios. Pero también es una realidad que ante equipos que guardan las posiciones, cuando hay que pensar y convertir el juego en un entramado de movimientos y toques en espacios cortos, a este equipo le cuesta. En realidad es un problema que arrastra desde hace varias temporadas, que ningún entrenador ha solucionado y que Mourinho tampoco ha trabajado mucho.

Tampoco lo favorece cuando alinea a Lass y a Khedira juntos. Cada pase de la pareja fue un mero un trámite para llevar el balón a los de arriba. ¡Que inventen ellos! Pero Kaká no ha inventado casi nada desde que viste la blanca. Así que, una vez más, ante un equipo replegado, el Madrid se entregó al regate, lícito y loable como recurso, pero que convierte el plan de Mourinho en un canto al individualismo, a la resolución por la vía rápida y a la inspiración individual.

De todos los jugadores ofensivos que alineó, sólo Benzema entiende primero el juego como asociación. El desequilibrio corrió esta veza cargo de Di María. Después de generar el primer gol, probó a Munúa con un chut lejano y le dio un pase en profundidad a Cristiano, que una vez más estuvo más pendiente del gol que del juego en sí.

Lass y Khedira juntos son planos, convierten el pase en un mero trámite

Sin ese espinazo central, el Madrid perdió alma para imprimirle ritmo al juego. Mantuvo el dominio y la espesura de su fútbol. Una jugada a balón parado le ayudó a cerrar el partido. Carvalho, con el interior y a media altura, conectó una falta lateral golpeada por Cristiano con más intención de buscar portería que de ser un pase.

El triunfo fue soso, pero lo aliñó los dos puntos que hoy le separan del Barça. El tropiezo en Gijón le ha permitido al Madrid y al madridismo viajar del pesimismo en la Liga al a ver qué pasa. En ese estado vive Mourinho, con la cabeza en la Liga de Campeones y con un problema por resolver: jugar bien cuando el rival no concede espacios.

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