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Los bancos centrales optan por la prudencia ante la subida de la inflación y mantienen bajos los tipos de interés

Un otoño adverso, con cuellos de botella en las cadenas de suministros de la industria y el comercio y la escalada de precios energéticos, ha desbordado los IPC y ralentizado las economías desarrolladas. Las autoridades monetarias se inclinan, de momento, por conservar su política laxa para espolear el ciclo pos-COVID.

Un cambista vende billetes de dólar en Ankara (Turquía).
Un cambista vende billetes de dólar en Ankara (Turquía). Cagla Gurdogan (Reuters)

Los bancos centrales han activado sus sistemas de alarma. Vigilancia máxima. Porque el ciclo de negocios no cesa de emitir señales de súbitos cambios de rumbo de la coyuntura internacional. Bandazos que los radares monetarios registran como la entrada en un horizonte de calma tensa, lo que en la jerga reguladora se conoce como una fase de wait and see. O, dicho de otro modo: sin precipitarse, pero con el ojo avizor, y listo para actuar.

Porque los acontecimientos parecen precipitarse y confluir en una especie de antesala de una hipotética -posible, aunque también poco probable- estanflación que, en cualquier caso, todavía está muy lejos de ser proclamada. Y que ya airea tasas oficiales que registran un aminoramiento de las dinámicas de crecimiento a lo largo del tercer trimestre y saltos extraordinarios de precios en la práctica totalidad de las latitudes de rentas altas. Así como una sucesión de turbulencias de muy variada índole -desde el orden comercial al terreno productivo-laboral o de los mercados inmobiliarios- que emergen en pleno asentamiento del despegue de la actividad.

Porque la última semana de octubre trajo consigo una información económica de suma relevancia. Hasta el punto de haber alterado los análisis de las autoridades monetarias. Pero ¿en qué punto de deliberación se encuentran? Y, sobre todo, este enrarecimiento del clima ¿va a adelantar subidas de los tipos de interés?, ¿o la supresión de los programas de compra de deuda corporativa y soberana?

A juzgar por la interpretación oficial de los bancos centrales el debate es aún prematuro, aunque existe, y empieza a ser una constante en sus comités de decisión y se ha convertido en candente entre los analistas del mercado. Christine Lagarde ha sido la última voz de entre los responsables monetarios en dar su versión. La presidenta del BCE acaba de reforzar su apuesta por el actual precio del dinero ultrabarato en la zona del euro, de apuntalar la estrategia monetaria en vigor, que sigue viva -dijo- a pesar de un salto de la inflación más brusco y elevado de lo esperado y de desmarcarse de las predicciones que auguran el abandono de los tipos de interés próximos a cero el próximo año.

Si bien, al mismo tiempo, dejó constancia de que algo se está moviendo entre bastidores; en el seno de su comité ejecutivo, en Fráncfort. Porque el apelativo "temporal" con el que tanto el BCE como la Reserva Federal e, incluso, otros grandes bancos centrales como el de Inglaterra (BoE) han venido definiendo la reaparición del espectro inflacionistas -después de casi dos largas décadas en estado de hibernación- empieza a difuminarse.

Tal y como apunta a Bloomberg el estratega de ING Groep NV, Antoine Bouvet, para quien "fue especialmente duro para Lagarde dar una versión creíble al mercado sobre sus preocupantes expectativas de precios nada más admitir que la inflación fue el asunto monográfico de la reunión del BCE" del pasado jueves. De ahí su significativo "no me corresponde a mí decir si los mercados están en lo cierto".

El consenso inversor habla de alza de tipos en septiembre de 2022 y de final de prórroga de los estímulos monetarios -programa de compra de activos- a partir de marzo. Una fecha temporal que anticipan, incluso, al otro lado del Atlántico. En los dos principales bancos centrales, la lucha entre halcones y palomas parece haberse declarado.

A cuenta de la subida de la inflación -unos, los partidarios de la vuelta a lo que la doctrina neoliberal llama la ortodoxia monetaria-, o de la arritmia de los PIB, los menos propensos a alejarse de los programas de estímulo y la laxitud que rige el precio del dinero. Quizás por todo ello, un decálogo de asuntos pendientes de resolver, pueda arrojar cierta luz a la alambicada encrucijada a la que se enfrentan los bancos centrales.

El cuello de botella del comercio global

El coste de un container para transporte marítimo se ha cuadruplicado. Su envío de Shanghái a Nueva York ha pasado de valer 2.500 dólares a 15.000. Puertos colapsados; cancelaciones masivas de contratos de buques mercantes o dificultades de tránsito en choke-points -pasarelas de navegación- desde el bloqueo del Canal de Suez por parte del mega-carguero Ever Given, a finales de marzo, han abonado el terreno de una crisis logística inesperada. En pleno aumento de la demanda, y cuando las empresas se afanan por restablecer sus cadenas de valor tras la Gran Pandemia.

El libre comercio -alertan desde Foreign Policy- ha muerto, mientras nace un modelo de intercambio de mercancías de "riesgo gestionado". Apple es una de las últimas multinacionales en justificar sus caídas de resultados del tercer trimestre por el descenso de sus líneas de comercio, y da por descontado una campaña navideña que será incapaz de atender la demanda de sus principales mercados.

Las cadenas productivas siguen en restauración

Un fenómeno con vasos comunicantes en casi la totalidad de sectores. Una reciente encuesta de Deloitte precisa que es la gran preocupación entre los ejecutivos de compañías transnacionales. Un 64% así lo cree, al admitir un bloqueo de los suministros, que los inventarios de los comercios minoristas están bajo mínimos y al anticipar que los consumidores verán encarecer sus compras en el tramo final del año; con reducciones de las promociones comerciales y de campañas emblemáticas como las del Black Friday o las de Navidad, para las que vislumbrarán problemas de abastecimiento.

Expectativas del consumo en caída libre

Entre los consumidores de la zona del euro se muestra una inquietud por las presiones inflacionistas desconocida desde 1993, según el barómetro de la Comisión de octubre. Ante la poca credibilidad que les genera la "larga fase de temporalidad" de los precios del discurso oficial del BCE, frente a su sensación de que la tendencia alcista de los IPC se está asentando como un fenómeno "más persistente que amenaza la recuperación" y que se aleja del diagnóstico del banco emisor.

En EEUU, la contracción del gasto de los consumidores ha sido elocuente en el tercer trimestre; hasta el punto de retraer en 2,3 puntos porcentuales el dinamismo del PIB. Con industrias como la automovilística bajo mínimos productivos y con unos stocks vacíos por el intenso y nada fugaz déficit de entrega de pedidos de microchips, material electrónico y componentes.

Ralentización económica…

El PIB americano del verano ha activado las alarmas. Su alza apenas ha sido de un 2% en términos interanuales y seis décimas por debajo de unas previsiones ya a la baja. Sostenido por el gasto de las familias -cuyo poder adquisitivo, a su vez, se ha sustentado con los últimos programas de estímulo fiscal-, que creció, aunque de forma anémica, en un 1,6%. Pero que deja un ritmo de actividad muy por detrás del 6,7% del periodo abril-junio, cuando el consumo personal saltó hasta el 12%, como acaba de revelar el Departamento de Comercio.

Por si fuera poco, la réplica en Europa ha sido inmediata. El repunte de la economía del euro ha sido algo más intenso, del 2,2%, bajo el impulso de los PIB de Francia e Italia, en tasas del 3%, y que contrarrestan las más decepcionantes de Alemania (1,8%) y España (2%), que permanecen por debajo de las expectativas y desvirtúan los cuadros de previsiones de sus gobiernos. En el caso hispano, para cumplir con ellas, la economía debería crecer un 6,5% en el trimestre final. Con el repunte del verano, el PIB se queda aún a diez puntos de los niveles previos a la pandemia.

… con altas tensiones inflacionistas

Porque los precios, en Europa, han saltado hasta el 4,1% en octubre, una cota desconocida desde 2008, en los meses que precedieron a la crisis financiera y en España, hasta el 5,5%, la mayor desde 1992 y 1,5 puntos por encima de las predicciones. En EEUU, en los últimos doce meses, los precios se han encarecido hasta un 4,5% -solo una décima por debajo de la alemana en octubre- tras repuntar al 5,4% en septiembre y, lo que es peor, con una evolución del índice subyacente, que excluye combustibles y alimentos, en niveles similares a los de la tasa general. En la zona del euro, este barómetro se sitúa en el 2,1%; sobre el límite inflacionista del BCE y en su nivel más elevado en casi dos décadas.

Pero sin temor a la estanflación

Al menos, por ahora, desde las autoridades gubernamentales, instituciones multilaterales bancos centrales, que parecen conjugarse en ni siquiera mencionar esta posibilidad. Aunque, eso sí, sin el beneplácito del mercado. La secretaria del Tesoro, Janet Yellen, es la última jefa económica que insiste en que la inflación es transitoria y que los precios de la energía se moderarán en los próximos meses.

Mientras la economista jefe del FMI, Gita Gopinath, hacía hincapié en que no se puede hablar de ralentización con un crecimiento del PIB mundial del 5,9% este año, según las predicciones de la reciente cumbre otoñal del Fondo, y la presidenta del BCE, avanzando que los programas de compra de deuda seguirán su curso, pese a que "paulatinamente" irán aminorando su capacidad, como determinan y admiten las últimas actas de la institución; eso sí, después de calificar de "comparación odiosa" el levantamiento de estos programas de estímulo monetario a corto plazo en otros bancos centrales, en referencia a la Reserva Federal.

Y pese a que en Fráncfort convivan los partidarios de posponerlos y los que prefieren cancelarlos para ponerlos de nuevo en marcha si fuera necesario para impulsar el dinamismo y fomentar los flujos crediticios.

El 'energy crunch' se toma un respiro

Con la llegada del viento, la eólica vuelve al recuperar parte del protagonismo perdido y ha hecho descender el recibo de la luz hasta los 120 euros megavatio hora, el precio de agosto, en España. Un respiro. Todavía insuficiente a todas luces, pero que se puede conjugar con otros dos elementos geopolíticos de primer orden.

El mandato de Vladimir Putin a Gazprom de redoblar los envíos de gas a Europa y de nutrir sus stocks, que ya ha logrado bajar el precio de la materia prima origen de la escalada de los precios energéticos. Y, a escala nacional, el principio de acuerdo entre España y Argelia para garantizar el suministro de gas a través del gasoducto Magreb-Europa (GME).

Aunque el petróleo puede deparar sorpresas más bien negativas. Bank of America, por ejemplo, no descarta un valor del barril de tres dígitos a lo largo del invierno si las tensiones productivas en el seno de la OPEP se recrudecen y el invierno es especialmente riguroso.

En medio de un 'boom' de mercados inmobiliarios

Con algunos análisis de mercado que sitúan a 43 grandes capitales del mundo con crecimientos en los precios de viviendas del más del 10% entre el primer trimestre del 2020 y el primer trimestre del 2021 y bancos centrales como el del Reino Unido, que mira bajo lupa el estrés financiero de unas hipotecas que han crecido hasta en un 51,6% en el tercer trimestre, al calor de los tipos de interés cercanos a cero del BoE.

Muy en especial, en las ciudades con alta tensión inmobiliaria. El Banco de Inglaterra podría ser, por este motivo, el primero de los grandes en mover ficha alcista en los tipos de interés. Aunque no el único. Dado que el Gobierno neozelandés ha ordenado, con una reforma legislativa de urgencia, a su banco central que incluya el análisis del sector inmobiliario como prioridad esencial de su gestión monetaria.

Las voces del mercado se suman a la 'ortodoxia'

Cada vez con mayor insistencia voces como la del expresidente de la FED, Alan Greenspan o Mohamed El-Erian, asesor económico de Allianz y ex estratega jefe de PIMCO, se suman al coro de discursos que defiende movimientos de tipos en EEUU.

Greenspan asegura que "los precios presionan con fuerza" y que su evolución prueba que "no resultan ser un comportamiento transitorio", sino una "amenaza" sobre la reactivación que, "desafortunadamente, mantendrá el indicador por encima del 2% de promedio de las dos décadas pasadas". Para Greenspan, además, puede ser el detonante de otros problemas futuros, dijo en una nota a inversores de Advisors Capital Management, porque habrá otras fuerzas que tiren al alza de la inflación.

Por su parte, El Erian insiste en que su propagación podría entorpecer las políticas monetarias que faciliten el asentamiento del ciclo de negocios, además de los planes de reformas económicas hacia la transición energética verde. "La inflación no es tan transitoria como nos quieren hacer ver desde los bancos centrales", apostilla. El presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, se mantiene firme en su pronóstico de un IPC por debajo del 2% el año próximo.

Mientras el mundo entra en una espiral de salarios

Una brecha que atenaza la actividad, ante la creciente demanda de trabajos como el del transporte por carretera o en la hostelería. Para los que el propio presidente estadounidense, Joe Biden, ha reclamado a los empresarios unas "mayores retribuciones" para satisfacer sus necesidades.

Es otro de los fenómenos que señalan al combate entre la vieja y la nueva economía que han sacado a relucir bancos de inversión como Goldman Sachs o fondos que adquieren activos con criterios ESG. Es decir, entre las empresas de combustibles fósiles y las industrias con bajos índices de digitalización, que han impulsado los precios energéticos y han entorpecido el suministro y el comercio, y las fuerzas partidarias de espolear la tecnología y la sostenibilidad.

Entre las naciones de rentas altas, la última década ha presenciado una calma total de salarios y precios. La remuneración media en Reino Unido, Italia o Japón era, al inicio de la epidemia, similar al de la mitad de la primera década del siglo. Y en EEUU, su crecimiento entre 2015 y 2019 fue del 2,9%, frente al 2% que subió la inflación en ese mismo periodo.

Sin embargo, la escalada de precios va a distorsionar más este diferencial. En España, la moderación ha presidido el año. Con alzas por convenio del 1,4%. Con el IPC en el 5,5%. Y explicar, como admite The Economist, los desajustes entre la oferta y la demanda en los mercados laborales.

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