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La crisis climática se lleva por delante la mitad de la cosecha de cereal de España

La sequía hunde la renta agraria y provoca una escasez de paja y forraje que dispara las alarmas en el sector ganadero y amenaza con disparar la cotización de la carne mientras los precios finales de los alimentos asfixian al consumidor.

27/02/2017 - Campo de tierra
Imagen de un campo de tierra cuarteado por la sequedad. PxHere (CCO)

"La escasez o inexistencia de lluvias durante prácticamente todo el invierno y la primavera, sumado a las altas temperaturas primaverales, ha provocado una bajada de producción histórica" en el cereal en toda España, señala el último número de las Informaciones Técnicas del Gobierno de Aragón.

Los motivos de esa campaña históricamente desastrosa se encuentran en los efectos que el calentamiento global está teniendo en la meteorología de la península ibérica, en la que, al igual que en el resto del planeta pero con especial intensidad en áreas como la mediterránea, los fenómenos extremos como sequías, aguaceros, vendavales, heladas y pedrisco ya llevan varios años azotando con una intensidad creciente a las explotaciones agrícolas.

"La sequía ha afectado a la producción en el campo, en muchos casos provocando granos diminutos e incluso en los secanos más áridos, campos con espigas que no llegaron a fructificar", describe el informe, que reseña también los efectos de la sequía meteorológica en la hídrica y, con ella, en la escasez de recursos.

"La situación de la reserva hídrica hasta junio fue crítica, lo que provocó reducciones importantes en los cupos de riego para la campaña, la cual se vio algo aliviada con las lluvias de junio, pero que ni mucho menos han arreglado la situación", anota.

La reducción de las cosechas ha sido superior al 50% si se tiene en cuenta la media del periodo 2018-2022 y de casi dos tercios (63,9%) si la referencia es la producción de 2020, en la que se superaron los 27 millones de toneladas.

El desplome hasta las 10.197 de este año incluye caídas de casi el 90% para las producciones de avena y de centeno y de en torno al 60% para el trigo duro y la cebada, cuyos balances sitúan a las comunidades mediterráneas (Catalunya, País Valencià, Murcia y Andalucía) junto con las dos del área sur de la meseta (Castilla la Mancha y Extremadura) como las más afectadas.

En esas seis comunidades la merma supera el 50% en relación con el año anterior, en el que la reducción de las producciones de cereal ya fue destacada.

"La causa es climática, especialmente por la sequía. El año pasado la producción vegetal cayó casi un 14% en España, y este año es todavía inferior", explica Judith Montoriol, economista de CaixaBank Research especializada en temas agrarios y de precios, entre otras áreas.

"Ha sido una cosecha terrible por el cambio climático", coincide José Roales, responsable de Cereal de la organización agraria COAG, que llama la atención sobre "una caída de la renta agraria que va a ser tremenda, porque llevamos dos años con cosechas espantosas pese a la subida de los precios para el consumidor, que ha sido completamente especulativa y que no tiene reflejo en lo que cobran los productores".

El desplome de la producción cerealista tiene varios efectos macroeconómicos entre los que destacan tres. Uno de ellos es la reducción de la renta agraria, que el año pasado ya registró una caída del -5,6% y que este, con un -4,7% interanual en junio, previo a la catastrófica cosecha, va a verse superada con creces en un cuadro al que hay que sumarle la subida de semillas, combustible y abonos.

Los otros dos son el encarecimiento de los costes de producción de alimentos transformados, como la pasta, las harinas y el pan, y el de la carne por la previsible (nueva) subida de los piensos y, como consecuencia, un empujón de segunda ronda inflacionista en los precios de venta al público de esos productos.

La mayoría de esos alimentos se consideran básicos y ya acumulan en los últimos dos años y medio de escalada inflacionista, según los datos del INE (Instituto Nacional de Estadística), subidas que duplican y triplican a las del IPC general, con encarecimientos acumulados de enero de 2021 a agosto de 2023 de más de la mitad para los huevos y la leche, por encima de un tercio para pastas, harinas y lácteos y superiores al 25% para el pan y la práctica totalidad de las carnes.

Sólo los precios de venta al público del azúcar (+113%), en este caso por motivos más relacionados con los mercados internacionales que con los locales, los aceites (+124%), las patatas (43%), la fruta (27%) y las conservas de legumbres (32%) presentan alzas de magnitud similar a la de los alimentos en cuya elaboración se utilizan cereales.

"Habrá una moderación de los precios, pero no una bajada"

Montoriol: "Se trata de caídas importantes, pero que tardan en trasladarse a los precios finales"

En el caso de la carne, al desplome de la cosecha en España se le añade la dependencia del exterior de su modelo de macrogranjas, que obliga a importar cantidades industriales de grano para alimentar a la cabaña: 18,7 millones de toneladas el año pasado, un volumen superior al de la cosecha local, con Ucrania (4,7 de maíz y soja), Brasil (4,3 de los mismos productos) y Francia (3,2 de trigo y maíz) como origen de dos terceras partes de ese género.

No obstante, Montoriol pronostica que ese factor no va a tirar al alza de los precios de venta al público de los alimentos: "somos importadores netos de cereal para pienso, cada año se trae prácticamente la mitad de la materia prima y ahora la necesidad de importar es mayor. Sin embargo, la cosecha no ha ido mal en el resto de la UE y los precios no están aumentando en los mercados internacionales, donde incluso hay bajadas", explica.

Esa caída de los precios internacionales del cereal, que alcanza el 27% en el caso del trigo, que vuelve a niveles similares a los anteriores a la oleada especulativa desatada al socaire de la guerra de Ucrania, va a frenar el encarecimiento de la producción ganadera, pero no los de los derivados del cereal, la carne, los lácteos o los huevos.

"Se trata de caídas importantes, pero que tardan en trasladarse a los precios finales por el encarecimiento de otros factores de la producción como, principalmente, la energía", señala Montoriol, que prevé "una moderación de los precios, pero no una caída", en el caso de los alimentos que se ofrecen en los lineales de los supermercados.

El inesperado factor de la escasez de paja y forraje

No obstante, hay otro factor que puede tirar al alza de los precios de los alimentos: la falta de paja de trigo y de cebada y de forraje, tanto de alfalfa como de veza y de avena, por las malas cosechas: hubo menos grano y también mieses con menos tallo.

El kilo de paja de cebada cotiza en la Lonja de León a 13,5 céntimos el kilo, el de alfalfa a 34 y el de veza a entre 30 y 37, y un ternero o una vaca necesitan en torno a cuatro kilos diarios mientras un cordero o una cabra requieren uno. Y, según las encuestas ganaderas del Ministerio de Agricultura, hay 6,5 y 16,9 millones de cabezas en España, respectivamente, lo que dispara el coste de esa demanda.

"Los rumiantes necesitan la paja o el forraje para su sistema digestivo. No sé qué vamos a hacer", explica Roales ante el desplome de las existencias y vistas las disparatas cotizaciones que podría alcanzar su importación el coste del transporte debido a su baja densidad (mucho volumen de poco peso).

"Cada vez va a haber menos alimentos y menos alimentos baratos. Y cada vez está yendo más gente a las colas de los bancos de alimentos", concluye Roales, que denuncia como en el campo "estamos con unos precios prácticamente iguales a los de antes de la guerra de Ucrania mientras alguien se lo está llevando de una manera cruda" en los tramos finales de la cadena alimentaria. "Los precios cada vez tienen menos que ver con la producción, es todo especulación, añade.

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