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La reforma laboral y el SMI disparan la masa salarial del país y sostienen el consumo y la actividad

Los datos históricos de aumento de la ocupación y de descenso del desempleo y la mejora de los salarios más bajos impugnan los augurios catastrofistas pese a la ralentización de la actividad.

10/08/2022 Dos obreros colocan una pieza metálica del cajón de obra durante las obras de ampliación del metrocentro de San Bernardo a Santa Justa en el barrio de Nervión, a 29 de julio de 2022 en Sevilla
Dos obreros colocan una pieza metálica del cajón de obra durante las obras de ampliación del metrocentro de San Bernardo a Santa Justa en el barrio de Nervión, en Sevilla. Joaquín Corchero / Europa Press

"A pesar de los malos augurios, estamos viendo cómo se han creado medio millón de empleos en el año y como tenemos la menor tasa de temporalidad en mucho tiempo y la cifra más baja de desempleo en quince años", explica el economista Eduardo Garzón, para quien "el principal cambio en el ámbito laboral entre 2021 y 2022 es la estabilidad del empleo".

Los datos con los que se cierra el primer año de aplicación de la reforma laboral son estos: 20,31 millones de afiliados a la Seguridad Social y el 16,96% de ellos asalariados, cifras que nunca se habían alcanzado en un cierre de año, con sendos aumentos de 471.697 y de 501.812, mientras entre los autónomos se da una caída de 118 (3,34 millones) que quizá no deba desvincularse del atractivo que comienza a tener el empleo por cuenta ajena frente al emprendimiento con el SMI (Salario Mínimo Interprofesional) en 14.000 euros brutos anuales.

Eso, por la parte que controla el Ministerio de Inclusión, que registra en diciembre, con 8.347, la primera merma en 20 meses. Por la de Trabajo los principales datos serían la caída del desempleo a 2,87 millones de trabajadores, el menor registro desde 2007 y tras un recorte de 268.252 en el año, junto con un aumento de 4,9 millones de contratos indefinidos y una merma de nueve en los temporales en relación con los resultados de 2019, el año precio a la pandemia.

Esa mayor estabilización del empleo, vinculada a los cambios en las normas de contratación que desde la entrada en vigor de la última reforma laboral están laminando los dientes de sierra que durante décadas han caracterizando la evolución de la ocupación en España, junto con las medidas de apoyo para paliar los efectos de una inflación que está mermando la capacidad de compra de salarios y pensiones y con el efecto de arrastre de las subidas del SMI (Salario Mínimo Interprofesional) están teniendo un efecto directo en el factor clave de la economía española: el consumo de los hogares, que durante la última década y media ha supuesto un 56% de la demanda.

"La combinación de la reforma laboral, las subidas del SMI y las ayudas por la inflación a la gente más necesitada está aumentando la capacidad de gasto", anota Garzón, que llama la atención acerca de cómo "personas que antes se veían empujadas al desempleo y no sabían cuándo iban a poder volver a trabajar se ven ahora con unas perspectivas de mayor estabilidad. Esa estabilidad en el empleo refleja una realidad personal que mejora y que anima a consumir".

La combinación de los factores

Los efectos de ambos factores, tanto la mejora del SMI como la estabilización del empleo, están afectando directamente a los sectores de trabajadores que se venían encontrando en situaciones de mayor precariedad por lo escueto de sus salarios, ya fuera por estar ajustados a los mínimos obligatorios o por no alcanzar ni siquiera esos niveles en el cómputo del año por no estar contratados con una jornada completa o por carecer de empleo durante una parte del año.

Se trata de un grupo de entre tres y cuatro millones de trabajadores cuyos ingresos, precisamente por su escasez, se destinan al consumo por carecer de capacidad de ahorro. En ese ámbito, a mayor salario y/o mayor tiempo de ocupación se generan mayores volúmenes de consumo, y una mayor resiliencia de este, que tiran al alza de la actividad económica.

En este sentido, conviene no olvidar que el SMI no superó el umbral de la pobreza hasta la revisión de finales de 2018, y que eso ocurría en el mismo país en el que hasta hace doce meses 4,3 millones de asalariados no tenían asegurado que fueran a trabajar todo el año y los contratos de 1,3 de indefinidos no llegaban a las 40 horas semanales, cifras que en septiembre (último dato disponible) habían bajado a 3,5 en el primer caso mientras subían a 1,5 en el segundo, al optar algunas empresas por la vía de la parcialidad para mantener la flexibilidad de sus plantillas tras comenzar complicárseles el recurso a la temporalidad como vía de precarización del empleo.

Esos datos suponen que en nueve meses la situación había mejorado en tiempo de ocupación para alrededor de 600.000 asalariados, a los que se suman los beneficiados por las mejoras del SMI, ya sea directamente o por arrastre, al provocar esas revisiones otras en las categorías superiores de las plantillas o cuando los componentes salariales se estructuran mediante la aplicación de complementos al SMI. 

"Se trata de algo beneficioso para el consumo, para la recaudación y para la
actividad económica en general", señala el economista, que recuerda cómo "la estabilidad y una mejor situación personal permite y anima a hacer compras que de otra forma no se harían", lo que activa una rueda de consumo que genera nuevas contrataciones: "lo que está empujando al alza la economía es el sector privado, en el que la aparición de una nueva clientela anima a contratar", añade.

Las 'dos Españas' del empleo y el salario

Organismos como la Agencia Tributaria llevaban ya unos meses detectando una clara tendencia al aumento de la masa salarial del país, es decir, del flujo de renta que va de los empleadores a los hogares vía salarios, algo que, no obstante y al mismo tiempo, para nada resulta incompatible con un abaratamiento del factor mano de obra ni con una tendencia a la congelación salarial como las que se dan en España, donde más de la mitad de los asalariados tienen congelado el sueldo.

En este sentido, el último Informe Mensual de Recaudación, elaborado con datos de noviembre, recoge cómo "las retenciones del trabajo crecen en el conjunto del año un 12,5%, fruto del aumento del empleo y de las subidas en los salarios y pensiones medios y en el tipo efectivo", en un diagnóstico que muestra 'dos Españas' laborales.

El grueso de ese aumento en la gran empresa, donde las relaciones laborales suelen estar reguladas por convenios colectivos, se debe a la subida de los salarios medios, mientras que en las pymes, que siguen aglutinando el 60% del empleo pese a su tendencia menguante y en la que ese elemento no siempre está presente, "casi la mitad" de la mejora es "procedente del aumento del empleo" mientras el resto se reparte entre los otros dos factores. Por el contrario, añade, "en lo que se refiere a las retenciones por los salarios públicos, el crecimiento en 2022 fue, hasta noviembre, de poco más del 5%, resultado, sobre todo, de las subidas del salario medio y del tipo efectivo y con una pequeña aportación del empleo”.

¿Frenazo, pinchazo, estabilización?

Esos incrementos de la masa salarial se dan en un contexto de actividad en el que las ganancias de las empresas llegan a alcanzar una media del 25% en relación con el año anterior, en un fenómeno que se da con más intensidad cuanto mayor es el tamaño de las compañías y que se encuentra en la base de las tendencias inflacionistas que llevan dos años zarandeando la economías familiares.

Todos los analistas coinciden en que esas tendencias de crecimiento del empleo, y con él de la masa salarial del país, se están enfriando; aunque nadie se decide a aventurar, por falta de datos y de perspectiva, si se trata de un frenazo, de un pinchazo, de una estabilización o de esa recesión que no acaba de llegar pese a la frecuente invocación de la que es objeto desde algunos ámbitos. "La tendencia en el sector privado se ha dirigido hacia subidas cada vez más moderadas, debido a la menor intensidad en la creación de empleo en los últimos meses con respecto a lo que se producía en la primera parte del año", apunta la Agencia Tributaria.

"Los datos de diciembre no son buenos ni en términos brutos ni en los desestacionalizados, pero eso hay que ponerlo en contexto", plantea Garzón, que sugiere prestar atención a aspectos como los efectos de las subidas de los tipos de interés, si se trata de una ralentización de la capacidad de creación de empleo por "una cuestión aritmética como que no siempre se puede estar creciendo" o si, como ocurrió en julio, se trata de una falsa alarma. "En unos meses veremos si se debe a algún de esas causas o a otras", apunta.

Organismos como Funcas, el centro de estudios de la fundación de las antiguas cajas de ahorro, advierte por su parte de que "la elevada volatilidad de los datos respecto a lo que era habitual antes de la pandemia puede reflejar un cambio en los patrones de estacionalidad", mientras CaixaBank Research anota que "el mercado laboral registró un débil comportamiento en diciembre, si bien los resultados para el conjunto del último trimestre y del año son positivos".

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