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Año devastador para la política

La gestión de la crisis económica y los casos de corrupción provocan la desafección de los ciudadanos

JOSÉ LUIS DE ZÁRRAGA

Como los datos del Publiscopio político se publican mensualmente, con los resultados agregados de cuatro semanas, para formar muestras estadísticamente robustas, hay que advertir de las fuertes fluctuaciones que han experimentado durante el último mes las intenciones de voto y simpatías declaradas de una semana a otra (incluso de unos días a otros), efecto del régimen de duchas frías mediáticas a las que han estado sometidos los electores: un día se levantan con la noticia que deja en estado de shock a la clientela electoral de un partido y al día siguiente es el otro partido el que escandaliza a los suyos.

Esto puede explicar, en parte, las diferencias que aparecen en los porcentajes de intención de voto que resultan en otras encuestas realizadas con muestras más pequeñas y trabajos de campo concentrados en pocos días. Reflejan fluctuaciones reales, pero pasajeras. Pero, más allá de esas fluctuaciones pasajeras muy importantes en estas semanas, los datos del pasado mes de octubre, cuando se comparan con los que obtenía el Publiscopio realizado hace un año, ponen de manifiesto un fuerte deterioro de la relación de los electores con la política, los partidos y los políticos.

El distanciamiento de la política se traduce en una caída de la intención de voto declarada

Aunque las proporciones de electores que declaran simpatías por los partidos han variado poco durante el último año en parte porque habían bajado ya respecto a años anteriores, los rechazos han crecido mucho. La proporción de electores que declaran que, con seguridad, no votarían a uno u otro partido en un futuro próximo ha subido tanto para el PSOE (siete puntos más desde octubre de 2008) como para el PP (cuatro puntos más); y además ha crecido en cinco puntos respecto a hace un año la proporción de electores que dicen que hoy no votarían a ningún partido.

Esta situación expresa una censura generalizada y un distanciamiento de la política que se traduce también en una fuerte caída de las intenciones de voto declaradas. Hace un año, ya en cotas de participación política bastante bajas, la proporción de electores que declaraban intención de abstenerse (o votar en blanco) era del 15%; hoy esta proporción ha subido cuatro puntos, hasta casi el 20%. Hay que tener en cuenta que los abstencionistas declarados son siempre muchos menos que los efectivos, y en las encuestas la intención de abstención normalmente no supera el 10%, aunque luego la abstención real triplique esa cifra.

En las estimaciones sobre tendencias de voto, la participación baja y los votos huyen de los principales partidos. Aunque el PP conserve, e incluso supere, el porcentaje de voto que obtuvo en las pasadas Elecciones Generales, lo consigue con menos votantes. Y, por su parte, el PSOE pierde diez puntos porcentuales y más de dos millones de votantes. Estos dos partidos que representan las dos alternativas reales de gobierno sumaban en las elecciones últimas casi un 84% del voto válido; en las tendencias actuales sus votos sólo representarían un 77%; el voto que no se queda en la abstención tiende a huir a los partidos minoritarios, no tanto por su atractivo del que no hay indicios como por la repulsión que sufre ante los partidos principales.

La imagen de los líderes ha empeorado mucho, lo que supone que la crisis no sólo es económica

En cuanto a los líderes políticos, en el Gobierno o la oposición, la situación no podría ser peor. Un 77% de los ciudadanos desconfía de Zapatero (es decir, confía poco o nada en él), una proporción que ya era baja en octubre del año pasado, pero que ha perdido a lo largo de este año casi quince puntos. Y un 87% desconfía de Rajoy, que baja aún cinco puntos del nivel ya muy bajo en el que se encontraba hace un año. Las puntuaciones que se atribuyen a la actuación de ambos líderes son rotundos suspensos entre 0 y 4 en más de la mitad de los casos; las medias se sitúan para ambos en torno al 4,0, un nivel históricamente muy bajo, al que raramente han descendido quienes gobiernan o aspiran a gobernar el país. En esa puntuación media Zapatero ha perdido nueve décimas en el año y Rajoy, que partía ya de una media muy baja, la ha rebajado aún otras dos décimas.

Esto significa que las imágenes de los líderes políticos se han deteriorado mucho durante este año de crisis, algo que supone que la crisis no sólo es económica o ha dejado de ser sólo económica sino también política. Y el problema es que de las crisis políticas se sale aún más dificultosamente que de las económicas. Es posible que en el futuro se recupere el voto de los partidos que podrían gobernar, pero la recuperación de las imágenes de los líderes es mucho más difícil y lenta. Y lo mismo puede decirse, en general, de la imagen de la política, que va muy asociada a la de los líderes.

Las causas de esta situación son, sin duda, muy distintas en cada partido. La corrupción, las luchas internas, la oposición puramente negativa (y con frecuencia, en cuestiones de Estado, irresponsable) y la falta de liderazgo del Partido Popular explican la valoración baja y ladesaprobación generalizada de su actuación. El hecho de que, en las tendencias electorales, su posición relativa haya mejorado desde las elecciones y supere ahora al PSOE no es consecuencia de sus méritos desmentidos por todos los indicadores citados sino del mayor deterioro sufrido por el Partido Socialista.

El problema del PSOE y su Gobierno no es sólo la crisis económica. Con el desastre político en el que se halla sumido el PP, no es explicable sólo por la incidencia de la crisis que éste partido supere a aquél. La relación del Gobierno con la población y en particular con su propia base electoral parece ser muy deficiente y ha ido empeorando. No se trata sólo de un problema de comunicación como si no se estuvieran comunicando bien unas políticas bien diseñadas y bien argumentadas sino de la política misma, que desconcierta a la gente, en la que no ve una línea clara, cuyo sentido no entiende, carente de argumentación ideológica o técnica y en la que los votantes de izquierdas no se reconocen.

La confluencia de dos crisis políticas tan distintas como la que están pasando el PSOE y el PP provoca el distanciamiento de la política y una fuerte tendencia al absten-cionismo.

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