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Carod-Rovira: "Ni Catalunya es Vietnam ni Esquerra el Vietcong"

El Vicepresidente del Govern e histórico líder de ERC entierra su enfrentamiento con Puigcercós y renuncia a ser candidato en 2010

DAVID MIRÓ

La mirada delata que en las últimas jornadas ha soportado una gran presión. Josep Lluís Carod-Rovira está aliviado pero exhausto. Su decisión de no disputar al actual presidente de ERC, Joan Puigcercós, la candidatura a la Generalitat pone fin a una guerra interna que ha mantenido en vilo, en los últimos años, a cuadros y militancia, y ha ayudado a alimentar el estigma de partido inestable. Pero no es una retirada, insiste, es sólo un paso atrás para que el que tiene más apoyos dirija la nave en la dirección correcta.

El señor Puigcercós dice que usted no ha pedido ninguna contrapartida por renunciar a ser candidato en 2010…
La única contrapartida que he pedido es la de la calma interna. Lo que he hecho es un gesto de responsabilidad, de madurez, que quizá si llama la atención es porque se produce en ERC, que es un partido asociado a la convulsión interna y a las luchas fratricidas. Lo que se ha puesto encima de la mesa es la suma de esfuerzos para que no haya problemas. Yo le digo que él [Puigcercós] tiene toda la legitimidad y le apoyo como candidato, y él me dice que yo soy el hombre del partido en el Gobierno. Creo que es más que suficiente.

Hablando de luchas fratricidas el líder crítico Joan Carretero propuso ayer en el ‘Avui’ la creación de un nuevo partido...
Se trata de un déjà vu, de la repetición de la jugada que intentó en su día Àngel Colom con el Partit per la Independència sin ningún éxito. Si se produjera clarificaría las cosas y ERC volvería a ser un partido independentista y de izquierdas, no una especie de frente patriótico sin contenido ideológico.

¿Con este acuerdo usted se asegura un papel importante dentro del partido en el futuro?
El terreno donde yo estoy cómodo es en el Gobierno y generando discurso político. Este reparto de papeles se respeta y afrontamos la segunda parte de la legislatura con la tranquilidad que nos da que haya una hegemonía clara en ERC de la gente que quiere hacer política desde la izquierda y desde el Gobierno.

Pero esta misma reflexión la podría haber hecho tras el congreso de junio, cuando se impuso Puigcercós…
Sí, yo hice esa reflexión después del congreso y la fui madurando a lo largo del verano. No la verbalicé a mi gente más próxima hasta finales de año y al final ha ido tomando cuerpo, de manera que se ha resuelto tan bien que parece que no seamos de ERC, con un nivel de seriedad y discreción propio de una decisión de estas características.

¿Usted renuncia a las primarias porque considera que hubieran sido perjudiciales para el partido o porque cree que no hubiera podido ganar?
Renuncio porque creo que no tenían ningún sentido. Arrastrar a ERC a las primarias sería llegar exhaustos a las elecciones. Este partido lleva demasiado tiempo movilizado por la tensión interna, y no por la ilusión externa. Y, lamentablemente, hace demasiado tiempo que ERC se mueve casi en exclusiva en función de su propio código de tribu indescifrable para el resto de la sociedad. Uno de los dos habría ganado las primarias, pero ERC hubiera perdido. Y ahora toca trabajar para conseguir un gran resultado en las europeas.

Usted ha renunciado a ser candidato en 2010, pero no en el futuro ¿Si Puigcercós fracasa usted se postulará?
El futuro nadie sabe cómo será. Tan fuera de lugar está decir que yo nunca más me plantearé tener un papel diferente en Esquerra como afirmar lo contrario.

En su discurso usted recalcó su legado político: independentismo, izquierdismo y gobierno. ¿Es porque ve alguno de ellos en peligro?
En peligro no, pero sí que creo que ha llegado el momento de que ERC valore el capital que significan sus 10.000 militantes, pero tiene que prestar mucha más atención a los millones de ciudadanos que no tienen nada que ver con el partido. Y por eso el jueves defendí que hay que huir del discurso nacionalista. El nacionalismo no da miedo a Madrid, lo que da miedo son las actitudes nacionales.

¿Ejemplos de ello son la apertura de delegaciones en el extranjero o la compra de Spanair?
Son dos ejemplos perfectos. Actitudes nacionales son aquellas que no se tienen que justificar, porque se hacen en un sentido prioritario de país. Yo no sé que vota la gente que ha facilitado la compra de Spanair, pero es una de las decisiones más coherentes que se han hecho en este país en las últimas décadas.

Usted ha dicho que en política no se puede decir “nunca” ni “siempre”. ¿Usted se ve como conseller en un Gobierno de Artur Mas?
[Silencio]. En caso de necesidad sería conseller de un Gobierno de concentración nacional. Pero creo que la mejor contribución que puede hacer ERC al país es construir y defender un proyecto nacional desde el espacio de la izquierda, el espacio que va del centro hacia la derecha, eso es cosa de Artur Mas.

¿Esos 650.000 votos de 2004 no fueron un espejismo?
En aquél momento ERC y su candidatura tuvo la capacidad de saber representar un sentimiento, un estado de ánimo, aquello que el president Companys definía como “la emoción del momento”.

Pero ahora pasar de ocho a tres les ha supuesto un seísmo…
Hay dos preguntas que en este partido nadie se atreve a plantear. La primera es si administramos bien esos 8 diputados en el Congreso y la segunda es qué lectura hay que hacer del resultado del referéndum del Estatut [en que la opción del no, que defendía ERC junto con el PP, fue ampliamente derrotada] . Hasta que no tengamos la valentía de hacerlas y responderlas, no en Público, en privado, habrá aspectos en los cuales no avanzaremos.

¿La paz interna servirá para hacer esa autocrítica?
Sí, debería.

¿En el Gobierno han aprendido  que la independencia no se consigue en dos días?
Yo nunca pensé en la oposición que el proceso fuese rápido. Y precisamente estoy escribiendo un libro sobre todos los procesos de independencia ocurridos en el mundo a lo largo del siglo XX, y hay unas cuantas conclusiones. La primera es que el atractivo de la independencia no tiene que ser sólo por un factor identitario sino en clave de bienestar. La segunda es que tiene que ser un proceso democrático impecable y no un proceso de liberación nacional dirigido por la vanguardia de un solo partido, porque Catalunya no es Vietnam y ERC felizmente no es el Vietcong. Y la tercera es que no puedes dar un paso sin complicidades internacionales. Y eso quiere decir un trabajo ingente a lo largo de muchos años.

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