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El cóctel del 20-N y la causa primera

La derrota del PSOE en las elecciones tiene que ver directamente con la crisis pero ha sido peor la comunicación que la gestión de la situación económica

FERMÍN BOUZA

Si a los temas económicos de la agenda pública (el paro, sobre todo) añadimos la desafección política (críticas genéricas a la clase política y a los partidos, en la terminología del CIS), la explicación estadística del voto del 20-N es

muy completa, y esto ocurre tanto si usamos datos agregados temporalmente (recogidos a lo largo de los meses posteriores a las duras medidas de Zapatero, en mayo de 2010) como si usamos datos directamente individuales de contestaciones a preguntas de encuesta sobre esos temas. No les voy a aburrir con cosas así. Vamos al grano político y comunicacional que se deduce de todo ello.

El cóctel bomba tiene esta composición: economía+desafección política, y fue a caer sobre todos los partidos el 20-N, a unos para favorecerlos y a otros para reducirlos. El más jibarizado, lo sabemos desde entonces, fue el PSOE en sus diferentes versiones centrales y periféricas. Después de esa catástrofe del partido hegemónico de la izquierda, se iniciaron los movimientos (pero no sólo en el PSOE) para preparar las cosas en el camino de la normalización tras el citado cóctel bomba. Al albur de los debates políticos que se están planteando, casi siempre en voz baja, la idea de que no fue la crisis la que tumbó a los socialistas se va imponiendo en los opinadores más o menos públicos.

Pero esa es una opinión inteligentemente interesada o sesgada de gente que la usa para abrir los temas de debate en su partido o en los demás. Está bien como actitud retórica que trata de situar las causas del desastre en el interior de la organización sometida al análisis, pero no es verdad: la causa inmediata de la derrota tiene que ver directamente con la crisis y con las variables que la construyen.

Probablemente, lo que buscan los críticos, al estilo de los autores del interesante documento Contribución abierta al debate del socialismo español (www.mucho-psoeporhacer.com), es la causa primera de la cadena, al modo aristotélico, y su interés es intensificar el debate interior del PSOE (o de cualquier otro partido, claro). Y esa causa primera podría ser, para los críticos, las posibles limitaciones del PSOE para responder a la crisis en el terreno de su gestión general pero, sobre todo, en el terreno de la comunicación política.

Puede entenderse, y así se entendió, una cierta demora de Zapatero en aceptar la crisis, y ello por no causar más alarma de la necesaria, pero al prolongarse esa actitud, se podría interpretar como un gesto de engaño o algo parecido. Según mi criterio, es mucho peor la comunicación de la crisis que la gestión de la crisis, que, finalmente, fue seguidista con respecto a las amenazas de la UE y, en ese sentido, poco más se podía hacer en el marco de una Europa amenazante y conservadora que había creado o impulsado la misma crisis y ahora la capitalizaba.

En eso anda el PP ahora: dominio pleno de la derecha económico-política y puesta en marcha de un antiprograma de recuperación que hará que esta sea mucho más larga, difícil, dudosa y generadora de conflictos hasta un punto que aún no conocemos y que, en nuestro miedo, tampoco queremos conocer.

Al incremento del paro se suma la desafección política de la población (recuerden el Movimiento 15-M, que navega en esas aguas) y la enorme incapacidad del PSOE para llegar a sus votantes o a cualesquiera del resto de electores. Aunque las encuestas no recogen claramente este último factor comunicacional, podemos añadirlo a modo de hipótesis explicativa de muchas cosas. La ecuación final o cóctel bomba quedaría así: economía+desafección política+comunicación pública o política.

Cada uno de esos temas de la ecuación-cóctel-bomba es un mundo en sí mismo. La economía plantea la divergencia entre estrategias de saneamiento contable y estrategias de activación económica, que quizá deberían compatibilizarse, como piden las voces mejor cualificadas del mundo económico. El camino actual no es muy estimulante.

La desafección política no le va a la zaga a la economía: una población crecientemente crítica con sus representantes va elaborando fantasías no democráticas (en algunos casos se podrían llamar parafascistas sin problema alguno) al servicio de un creciente autoritarismo social: lo vemos en las encuestas de forma tan clara y directa que a veces esas respuestas parecen una apología del golpismo. Mientras esto va ocurriendo, también crecen posiciones de tipo pararrevolucionario o algo similar, aunque no sabemos qué clase de cambio se postula más allá de los deseos de acabar con el paro.

Por último, la casi inexistente comunicación política en el PSOE lo condena (y lo condenó) a ser siempre malentendido. Da pavor oír a algunos de sus portavoces colocar en la opinión pública los peores relatos de su propio partido con la mejor intención del mundo. Esto ocurre todos los días. El cóctel bomba sigue activo y puede destrozar al PP de la misma forma que destrozó al PSOE.

Ya debe estar haciéndolo.

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