El “¿por qué no te callas?” ha abierto un frente más –otro– entre populares y socialistas. Y, en medio, Izquierda Unida, cuya posición hacia las democracias de Venezuela o Nicaragua es muy distinta a la oficial.

Gaspar Llamazares enfocó su discurso pensando en el día después de la crisis. “Hay que evitar que este desencuentro se profundice y se convierta en división”, comenzó el coordinador general. “Recomponer” los cristales rotos. No hay más cáscaras tras un tormentoso fin de semana en el que el rey “no ha sido demasiado diplomático”.

Llamazares ofreció un planning de tres fases. Primera: “rebajar la confrontación verbal” y resolver un asunto turbio, “la implicación del Gobierno de José María Aznar en el golpe de Estado contra Hugo Chávez en 2002”. Segunda: aplicar una “diplomacia respetuosa” en Latinoamérica, que garantice que “nunca más” haya una “injerencia” de Madrid. Y tres: desplegar la “responsabilidad social” de las empresas nacionales en Iberoamérica. Algunas de ellas –Llamazares citó a Unión Fenosa– castigan a la población civil con cortes de suministro energético.  

¿Y si el Gobierno socialista lleva el asunto a mayores? ¿Y si la tensión crece? Porque, ayer mismo, Trinidad Jiménez, secretaria de Estado para Iberoamérica, recordaba que Madrid “seguirá reaccionando” si Chávez prolonga sus provocaciones.

“Es impensable que se produzca una ruptura diplomática con Venezuela o Nicaragua. Hay que superar los desacuerdos. Al fin y al cabo, Chávez y Ortega tienen razón, aunque no les acompañen las formas. Hay un exceso de injerencia en los procesos electorales en América Latina. Las relaciones no deben ser coloniales, sino de igual a igual”.