Este artículo se publicó hace 14 años.
"No había ni un guardia"
La mayoría de las víctimas eran jóvenes suramericanos que acudían en pequeños grupos a celebrar la verbena
El centro cívico Frederic Mompou del barrio de El Castillo de Castelldefels se convirtió ayer, durante buena parte del día, en el punto de atención a familiares y amigos de las 13 víctimas del accidente ferroviario acaecido la noche del miércoles en el apeadero de la playa de dicha localidad.
Muchos padres la mayoría de origen suramericano se acercaban cariacontecidos al lugar. Algunos porque no tenían noticias de sus hijos, que iban a pasar la verbena en la playa de Castelldefels. Otros, tras recibir un aviso telefónico de la policía. Todos ellos se abrían paso entre los vecinos de la plaza de Joan XXIII, desconcertados también por la magnitud de la tragedia.
Testigos y allegados de los afectados reciben asistencia psicológica
"La policía llamó esta mañana [por ayer] a mi hermano. No sabemos nada de mi sobrino Gibson, que está a punto de cumplir los 19; ahí dentro [en el centro] sólo está su móvil", contaba desesperado a la salida del centro Washington García.
"La mayoría de víctimas era gente muy joven de origen suramericano que iba a la playa con un grupo de amigos", confirmaba a mediodía Andrés Cuartero, coordinador de los psicólogos del SEM (Servicio de Emergencias Médicas) de Barcelona, especialista en gestión de crisis emocionales y ayer al frente del equipo de profesionales que atendía en el Frederic Mompou a familiares y amigos cerca de 50 personas de los desaparecidos.
"Como la mayoría iba en grupo, en el centro se ha constituido una red de apoyo maravillosa. Hablan, lloran y se abrazan en grupo; no hay nadie aislado", añadía Cuartero.
Según el cónsul de Ecuador en Barcelona, Freddy Arellana Ruiz, que se personó en el centro a primera hora de la tarde, como mínimo cinco de las víctimas tienen nacionalidad del país andino. "La juventud ecuatoriana hace ya unos años que se reúne en Castelldefels para celebrar la verbena con las fogatas, que es como nosotros festejamos también el fin de año", señalaba Arellana, quejoso con las declaraciones hechas por algunos de los dirigentes catalanes en referencia a la imprudencia de las víctimas .
"Bajaron del tren y el acceso elevado al otro lado de la vía estaba cerrado. No se han percatado de que venía otro convoy", denunciaba, entre lágrimas, Richard Oliva, apesadumbrado por la desaparición de su cuñada, Rosa María, de 19 años. "Dicen que el tren iba sin luz y que no ha pitado hasta que ya se ha producido el brutal impacto", añadía, para concluir: "Me cuenta mi hija, que se ha salvado y a quien están operando de una pierna, que han querido subir por el paso de arriba, pero que estaba cerrado y no había ninguna persona. ¡Que se haga justicia, que no haya impunidad!", reclamaba.
"Un proceso largo y complejo""¿Cómo puede pasar eso en Barcelona? En un día así tendrían que haber tomado medidas", clamaba Andrea Quevedo, que el miércoles por la noche, cuando se produjo el atropello, esperaba en la estación de Playa de Castelldefels la llegada de sus primos. Uno de ellos, Diego Fernando, de 24 años, seguía desaparecido a mediodía. "Los últimos que lo vieron dicen que ayudaba a subir al andén a unas chicas".
El cónsul de Ecuador, molesto porque se hable de imprudencia
"No es justo que digan que fue una imprudencia", gimoteaba Quevedo. "El acceso al puente tendría que haber estado abierto. No había ni un guardia, ni señalización. Además, el tren iba sin luces y a tal velocidad que no paró hasta un kilómetro después. Es increíble. Mis primos iban con un grupo de cinco personas. Otra de mis primas está en Bellvitge muy grave".
A pesar de la desesperación, la falta de confirmación judicial sobre la identidad de los fallecidos permitía a las familias aferrarse a un hilo de esperanza. "No hay una lista de víctimas, pero si no están entre los hospitalizados, los familiares se van haciendo a la idea de lo peor", convenía Andrés Cuartero.
"Claudio no está en la lista de heridos y los testigos lo sitúan en las vías en el momento del accidente, así que...", suspiraba Esther, compañera de trabajo de la madre de Claudio Javier, de 24 años. "En momentos así, lo importante es que los allegados no se sientan desatendidos a pesar de las horas de espera sin noticias, por eso cada tres horas hacemos reuniones informativas y comunicamos cualquier novedad a las familias", argumentaba Cuartero. "Por el tipo de suceso, el procedimiento no es sencillo. Es un proceso duro, largo y complejo", añadía.
También fue en el centro cívico Frederic Mompou donde los psicólogos trataron de ayudar a los testigos del trágico atropello. "Para los que lo han presenciado todo y han vivido esto en primera persona, el impacto traumático en el cerebro será imborrable", aseguró Cuartero.
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