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Las primeras en resurgir de las cenizas

Feministas y ONG reivindican el papel de las mujeres para levantar un país de una catástrofe o un conflicto armado

S. H.

En muchos países pobres, en conflicto o que han sufrido una catástrofe natural, la mujer es tratada por los hombres como un objeto, un bulto que carga madera, que tiene hijos y que cuando enferma, ya no sirve. Ellas son las primeras víctimas y son ellas también las encargadas de intentar sacar con su trabajo a sus países adelante. Pasa en Haití, Congo, los territorios saharauis o Liberia. Y lo cuentan otras mujeres, cooperantes y miembros de ONG dedicadas a defender los derechos femeninos.

En Madrid, invitada por la Casa de América, estuvo la semana pasada Sonia Pierre, premio internacional a las Mujeres con Coraje y activista dominicana de origen haitiano. Pierre recibió el galardón en marzo de manos de la Secretaria de Estado de Estados Unidos, Hillary Clinton, y de la primera dama, Michelle Obama. Un reconocimiento a una larga carrera como defensora de los derechos humanos y que con tan sólo 13 años (ahora tiene 41) fue arrestada por defender a los trabajadores inmigrantes.

Médicos sin Fronteras: 'No hay respeto por la salud femenina'

'La mujer en Haití sufre una violencia sexual altísima, tiene que cuidar de toda su familia, debe buscar trabajo y, después del terremoto, aún no han hecho una separación entre la vida y la muerte... Me he encontrado por Puerto Príncipe a muchas con problemas mentales, deambulando por la calle y hablando solas', señala Pierre. Los primeros días después del seísmo que sacudió al país caribeño el 12 de enero, se podía escuchar en una de las radios locales cómo los locutores hacían un llamamiento continuo a tomar en cuenta a las mujeres para que el país levantara cabeza.

Además, en el reparto de alimentos, tras los primeros días de caos, el Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas decidió entregar los sacos de arroz o judías a ellas, conscientes de que los hombres al final terminaban comerciando con la comida.

Los problemas para las mujeres no terminan de día. En cuanto se hace de noche, sin luz eléctrica, los campamentos que se han improvisado en Puerto Príncipe con tiendas en la calle se convierten en un lugar inseguro. 'Las violan, las golpean, les quitan lo que tienen. Los campamentos no están vigilados', se queja Pierre. Ellas son también las que sufren la falta de privacidad que supone vivir en la calle. 'Y la higiene tampoco es suficiente. Eso da lugar, por ejemplo, a infecciones vaginales', afirma la activista dominicana.

En el resto de enfermedades relacionadas con la salud femenina el panorama es desolador. Ocurre en Haití y también pasa en Congo, como cuenta Pilar Luna, ginecóloga de Médicos sin Fronteras que está recién llegada de este país africano. 'La salud de la mujer no cuenta para nada. Hay una ausencia absoluta de respeto. Para todo tienen que tener el permiso del marido', señala Luna. Y pone ejemplos: 'A un hombre cuya mujer ha tenido siete cesáreas le dices que su salud está en peligro y que no puede tener más hijos, y te dice que le da igual'. Luna alerta de que Congo tiene el índice más alto del mundo en violaciones y abusos sexuales.

Desde Unicef España, la directora de Cooperación y Emergencias, Carmen Molina, recuerda que el marco jurídico internacional protege a las mujeres y a los niños en zonas de conflicto. Además, una resolución del año 2000 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas recalca el papel de las mujeres en la prevención de las guerras y en la construcción de los procesos de paz.

Unicef: 'Los planes de reconstrucción quedan en manos de los hombres'

'También la legislación internacional establece que cuando se planea la reconstrucción de un país, tiene que haber presencia de mujeres en la toma de decisiones porque generalmente se deja en manos de los hombres', apunta Molina. La portavoz de Unicef resalta el papel de las redes de mujeres para organizarse. 'Cuando el comercio empieza a resurgir, siempre van a ser las mujeres las primeras en ponerse a vender en la calle, en levantarse las primeras y acostarse las últimas', agrega Sonia Pierre.

Son ellas también las que llevan las riendas de los campamentos de refugiados saharauis en Tinduf (Argelia). En el campamento de Dajla, el más alejado de todos, hay una mujer encargada de cada jaima, de que haya comida, de ordeñar a las camellas al amanecer. Y también son las que se quedan al cuidado de los niños y las que velan por su salud.

La mayoría de la población de los campamentos saharauis está formada por mujeres, niños y adolescentes. En el hospital de Dajla, hace tres semanas, había varios niños ingresados por problemas estomacales con sus madres a su lado día y noche. ¿Y tu marido? 'No está', contesta una mujer joven, que lo único que tiene para darle de comer a su bebé es una papilla a base de leche de camella y dátiles.

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