Dominio público

Llámale amnistía o 'chámalle X', pero avanza

Ana Pardo de Vera

La idea fuerza de la (ultra)derecha estos días que quedan hasta que se alcance (o no) un acuerdo para la investidura de un presidente del Gobierno, aparte de las muy conocidas y desgastadas sobre gobiernos de etarras, bolivarianos, comunistas y satánicos, será la de la "amnistía a golpistas". El mensaje es muy sencillo y viene a decir, en líneas generales: "Con un Gobierno de PSOE y Sumar, usted puede intentar romper España, saltarse la ley y ser perdonado por Pedro Sánchez; es el fin del mundo", o así; porque a la (ultra)derecha lo de Perro Sanxe ya no le funciona, al verse convertido ese ser luciferino que pretendían dibujar en la mente de todos/as en un adorable perrito trajeado que "más sabe por perro que por sanxe", como contaba Manuel Lardín, el creador del meme viral que desbarató el mantra de PP y Vox y provocó un efecto búmeran.

Lo cierto es que sí; lo cierto es que PSOE y Sumar buscan desde el minuto uno, tras las elecciones del 23 de julio, la fórmula que permita acabar definitivamente con los efectos de lo que llamamos la judicialización de la política, ésta que constituye un error siempre, pero mucho más en un contexto de poder judicial no resuelto tras la dictadura y con la unidad de España de fondo; el mantra franquista todo lo permea, incluso, tras la aprobación del Estado de las Autonomías que nos hemos dado. Hasta ahora, a los autoproclamados garantes de la unidad de España, rojigualda en mano, en pie, en cuello o en puñetas y parapetados tras una monarquía en decadencia, nadie les había cuestionado con tanta contundencia, hechos y derechos como este jueves que la unidad de España incluye más acepciones que la homogénea centralizada que ellos defienden y no por eso, este país es peor, sino muchísimo mejor en su diversidad nacional, territorial, cultural o lingüística.

La utilización de las otras lenguas oficiales del Estado en el Congreso es una gran noticia, muy deseada y esperada por una mayoría de ciudadanos/as -también no nacionalista- y, junto a la elección de una feviente federalista como Francina Armengol (PSOE) como presidenta de la Cámara Baja, anuncia cambios importantes si al Gobierno de coalición en funciones, como a Hannibal Smith, los planes le salen bien.

La amnistía -o chámalle X, homenajeando al gallego que escucharemos muy pronto oficial y solemnemente en la sede de la soberanía nacional- no es solo una reclamación de Carles Puigdemont o de Oriol Junqueras, sino una necesidad democrática de toda España para seguir avanzando en su proceso de desintoxicación tras el veneno que le inyectaron PP y PSOE (y algo tendrán que decir los socialistas al respecto, supongo, aunque obras sean amores ...) llevando a los dirigentes políticos elegidos democráticamente en Catalunya a unos tribunales alzados como brazo político del Gobierno de Mariano Rajoy.

De ese juicio que nunca tenía que haberse producido si el PP hiciera política (su trabajo), de los palos de Policía Nacional y Guardia Civil a las y los catalanes que querían votar, del "A por ellos" de fuerzas y cuerpos de Seguridad del Estado, de su señalamiento a activistas independentistas o profesores como terroristas ... De toda esa infamia, bien sazonada por unas cloacas pestilentes y el ego de un líder efímero que hoy ocupa portadas de la prensa rosa, Albert Rivera, nació Vox y perdió el PP, que hoy observa pasmado como el otrora aclamado a diestra y siniestra (y mira que avisamos ...) Alberto Núñez Feijóo repele con su presencia a todo partido con dos dedos de frente, esto es, con conocimiento de lo que se cuece fuera de Madrid y del búnker que construyeron en Galicia al líder del PP entre medios de comunicación, empresarios, narcotraficantes, caciques y un equipo férreo de protección.

El expresidente de la Xunta de Galicia empieza a darse cuenta por fin de que su sombra no lo dibuja a él, sino a Santiago Abascal y, en el mejor de los casos (y miren lo que digo ...), a Isabel Díaz Ayuso. ¿Tiene posibilidades la presidenta de la Comunidad de Madrid de gobernar la España más real que se ha dibujado en el Congreso, con su neofascismo y todo, antes silente dentro del PP? ¿Está dispuesta a intentar cumplir en sus carnes el sueño de gobernar España entera, ese deseo furibundo incumplido que le ha traspasado Esperanza Aguirre? La imagen de este jueves en el Congreso, con su música plurilingüística de fondo, es demasiado potente como para no dudar; aunque seas Ayuso. Veremos.

Puigdemont y Junqueras piden la amnistía o la fórmula que sea que acabe con imputaciones, procesamientos, investigaciones y señalamientos políticos de jueces y fuerzas y cuerpos de Seguridad del Estado a independentistas catalanes (unos 700, según la web Verificat, aunque Junts los cifra en más de 4.000), pero la necesidad es de todas las que queremos desbloquear conflictos políticos territoriales que permitan progresar en la resolución de las apremiantes necesidades socioeconómicas, igualitarias y climáticas de toda España en medio de un panorama internacional perverso.


El debate está servido -las consultas, estudios y análisis en el seno y entorno del Ejecutivo en funciones, en marcha-, y si bien ya son varios y prestigiosos juristas los que, de inicio, subrayan en primer lugar que la Constitución no excluye en ningún caso la amnistía (el olvido o el chámalle X) como posibilidad a aprobar por las Cortes Generales, será un parto delicadísimo de consumarse el embarazo: no puede quedar un fleco suelto de la fórmula legislativa que se alumbraría que permita al Poder Judicial -en las manos ilegales de la (ultra)derecha- que entremos en un bucle infinito de enfrentamiento territorial con jueces por el medio. Otra vez. Los monstruos del "claroscuro" de Gramsci en los cambios siguen ahí, fuertes y en forma de gobiernos autonómicos y municipales del PP y el fascismo. Casi nada.

 


 


 


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