Posos de anarquía

Feijóo lleva ETA a Lepe

Cuca Gamarra y Alberto Núñez Feijóo encabezando una concentración en Pamplona el pasado 17 de diciembre. – Jesús Diges / EFE
Cuca Gamarra y Alberto Núñez Feijóo encabezando una concentración en Pamplona el pasado 17 de diciembre. – Jesús Diges / EFE

Alberto Núñez Feijóo no lidera el PP, sobrevive en él. Anoche precisó adobarse a Isabel Díaz Ayuso y su fruta para intentar reforzar su mando y, en lugar de eso, lo debilitó durante la cena de Navidad del partido. En lugar de reivindicarse como alternativa de gobierno para España, extiende la crispación por doquier. Su última ocurrencia: llevar su odio y rencor a EH Bildu hasta el último de los ayuntamientos. La letanía pepera de que "ETA está viva" se pretende llevar a Lepe, Guarromán o Alcantarilla. Da igual, donde sea con tal de generar artificialmente crispación.

El pacto entre el PSN y EH Bildu para desahuciar de la alcaldía de Pamplona al PP ha escocido en la sede de Génova. Incapaces de ver que Cristina Ibarrola vivía en la más absoluta desidia, sin ni siquiera aprobar los presupuestos municipales, los conservadores se niegan a aceptar como nuevo alcalde a Josepa Asirón (EH Bildu), el que ya fuera regidor de la ciudad entre 2015 y 2019. El PP se niega a aceptar en Asirón cuenta con el apoyo de miles de pamploneses y pamplonesas, de hecho, tan sólo un concejal y menos de 3.000 votos distancian al PP de EH Bildu.

A pesar de ello, Feijóo habla de "pacto encapuchado" y planea llevar una moción de censura local al ámbito nacional. El PP pretende llevar mociones a los ayuntamientos de toda España con el único propósito agitar las filas del PSOE. "Creemos que es indignante el silencio y creemos que es indignante que se trague ante este tipo de decisiones", afirmó ayer el portavoz del PP Borja Sémper.

Ya lo intentó el PP en vano en la sesión no de investidura de Feijóo, cuando éste rogó a Pedro Sánchez que le ayudase a derogar el sanchismo, y posteriormente en la investidura del nuevo presidente. Ahora vuelve a la carga, tratando de extender su sentimiento revanchista contra EH Bildu por todo el territorio nacional, haciendo perder el tiempo sobre asuntos locales en miles de ayuntamientos de España. No es la primera vez que el PP hace un uso partidista de la política local: el ahora alcalde de Rincón de la Victoria y presidente de la Diputación de Málaga, Francisco Salado (PP), presentó una moción en 2016 declarando personan non grata a Arnaldo Otegi, al que llamó "asesino". Ya de vuelta a la alcaldía, diputados del PP posarían orgullosos junto al golpista Tejero en los actos de la Guardia Civil. Qué cosas.


Desde las filas del PP se ha llegado a argumentar que no ha habido tiempo suficiente para valorar si la gestión de Ibarrola al frente de la alcaldía pamplonesa merecía o no una moción de censura. Sin embargo, meses atrás, el PP arrebataba la alcaldía al socialista Josele González en el ayuntamiento malagueño de Mijas. Lo hacía, además, por la puerta de atrás y apoyándose en un tránsfuga de un partido que, previamente, había dado su voto a González. El tufo a chanchullo cuyo espíritu democrático es más que cuestionable no saltó a la escena nacional por dos razones: en primer lugar, porque ese proceder está en el ADN del PP, como ilustra a la perfección el degradado Elías Bendodo con su trayectoria de negociador de mociones y pactos políticos; en segundo, porque la izquierda no se enzarza en pataleos pueriles y estériles, hay demasiado que gestionar.

Promover manifestaciones en Pamplona en contra del nuevo alcalde es legítimo, aunque el regreso de Asirón haya seguido los cauces democráticos sin necesidad de apoyarse en tránsfugas; extender la crispación a toda España y dar plantón al presidente de España durante una semana, en cambio, dice muy poco del sentido de Estado que tiene Feijóo. La apuesta no ha sido sencilla, pero algún día se verá con perspectiva y se valorará positivamente lo acertado de la moción de censura en Pamplona. Es hora de asumir con normalidad que EH Bildu es un partido democrático con un creciente apoyo social que, posiblemente, el año que viene lo convierta en la primera fuerza política de Euskadi.

Haciendo balance del algo más de año y medio que lleva Feijóo al frente del PP, cuesta entender cómo pudo conseguir mayorías absolutas en Galicia. No gestiona, saca partido. No persigue el bien común, ansía la tajada partidista. Un 1,65% de la militancia del PP –el que no le votó- supo verlo a tiempo en el XX Congreso Extraordinario de Sevilla, el que encumbró a Feijóo a la presidencia del PP. En lugar de llevar ETA a Lepe, Feijóo tendría que remangarse de una vez y remar, desde la oposición responsable, para que España avance, en lugar de querer retraerla a tiempos pretéritos.


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