/ Cultura

Bailarines y cantantes durante el pase gráfico de 'Bailo, Bailo', el musical inspirado en los grandes éxitos musicales de Raffaella Carrà (EFE/ Zipi)
Bailarines y cantantes durante el pase gráfico de 'Bailo, Bailo', el musical inspirado en los grandes éxitos musicales de Raffaella Carrà (EFE/ Zipi)
María (Lydia Fairén) y Carmen (Pepa Lucas), al teléfono en una escena del musical 'Bailo, bailo'. Foto: Dreamcatcher
María (Lydia Fairén) y Carmen (Pepa Lucas), al teléfono en una escena del musical 'Bailo, bailo'. Foto: Dreamcatcher

Raffaella Carrà renace en ‘Bailo, bailo’ para plantar cara a la censura

La energía de la italiana explota de nuevo, esta vez sobre las tablas del Teatro Capitol. Después de que el director Nacho Álvarez se sirviera de sus canciones en el cine para deconstruir la Televisión Española de los setenta, la diva llega al formato musical para conquistar a nuevas generaciones con su alegato a favor de la liberación sexual.

Aurora Muñoz

Todos tenemos un recuerdo asociado a Raffaella Carrà. ¿Quién no ha cerrado una noche mítica en la zona vieja de Santiago de Compostela desgañitándose con ‘En el amor todo es empezar’ en el Tarasca? o quizás, si el lector no ha frecuentado los pubs del casco histórico de la capital de Galicia, puede que haya guardo en su memoria televisiva aquel «¡Hola Raffaella!», que venía acompañado de premios y alguna que otra confusión al teléfono. Lo único innegable es que la incombustible show-woman italiana es un icono pop para varias generaciones.

El 5 de julio de 2021, Carrà falleció a los 78 años por un cáncer de pulmón que mantuvo en secreto como «un acto de amor hacia su público». La artista de Bolonia quiso que permanecieran los recuerdos felices que dejó a lo largo de sus más de 50 años sobre los escenarios y por eso, cuando los focos se apagaron, su expareja, Sergio Japino, escribió: «Raffaella nos ha dejado. Se ha ido a un mundo mejor, donde su humanidad, su inconfundible risa y su extraordinario talento brillarán para siempre». Ese temperamento decidido y entusiasta no podía extinguirse como si nada; así que Federico Bellone tomó el testigo y adaptó la película Explota Explota ―disponible en el catálogo de Prime Video― para llevarla a las tablas del Capitol, justo después de la reforma del histórico cine madrileño.

Un tributo hispano- italiano

Todo se fraguó en el Festival de Cine de Venecia, exactamente dos meses después de que la cantante responsable de éxitos como Fiesta, Hay que venir al sur o Caliente, caliente muriera. Allí tiene lugar el encuentro entre la productora italiana Valeria Arzenton y el director Nacho Álvarez. El filme español, producido por Tornasol, Indigo y RAI Cinema, se había estrenado en 2020 y cosechó tres nominaciones a los Goya, además de un Feroz para Verónica Echegui que fue proclamada como mejor actriz de reparto por su papel como Amparo.

Italia quería reivindicar a su hija predilecta. No era suficiente con poner su rostro en una tirada de la moneda de dos euros y escogieron Sanremo, uno de los festivales más importantes y antiguos de música en vivo, para rendirle tributo. En el escenario del Ariston se produjo el debut mundial Bailo Bailo, el musical que retoma el estallido de luz y color de la cinta protagonizada por Ingrid García-Jonsson. Esta vez, le da el relevo Lydia Fairén en el papel de María, una joven que llega a la España de los años 70 desde Italia en busca de la libertad. Aquí se encontrará de frente con la censura de la televisión. Era época en la que la liberación sexual de las mujeres brillaba por su ausencia, pero la complicidad de otras compañeras le ayudará a abrirse camino en el mundo del espectáculo. «El teatro es muy complicado, requiere de mucho amor y mucha fe en que se dé la oportunidad y en una misma, porque te dicen tantas veces que no que es difícil no rendirse», admite la protagonista en un ejercicio de identificación con su personaje.

Natalia Millán es la única del elenco original de la película que repite papel y lo conoce tan bien que le ha valido una nominación a los premios de Unión de Actores y Actrices. Da vida a Rosabella, una diva del show televisivo Fiesta que cuenta con la veteranía suficiente como para saber que hasta el más difícil de los sueños puede convertirse en realidad, solo hace falta ponerle la energía suficiente. Ella será la gran aliada de la joven que interpreta Fairén, junto con Carmen, una azafata de vuelo murciana que la acoge en su piso de alquiler y acaba convirtiéndose en una amiga incondicional. Con su desparpajo, Pepa Lucas ha logrado también una nominación por este trabajo en los Premios Kairós.

La actriz, conocida por su labor en musicales como Billy Elliot o Chicago, había coincidido ya con la protagonista en Los Miserables. La química entre las dos salta a la vista. «Entre todas representamos un canto al feminismo, a la sororidad y al empoderamiento de la mujer. Esta obra no solo reivindica la libertad de expresión a nivel artístico, también nos invita a negarnos a aceptar que nos corten las alas o a que censuren nuestra manera de ser. Nadie debería poder interferir en la felicidad de la gente», defiende Fairén, a la que el público ya ha podido disfrutar en el cartel de otros musicales como La Familia Addams o Company.

Feminismo en los tiempos grises de la televisión

La obra nos devuelve a los tiempos en los que el Franquismo tenía en nómina a funcionarios encargados de velar por el recato y eso incluía un libro de «buenas maneras» –confeccionado en los años cincuenta– con reglas morales para el cine y televisión. Entre esas normas estaba la de prohibir los bailes en los que se despegara los pies del suelo bajo el argumento de que la danza «perdía la calidad gimnástica para ganar la erótica del baile». También se medía escrupulosamente la longitud de las faldas e incluso en las películas que llegaban de Hollywood, los censores tapaban los escotes artesanalmente, dibujando encima de ellos.

Mostrar el ombligo, la pierna y fumar no eran una opción de promoción en la España de entonces, de hecho una actuación de Rocío Jurado en 1974 en el programa Cambie su Suerte generó horas de conversación por su escote. Ni La más grande, gran devota de la Virgen de Regla, podía escapar del puritanismo impuesto. En este contexto, Raffaella Carrà vino a ponerlo todo patas arriba en Europa. Con 28 años, ya era presentadora del programa Canzonissima, donde presentó en 1971 un nuevo baile que sacudió a los italianos más conservadores: el TucaTuca. El Vaticano, a través de su periódico L’Osservatore Romano, la reprendió. La curia consideró que la coreografía era excesivamente transgresora porque el bailarín que estaba frente a la cantante le tocaba las rodillas, las caderas, los hombros y la frente. La reacción no se hizo esperar. Tuca tuca entró directamente en el número 4 de las listas de ventas de singles e incluso cuando alcanzó este hito, los locutores saltaban del puesto 3 al 5 para no tener que nombrarlo. El esfuerzo era en vano. Había ansias de libertad y la cantante se convirtió en un símbolo de lucha contra la opresión.

«A pesar de la brecha generacional, yo la recuerdo desde siempre en la televisión. Era una mujer rubia con mucha energía y llena de felicidad que tenía un acento raro, pero a la vez era una más de la casa», recuerda la protagonista de Bailo, bailo. En efecto, Carrà era un rostro habitual en nuestras pantallas desde que debutó en Televisión Española en el programa Señoras y señores allá por 1975. «No es una estrella del Music Hall, pero podría serlo. Es un fenómeno nuevo, capaz de bailar, cantar, interpretar y también de convertirse en espectáculo por su personalidad y su profesionalidad». Así la introducía Fiorella Faltoyano para dar paso a algunas de su célebre Rumore.

Apenas dos años después llegaría En el amor todo es empezar un tema que animaba a dejar a un lado la mojigatería y disfrutar: «Si tú notas que es un tormento y no se acaba de decidir. Para ayudarle, es el momento de que enseguida le des el sí…», rezaba la canción. En 1978 daba un paso más en Hay que venir al sur donde dejaba claro que hay que hacer el amor con quien quieras tú. Ya en los 80, Caliente, caliente narraba la historia de una mujer con ganas de sexo que se encuentra con que su pareja no está a la altura y propone buscar una alternativa urgente. Toda una revolución para la época. Carrá nunca tuvo tabúes. Con Lucas se convirtió en la primera cantante que interpretó una composición de temática gay en la RAI, la cadena estatal de radio y televisión italiana. «Una tarde desde mi ventana lo vi abrazado a un desconocido. No sé quién era, tal vez un viejo amigo. Desde ese día nunca más lo he vuelto a ver», deslizaba. «Le debemos mucho a Raffaella porque dio normalidad a la diversidad», valora la actriz que interpreta a María. Por eso, en 2017 la italiana recibió el Premio World Pride en Madrid y cuenta con una placa conmemorativa en la plaza situada frente a los números 43 y 45 de la calle Fuencarral, entre Malasaña y Chueca.

«Ahora no medimos el largo de la falda, pero ahora hay gobiernos a los que les importan más las palabras y la ideología. Últimamente se han censurado obras en algunas zonas, según el partido político que mande, y es una lástima porque el teatro no deja de ser una forma de ejercer la libertad de pensamiento», comenta Fairén al ser preguntada sobre la censura en nuestros días. «Los artistas no estamos adoctrinando a nadie por el hecho de invitarles a ver un espectáculo. Es solo una opción cultural. La gente debería poder escoger si quiere ir o no a ver esas obras y de opinar lo que quiera de ellas», defiende.

Solo los que hayan acudido al espectáculo podrán hacer su juicio. «Está hecho con todo el respeto al legado de Raffaella Carrà», advierte Fairén. Más de 120 personas llevan trabajando duro en este musical poderoso desde el pasado 3 de noviembre y se mantendrán hasta el 17 de marzo en el Capitol como parte de la oferta del Broadway madrileño. La semana pasada cumplieron 100 funciones y conservan la fuerza del primer día, aunque todo el elenco reconoce que se trata de una obra exigente.  «Las coreografías de Giovanni Maria Lori son abrumadoras», reconoce la actriz. El cuerpo de baile que acompaña a las intérpretes juega un papel importante en la historia. «Tenemos los mejores bailarines de musicales en España», agrega sin complejos para animar a los rezagados a hacerse con una entrada para las últimas funciones. La propietaria del ombligo de Italia se sentiría orgullosa.