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El vuelco a la derecha en Israel hunde a los laboristas

Ni siquiera en su feudo tradicional, los kibutz, han resistido el envite conservado

EUGENIO GARCÍA GASCÓN

En Israel no hay mayor feudo de la izquierda que los kibutz. Eso al menos es lo que piensan muchos israelíes y también no pocos extranjeros. Sin embargo, los resultados de las elecciones del martes revelan que ya no existe ninguna adscripción inamovible, ni siquiera en los kibutz, y que la identificación entre éstos y la izquierda se ha convertido en un mito del pasado.

Los kibutz prefieren al conservador Kadima. El 31,1% de sus miembros se inclinó por el partido de Tzipi Livni y sólo el 30,6% votó por los laboristas. Peor parada salió la otra formación de izquierdas, Meretz, que tuvo que contentarse con un mero 17,7% de las papeletas. Se trata de un vuelco histórico que puede explicarse por muchos factores pero que está en consonancia con la tendencia del conjunto de la población israelí, que ha preferido votar a la derecha.

En realidad, los kibutz ya no son lo que eran. La mayoría se encuentra en proceso de privatización y luchan por subsistir en el feroz mercado capitalista. Las lealtades tampoco son las de antaño.

Con sus trece escaños, el partido laborista apenas ha conseguido poco más que el 10% de los votos. Y lo más grave es que estos resultados no han desencadenado un debate en el seno de la formación. Casi todos están de acuerdo en que el partido debe permanecer en la oposición, aunque tampoco ésta es la última palabra, pues según como se desarrollen las consultas entrará en la coalición.

A los laboristas se les reprocha que durante la campaña no han lanzado ninguna propuesta propia de un partido de izquierdas. Al contrario, todos sus mensajes han girado en torno a la seguridad, queriendo aprovechar el tirón de su líder, el ministro de Defensa, Ehud Barak, a raíz de la masacre que la operación Plomo Fundido causó en la franja de Gaza. Al final esta estrategia se ha revelado obsoleta.

En realidad, los laboristas no han propuesto ningún programa propio y que se pueda distinguir no ya del de Livni, sino incluso del del ultraderechista Binyamin Netanyahu .

Los líderes del partido no abordaron cuestiones sociales ni por alusión y no hablaron en ningún momento del proceso de paz

Los líderes del partido no abordaron cuestiones sociales ni por alusión y no hablaron en ningún momento del proceso de paz. No es que la ideología se haya visto relegada a un segundo plano, es que no ha existido.

Es cierto que en los comicios ha influido el hecho de que muchos votantes tradicionales de la izquierda tuvieron miedo e hicieron caso a Livni cuando ésta les dijo que el único voto útil era el que le permitiría a ella ganar a Netanyahu. Esto ha resultado ser una trampa porque Livni ha vencido pero no ha podido evitar la irrupción de la derecha y la extrema derecha en su conjunto.

Ni rastro de debate

Los laboristas deben prepararse para una travesía del desierto que puede ser larga. Es necesaria una renovación, tanto en el campo de las ideas como en las personas, y nadie está ni siquiera hablando de ello. Sin un programa propio de la izquierda, no tiene sentido que exista un partido laborista.

Otro lastre es que la formación se ha identificado históricamente con la población asquenazi, los judíos de origen centroeuropeo. Apenas presenta candidatos orientales y esto hace que no esté abierta a los votos de una gran parte de la población. Al estar alienada de ese sector de la sociedad, ha mermado significativamente sus posibilidades.

La dirección actual, sin embargo, no ha planteado ningún debate ni renovación, por lo que corre el peligro de que las cosas continúen igual o empeoren.

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