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El ahorro energético propuesto por Bruselas genera nuevas tensiones entre socios y pone a prueba la unidad europea

España rechaza el plan 'Ahorra gas para un invierno seguro', mientras que Hungría aprobó recientemente un veto a la exportación de gas ruso. La solidaridad que reclama la Comisión Europea para salvar la temporada de frío, en peligro.

20/07/2022 La presidenta de la Comisión Europea (CE), Ursula Von der Leyen, después de la reunión 'Save the gas for a safe winter', a 20 de julio de 2022, en Bruselas.
La presidenta de la Comisión Europea (CE), Ursula Von der Leyen, después de la reunión "Save the gas for a safe winter", a 20 de julio de 2022, en Bruselas. Christophe Licoppe / European Comm / DPA / Europa Press

"Hay algunos Estados miembros más expuestos al gas ruso y por lo tanto son más vulnerables a las disrupciones. La solidaridad energética está en el núcleo de nuestros tratados. Son tiempos desafiantes que nos ponen a prueba. Y tenemos que hacerles frente con unidad, firmeza y solidaridad". Así ha presentado Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, su plan de emergencia energética para salvar el invierno de los cortes de Rusia.

La guerra en Ucrania está afectando y mucho el bolsillo de los ciudadanos. Y ahí salen a flotar los intereses nacionales, a pesar de los intentos del Berlaymont de preservar a toda costa "la unidad, solidaridad y firmeza" en su respuesta a Vladimir Putin y en sus medidas para protegerse de las consecuencias que la guerra está dejando en suelo comunitario.

Pocas horas después de que la propuesta de la Comisión viese la luz, España se ha desmarcado. No la considera ni la "más justa", ni la más "eficaz". "España es un país solidario, pero tenemos que acertar con la mejor forma de ayudar a los países de la UE que dependen del gas ruso. Nuestros industriales y nuestros consumidores no deben sufrir por una seguridad de suministro que han estado pagando durante años", ha asegurado Teresa Ribera, vicepresidenta de Transición Ecológica y Reto Demográfico.

La semana pasada, el gobierno de Víktor Orbán en Hungría aprobó una medida de prohibición de exportaciones de gas para proteger a sus consumidores e industrias. La medida será debatida por los 27 ministros de Energía el próximo martes en un Consejo extraordinario en Bruselas, pero sus opciones de que salga adelante son bastantes escasas y todo hace prever que sufrirá grandes modificaciones. De aprobarse, será más descafeinada.

España no apoya la propuesta de la Comisión Europea por la crisis energética

El escenario que más temen en Bruselas es el corte total de gas por parte de Vladimir Putin. Una opción que es la más temida, pero también la más probable. Este mismo jueves, la empresa estatal Gazprom tomará una decisión sobre reanudar o no el suministro a través del Nord Stream I, el principal gaseoducto que conecta Siberia con Alemania. La compañía interrumpió el tránsito el 11 de julio alegando problemas técnicos. Una justificación que desechan en la capital comunitaria. Los europeos acusan directamente a Putin de utilizar el gas como un "arma" y un "chantaje".

Ahorra gas para salvar el invierno. Así ha bautizado el Ejecutivo comunitario su hoja de ruta para evitar que los próximos meses deparen escasez de electricidad, precios todavía más desorbitados y racionamiento en los hogares. El plan cuenta con dos centros neurálgicos: exhorta a los Estados miembros a que reduzcan su consumo de gas durante los próximos ocho meses en un 15% y les pide que actúen con solidaridad mutua entre los que más gas almacenan y menos dependen del hidrocarburo ruso y los más expuestos.

La escasez de Rusia afecta a los Estados miembros, pero a unos más que a otros. Los precios están disparados porque se fijan en los mercados internacionales dependiendo de la oferta y la demanda. Pero España está mucho mejor preparada para capear el desabastecimiento de lo que lo están otros: tras imponer un tope, los ha contenido mucho más que otros como Alemania; apenas depende del gas procedente de Rusia y cuenta con un alto despliegue de energías renovables.

Berlín busca solidaridad

Uno de los países más expuestos es Alemania. Antes de la invasión rusa a Ucrania, el 55% del gas consumido por el motor económico de la UE procedía de Rusia. La anexión de la península de Crimea en 2014 no solo no hizo a los de Merkel repensar su estrategia, sino que al Nord Stream I le siguió la construcción y finalización de su hermano, el Nord Stream II, que no llegó a ponerse en marcha debido a la guerra. El legado de la ex canciller alemana ha comenzado a ponerse en tela de juicio por la falta de visión estratégica y por entregar la llave energética en bandeja de plata a Moscú.

El propio presidente alemán, Frank.Walter Steinmeir, que fue ministro de Asuntos Exteriores con Merkel, ha llegado a pedir perdón y a expresar su arrepentimiento por apostar su carta ganadora al gas ruso —más barato— y por mantener tibieza en la relación con Putin. En Berlín, desde socialdemócratas hasta democristianos han tenido una relación muy estrecha con Moscú, al que pensaban que podían acercar a Occidente.

La gran incógnita es si finalmente se impondrá el 'sálvese quien pueda'

Los alemanes reconocen que no hizo los deberes y jugó mal sus cartas. Y el precio a pagar puede ser muy alto. Algo que no ocurrió en otros países como España, que sí aplicó la lección. Cerca del 50% de la electricidad que genera nuestro país proviene de fuentes renovables. Además, el país es mucho menos vulnerable a la llave de Putin, se sitúa en torno al 10%.

La postura de volatilidad a la que está expuesta Alemania emana en buena parte de decisiones mal tomadas. La falta de diversificación le empuja a una situación de máxima vulnerabilidad. Y por ello pide solidaridad y comprensión a socios europeos mejor posicionados. La postura contrasta con la ortodoxia que Berlín lideró durante la crisis financiera de 2008, ante la que exigió reformas de austeridad muy punzantes a los países del sur, a los que con frecuencia reprochaba no haber hecho los deberes.

Años después, durante los primeros coletazos de la pandemia, Alemania —y también Francia— impusieron un veto a las exportaciones de mascarillas o material médico de protección ante la escasez de lo que eran por entonces productos casi de lujo. En paralelo, Italia, que fue el primer país europeo en sufrir el embate de la covid-19, acumulaba miles de muertos.

La Unión Europea, que reculó a tiempo las divisiones de los primeros compases de la pandemia, quiere ahora aplicar las lecciones aprendidas. La compra conjunta de vacunas o el Fondo de Recuperación Europeo consumaron una respuesta unida frente al coronavirus. Camino del quinto año de guerra, la solidaridad entre socios europeos vuelve a someterse a examen. La única certeza es que se avecinan meses muy duros y la gran incógnita es si finalmente se impondrá el 'sálvese quien pueda'.

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