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Orbán doblega a la UE y logra reducir el alcance de las sanciones a Rusia

El primer ministro húngaro sale triunfante de la cumbre europea en la que el resto de países han sucumbido a su órdago: excluir los oleoductos de las sanciones al crudo ruso.

El primer ministro húngaro Viktor Orban.
El primer ministro húngaro Viktor Orban. OLIVIER MATTHYS / POOL / EFE

"Bomba atómica desactivada. Las familias húngaras pueden dormir tranquilas esta noche". Así celebraba el equipo de Víktor Orbán el acuerdo europeo sobre las sanciones al petróleo ruso que de facto excluyen a Hungría. El resto de países sucumben a la exigencia del líder magiar, que pedía dejar fuera de las restricciones al crudo que llega a través de los oleoductos. Lo que en la práctica se traduce en que la medida apenas afectará a Budapest, que importa un 85% del crudo ruso a través de este canal.

Los líderes europeos se escudan en que la exención es temporal y en que habrá un embargo total "tan pronto como sea posible", pero no se atreven a ponerle fecha. Los 27 embajadores están llamados a cerrar los últimos flecos el miércoles. El objetivo es reducir el suministro en un 90% ya este mismo año. Una vez entre en vigor, Bloomberg cifra en 10.000 millones de dólares anuales el coste infringido a Rusia.

Así fue cómo durante la primera noche de la cumbre europea de mayo y en el día de su 59º cumpleaños, el líder del ultraconservador Fidesz recibió su primer regalo. Eslovaquia y Chequia, altamente dependientes de la energía rusa y sin salida al mar, también se beneficiarán de esta exención temporal. El enorme oleoducto de la época soviética Druzhba, que paradójicamente significa amistad en ruso, continuará alimentando al Este de Europa sine die.

Bruselas se congratula de este acuerdo. El boicot al crudo ruso es su medida más dura en estos más de tres meses de guerra. No obstante, no es completo porque el veto húngaro lo ha edulcorado. Pero el precio a pagar era demasiado alto para el resto de líderes europeos. Un no acuerdo habría hecho saltar por los aires la unidad mantenida desde el inicio de la contienda. Y el resto de líderes han preferido sacrificar la firmeza a la unidad dulcificando el sexto paquete de sanciones.

El premier magiar se ha regocijado con este triunfo "troleando" a Bruselas. "El padre es un hombre, la madre es una mujer. Y el precio del combustible permanece en 480", ha escrito en un post de Facebook al final de la cumbre celebrada lunes y martes en la capital comunitaria. Sus palabras con tono jocoso hacen una referencia a sus leyes anti-LGTBI y al pulso que mantiene con la Comisión Europea por su defensa a ultranza de los valores de la familia cristiana y tradicional, que en no pocas ocasiones han colapsado con los principios de tolerancia, igualdad y derechos humanos acuñados por la UE.

Este secuestro puede sentar un precedente peligroso en el que países en deriva como Hungría o Polonia utilicen su derecho de voto y veto en el Consejo Europeo para obtener concesiones a nivel interno. Tampoco es algo nuevo. Bulgaria ha vetado o paralizado conclusiones con Macedonia del Norte; Grecia o Chipre con Turquía; y, recientemente, España y Portugal también se plantaron ante sus socios para obtener la excepcionalidad ibérica para reducir los precios de la energía. Los paquetes de sanciones previos fueron aprobados en horas. Este último se ha enquistado durante cerca de un mes, lo que deja entrever que las próximas rondas punitivas serán más complejas de aprobar o mucho más descafeinadas. Y parece que tras la experiencia actual, Bruselas se lo pensará dos veces a la hora de proponer un embargo al gas ruso.

¿Hora de hablar de paz?

Otra de las fracturas que comienza a emerger es cómo abordar la fase post-guerra, de la que nadie sabe con certeza cuándo llegará o en qué formato. Pero en el seno europeo ya se está generando una doble visión de halcones y palomas con Rusia. Países como Polonia o Estonia apuestan por el ala dura. Por arrinconar y humillar a Vladimir Putin.

Mientras que los líderes de Italia, Francia y Alemania, que mantienen un contacto habitual con su homólogo en el Kremlin que irrita a los socios comunitarios del Este y los Bálticos, buscan que Moscú pueda salvar la cara a nivel doméstico con un fin de la contienda equilibrado, que podría llegar en nombre de concesiones territoriales en el sureste ucraniano. Un planteamiento que ha sido muy criticado por el presidente ucraniano Volodimir Zelenski.

El propio Emmanuel Macron, que pidió recientemente no humillar a Rusia, lidera el diálogo con Putin para permitir las exportaciones de cereales y trigo desde Ucrania. El mandatario galo, el alemán Olaf Scholz y el italiano comienzan también a abrir el camino de la necesidad de establecer negociaciones creíbles de paz. El primer ministro transalpino Mario Draghi quería incluir en las conclusiones finales del encuentro una referencia a la paz, pero no ha conseguido el respaldo del resto de líderes. De momento, en la UE se impone la vía del discurso duro.

En la rueda de prensa posterior, el presidente español Pedro Sánchez se ha posicionado del lado del tridente Berlín-Roma-París. "Estamos a favor de que se hable con Putin. Hay que ser contundentes con la respuesta, pero tenemos que contar con una vía diplomática abierta (...) Cuando se produzcan las conversaciones de paz, Europa tiene que estar sentada en la mesa", ha señalado.

Ucrania insiste en que serán los ucranianos los que establezcan las condiciones de un alto al fuego o del fin de la guerra, pero indudablemente lo hará a través de consultar con sus aliados europeos y, especialmente, estadounidenses. El equilibrio en si es Rusia quien no debe perder o si es Ucrania quien debe ganarla genera tensiones en el seno europeo. Aunque hay una cosa que todos tienen clara: la contienda solo terminará a través de negociaciones. Pero los europeos están divididos sobre los términos y el calendario para impulsarlas.

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