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Brexit ¿Por qué la clave del brexit es la frontera con Irlanda?

Fue el principal obstáculo para que su acuerdo con la UE no consiguiera el respaldo del Parlamento y el motivo por el que ahora los diputados le han pedido que vuelva a renegociar con Bruselas. La famosa ‘salvaguarda’ se ha convertido en la pesadilla de Theresa May y la llave para desbloquear el brexit.

Un defensor de la celebración de un nuevo referéndum sobre el brexit se manifiesta en Downing street durante la celebración del Consejo de Ministros en Londres/EFE

Desde que comenzaron las negociaciones entre Reino Unido y la Unión Europea, la frontera entre la República de Irlanda e Irlanda del Norte ha sido un tema clave sobre la mesa. Y a la vista está que dos años y medio después lo sigue siendo. Sólo faltan dos meses para que el calendario llegue a la fecha marcada en rojo y, aunque Reino Unido y la UE ya habían llegado a un acuerdo sobre este asunto, el tema mantiene bloqueado el acuerdo del brexit.

La cuestión es delicada porque si se cumplen los plazos, tras el 29 de marzo la única frontera terrestre que Reino Unido mantendría con la UE serían esos 498 kilómetros y ambas partes querrían que todo se mantuviera como hasta ahora. Pero cualquier asunto relativo a esa línea de separación no implica sólo un tema económico o político; entran en juego cuestiones históricas e incluso sentimentales.

De ahí que tanto para Londres como para Bruselas el objetivo siempre haya sido evitar lo que se ha denominado ‘frontera dura’, que acabaría estableciéndose irremediablemente si Reino Unido abandona la UE sin acuerdo.

¿Qué significa una ‘frontera dura’?

Una ‘frontera dura’ vendría a ser la que había entre los países miembros de la UE antes de que existiera la libre circulación de personas y mercancías o la que sigue habiendo entre países que no tienen ningún acuerdo entre ellos. Es decir, que supondría establecer una serie de controles aduaneros como los antiguos checkpoints.

Ahora mismo no hay nada similar y teniendo en cuenta que el tránsito diario de productos, materiales y ciudadanos entre esta frontera es muy elevado -casi como si se tratara de dos regiones de un mismo país-, esto supondría un problema importe para ambas partes. Sirva como ejemplo que al menos 30.000 personas cruzan cada mañana de un país a otro para trabajar y vuelven a pasar por la tarde de vuelta a casa.

La simbología de los Acuerdos de Viernes Santo

Pero aquí entra también el componente emocional, porque este tipo de controles ya existieron hasta no hace mucho. No olvidemos que esta frontera ha sido escenario de violentos conflictos hasta hace sólo unas décadas y que durante los 30 años que duró la situación, 3.600 personas perdieron la vida.

El asunto es tan delicado que incluso se teme que restableciendo la frontera como entonces se pueda reavivar la violencia. De ahí que ambas partes quieren evitar la vuelta a los checkpoints que fueron desapareciendo progresivamente cuando la firma de los Acuerdos de Viernes Santo en 1998 sentó las bases para la paz en la zona.

De hecho, desde entonces sólo hay un detalle que hace evidente que uno ha cruzado la frontera de un país otro: que las señales de circulación pasan de estar en kilómetros a estar en millas, o viceversa.

¿Qué establece el acuerdo de May al respecto?

Abandonar la Union Europea significa que Reino Unido dice adiós al mercado único y a la unión aduanera. Es lo que Theresa May siempre ha defendido aunque a Reino Unido le pueda suponer infinidad de problemas, incluido el desabastecimiento de algunos productos.

La UE tampoco quiere que Irlanda, uno de sus países miembros sin frontera con ningún otro, quede aislado. Por eso,su objetivo es que, aunque Irlanda del Norte siga siendo parte de Reino Unido, pueda tener un trato distinto al del resto del país. Es decir, que conserve algunas reglas del mercado único -al menos hasta el final del período de transición- y que se respete el espíritu de los Acuerdos de Viernes Santo.

Esto implica que los bienes que llegan a Irlanda del Norte desde el resto del Reino Unido deben verificarse para confirmar que cumplen con los estándares de la UE. Lo que, de alguna manera, acaba estableciendo la frontera no entre la República de Irlanda e Irlanda del Norte sino en medio del Mar del Norte. Es decir, entre la isla de Gran Bretaña y la isla de Irlanda.

Para evitar esta situación nació y se acordó lo que se conoce como ‘la salvaguarda’.

¿Qué es ‘la salvaguarda’?

En ingles no hace falta ser un experto en política para entender qué significa; de hecho, cualquier fan del cricket lo cazaría a la primera porque el término que utilizan los británicos es ‘backstop’, el mismo que da nombre a esa red que se coloca detrás de uno de los jugadores para evitar que la pelota salga fuera. Igual que en el baseball.

El término no podía estar mejor elegido porque la ‘salvaguarda’ es eso precisamente, una medida de protección temporal y de último recurso en el caso de que Reino Unido abandone la UE sin asegurar un acuerdo que afronte este asunto.

La ‘salvaguarda’ implica que, para evitar una ‘frontera dura’ en Irlanda, todo Reino Unido permanezca bajo una union aduanera con la UE hasta que finalmente se alcance un acuerdo entre ambas partes. Así aparece reflejado en el acuerdo que May y la UE sellaron el pasado mes de noviembre. Pero entonces…¿Por qué esto es ahora la clave del debate?

Porque, por supuesto, la idea no gusta ni a los unionistas ni a los conservadores. Sostienen que implica que Bruselas sigue teniendo cierto control sobre Reino Unido y pone en riesgo la soberanía de la isla. Y no está de más recordar que el DUP (el Partido Unionista de Irlanda del Norte) son los socios de gobierno de Theresa May y que el propio Partido Conservador mantiene en su ideología y su propia definición la filosofía unionista.

De ahí que lo que el Parlamento británico pidió el lunes a Theresa May es que vuelva a Bruselas para decirles que no aceptan la ‘salvaguarda” y en su lugar quieren establecer una serie de “acuerdos alternativos” que, manteniendo siempre la idea de evitar una ‘frontera dura’, permitan que Reino Unido disfrute de una política comercial independiente.

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