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China encaja la humillación

La población china no entiende las protestas en el itinerario de la antorcha

ANDREA RODÉS, corresponsal

'Espero poder ver muchas cosas en Londres. He oído que los ingleses respetan las leyes y las normas; que hacen cola para todo. Seguro que Londres es una ciudad con un gran orden público'. Eso dijo hace unas semanas Bai Jian, uno de los jóvenes corredores chinos seleccionados para tomar en Londres el relevo de la antorcha olímpica, cuando fue entrevistado por un historiador de la Universidad Nacional de Australia. Al llegar a la capital inglesa, se llevó una buena sorpresa.

El pasado domingo, Bai paseó la antorcha entre el jaleo y los gritos de manifestantes ingleses, que protestaban por la represión en Tíbet y la violación de derechos humanos en China. Los disturbios fueron aún más graves el lunes, cuando la antorcha desfiló por París y los manifestantes antichinos intentaron apagar la llama con extintores, en señal de protesta. La antorcha tuvo que ser apagada por los organizadores a mitad de recorrido. Las protestas de activistas protibetanos y derechos humanos se repetirán con toda seguridad en San Francisco, donde la antorcha hace hoy su recorrido.

Intromisión de Occidente

La intensidad de los disturbios en París y Londres ha cogido desprevenida a la mayoría de ciudadanos chinos: se sienten ofendidos al ver que Occidente se entromete en asuntos internos de su país, como la independencia de Tíbet o la falta de libertades, que ellos tampoco conocen en profundidad y que no pueden hacer mucho por cambiar, ya que no viven en un Estado democrático.

En general, la población vive con ilusión la oportunidad de poder celebrar unos Juegos Olímpicos en su país y de recibir en su casa a los miles de visitantes extranjeros que viajaran este verano a China.

Las disturbios han roto el sueño de unos Juegos vistos como 'una gran fiesta', como una ocasión para sentir que forman parte del mundo globalizado. Muchos no pueden entender que las protestas de los manifestantes, en Londres o en París, van dirigidas contra el régimen del Partido Comunista -al que deben su desarrollo económico- y no contra el pueblo.

El Gobierno chino procura evitar que su mala imagen pública en el exterior se contagie a nivel nacional. Para ello recurre a los mecanismos de propaganda y censura, que le permiten controlar cómo se difunden los incidentes ocurridos durante el relevo de la antorcha. 'La antorcha olímpica llega triunfante a París', rezaba ayer el titular de portada del diario pequinés Beijing Youth Dail. Debajo iba una imagen a todo color de la antorcha olímpica, pasando bajo el Arco de Triunfo.

Según el periodista del Beijing Youth Daily, la llama fue apagada por motivos de seguridad que no tenían nada que ver con la amenaza de los eternos 'separatistas tibetanos', armados con extintores, como informó 'incorrectamente la prensa occidental'.

'Cuanta mayor presión internacional reciba China, más se consolidará su sistema', opina en su blog el periodista norteamericano John Pomfret, ex corresponsal de The Washington Post en Pekín y autor del libro China Lessons. Diversos analistas coinciden con Pomfret que el Partido Comunista ya ha demostrado en muchas ocasiones que sabe como poner en su favor las amenazas y la presión que recibe de Occidente, haciendo resurgir el nacionalismo.

 




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