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El coronavirus en EEUU La covid-19 obliga a Los Ángeles a atender a sus miles de indigentes

La crisis sanitaria causada por covid-19 ha obligado a la ciudad de las alfombras rojas a reconsiderar su postura sobre un colectivo marginado y olvidado a su suerte: los indigentes

Un indigente de mediana edad comiendo en mitad de una céntrica calle de Los Ángeles. / Aitana Vargas
Un indigente de mediana edad comiendo en mitad de una céntrica calle de Los Ángeles. / Aitana Vargas

Son las doce del mediodía cuando un hombre anglosajón de mediana edad y pelo canoso camina hacia una zona ajardinada en una céntrica calle de Los Ángeles. Ataviado en unos vaqueros sucios y un abrigo grisáceo, en una mano sostiene un bollo mordisqueado mientras, con la otra, trata de agarrar un pedazo de pan de molde escondido entre unas plantas. A su alrededor hay migajas de pan esparcidas por el suelo que logra recoger y comerse una a una. A unos metros de allí, otro indigente descansa en un saco de dormir mientras los transeúntes pasean a su lado.

Se trata de una escena cotidiana que durante años ha retratado la realidad de Los Ángeles, donde unos 59.000 desamparados duermen a la intemperie en aceras, debajo de puentes o en coches reconvertidos en hogares improvisados. Pero escenas como ésta persisten por la ciudad angelina en medio de una pandemia que, en su devastador avance por el mundo, ya ha dejado cientos de muertes en uno de los condados más prósperos de EEUU, según datos del Departamento de Salud Pública de California (CDPH).

En 2019, el número de indigentes aumentó un 16% en la ciudad de Los Ángeles y un 12% en el condado. Ya en aquella época, las cifras alertaban de la magnitud de un problema que había desbordado la capacidad de respuesta de las autoridades y que también comenzaba a enviar ráfagas de jóvenes y ancianos a las calles.

​Entonces, dos eran los principales culpables de aquel marcado ascenso: El estancamiento salarial y la imparable subida del precio de los alquileres, porque Los Ángeles tiene el mercado de la vivienda menos accesible del país y, fruto de esta realidad, estaba comenzando a asfixiar a sectores demográficos que, hasta entonces, habían permanecido ajenos a la crisis económica.

La doctora Ninez Ponce destaca la importancia que tiene el acceso a la salud para todos los que lo necesitan durante la pandemia

​Pero con una pandemia poniendo a prueba todo el aparato estatal y regional para contener una crisis que rebasa todo lo conocido en la historia moderna, los indigentes representan no sólo una amenaza de salud pública para ellos, sino también para los demás. "Para combatir esta pandemia, especialmente desde el punto de vista de la sanidad pública, es importante garantizar el acceso a la salud a todos los que lo necesitan en este tiempo de crisis", asegura la doctora Ninez Ponce, directora del Centro de Investigaciones de Políticas Sanitarias de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA).

Sin embargo, no todos los barrios angelinos ni organizaciones están preparadas para mitigar la amenaza que covid-19 supone para la comunidad desamparada. Y las organizaciones que sí llevan décadas dedicándose a reducir la indigencia, ahora están contra las cuerdas y tratan de realizar una labor titánica para evitar que el número de contagios entre los sin techo —que ya supera la treintena— siga aumentando.

Rosemary Veniegas explica como una recomendación tan básica como lavarse las manos, no pueden llevarla a cabo porque carecen de acceso a agua corriente y jabón

"La Autoridad de Servicios a Desamparados de Los Ángeles (LAHSA), la agencia responsable de atajar esta necesidad, está intentando habilitar 2.000 espacios para los vagabundos de forma inmediata. Esto incluye caravanas y centros recreativos, camiones, parques públicos, otros edificios disponibles y moteles", explica a Público Rosemary Veniegas, gerente del programa de salud de California Community Foundation (CCF), una organización sin fines lucrativos con sede en Los Ángeles. "Los desamparados son tan vulnerables a covid-19 que incluso una recomendación tan básica como lavarse las manos, no pueden llevarla a cabo porque carecen de acceso a agua corriente y jabón", agrega.

Consciente de que la mendicidad es un problema arraigado no solo en Los Ángeles, sino en distintas ciudades californianas, el gobernador del estado, Gavin Newsom, anunció hace unos días una alianza con la cadena hotelera 'Motel 6' para ofrecer alojamiento a más de 5.000 indigentes en distintas zonas del estado, mientras continúa buscando más apoyos.

En breve, el departamento de bomberos de Los Ángeles (LAFD) instalará carpas en el centro de Los Ángeles para realizar exámenes médicos, pruebas de detección y aislar a los sin techo que den positivo por coronavirus. Varios equipos médicos realizarán pruebas a indigentes en varios puntos del condado. 

Además, la CCF ha sellado acuerdos con varias entidades para acomodar y garantizar una plaza de albergue al mayor número posible de vagabundos en Los Ángeles, pero Veniegas reconoce que ni siquiera estas medidas "serán suficientes". Porque alojar a miles de indigentes en una crisis sanitaria que está desgarrando el tejido social y agudizando las brechas económicas —en una potencia mundial como Los Ángeles—, es una situación que está obligando a las autoridades y a las ONGs a improvisar las medidas.

La covid-19 está castigando con fuerza a los afroamericanos, tanto para los que tienen un hogar como para los que carecen de él

De este espinoso camino, no obstante, también se pueden extraer datos reveladores: Antes del azote de la covid-19, un 42% de los indigentes del condado eran afroamericanos, a pesar de que sólo representan el 8% de la población del condado, según LAHSA. Ahora, la covid-19 está castigando con fuerza a este grupo étnico, tanto para los que tienen un hogar como para los que carecen de él. Según los datos más recientes de la CDPH a los que Público ha tenido acceso, las conclusiones son contundentes: "Los afroamericanos o negros representan de manera desproporcionada un número mayor de muertes cuando se compara con la representación poblacional de otros grupos en California".

Con esta realidad como telón de fondo, ahora las miradas se dirigen al céntrico barrio angelino de Skid Row, donde se concentra la mayor densidad de vagabundos del país. Aquí, miles de indigentes, la mayoría afroamericanos, continúan viviendo hacinados en condiciones tercermundistas, compartiendo tiendas de campaña entre mugre, heces y basura, sin ninguna distancia de separación y tratando de entender por qué ahora deben restringir el contacto entre ellos, cuando nunca antes lo han hecho.

En esta zona cero donde las drogas y el alcohol forman parte del diario malvivir de una población que lleva décadas a la deriva, hay varias organizaciones no gubernamentales conocidas como "misiones" que atienden a los indigentes. Estas ONGs reparten alimentos, productos de higiene, ropa e incluso ofrecen alojamiento temporal a los sin techo. Pero covid-19 ha desbordado la capacidad para atenderlos y las misiones están teniendo que reducir el número de camas para garantizar el distanciamiento social que dictó hace varias semanas el alcalde de Los Ángeles, Eric Garcetti.

"Esta crisis de salud pública agrava las preocupaciones que tiene cada individuo para recibir atención sanitaria a un precio económico y accesible por varios motivos, que van desde covid-19 a otras enfermedades", advierte Ponce.

Los Ángeles prevé una nueva oleada de indigentes a causa de la mayor crisis social y económica desde la Gran Depresión

Pero qué hacer con los vagabundos crónicos no es el único reto al que se enfrentan Los Ángeles y el estado dorado. Porque ahora, a raíz de covid-19, se prevé una nueva oleada de indigentes. Y parte de este grupo será la clase trabajadora que ha perdido su fuente de ingresos en esta travesía que ha degenerado en la mayor crisis social y económica desde la Gran Depresión.

“Mientras haya una moratoria que evite los desahucios por parte de los propietarios de viviendas, los inquilinos tendrán una protección temporal”, recalca Veniegas. "Pero además de esta preocupación, hay otras facturas que las familias deben afrontar como comprar alimentos, pagar deudas que ya estaban pendientes, la factura del teléfono o comprar medicamentos. Y muchas familias no pueden asumir estos gastos, los cuales se van acumulando. Y para éstos no hay moratorias".

Lo cuenta a Público el mexicano Luis Valdivia, para quien esta crisis es una especie de deja vú. "Estoy apurado porque no tengo trabajo desde marzo. Todo se cortó y estamos tratando de ver cómo nos organizamos para pagar los dos próximos meses de renta", confiesa el mariachi.

De la noche a la mañana, Valdivia y el grupo de músicos que a diario obtenía trabajos esporádicos en la Plaza Mariachi situada en el barrio angelino de Boyle Heights, han visto cómo su fuente de ingresos se ha calcinado. Saben que no la recuperarán hasta que al menos los restaurantes, bares y salas de conciertos abran de nuevo sus puertas y reanuden la contratación de músicos.

No hace mucho, Valdivia se enfrentó a una orden de desahucio después de que el propietario del edificio de viviendas donde reside aumentara el precio del alquiler de forma abrupta. Las negociaciones se prolongaron durantes meses, pero finalmente alcanzaron un acuerdo "razonable" que hasta ahora, el mexicano había podido capear y cumplir. "Las cosas iban bien y el trabajo llegaba", relata.

Pero con covid-19, el agua le ha sobrepasado el cuello y ruega que le llegue una solución antes de verse en la calle. "Todos los inquilinos estamos pidiendo una tregua. Tenemos dos abogados voluntarios que están ayudándonos y ya hemos enviado una carta al mánager para que nos atrasen los pagos seis o siete meses", asegura el mariachi. "Ya debo tres mil dólares, pero cualquier acuerdo está bien. Estamos contentos con cualquier solución que nos permita quedarnos aquí". 

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