Este artículo se publicó hace 3 años.
"¡Despertad!" Los zapatistas vienen a Europa
Cuando se cumplen 20 años del histórico 'zapatour', una delegación maya surca ya el Atlántico con destino a las costas gallegas para intercambiar sus experiencias con organizaciones sociales de España y una veintena de países europeos.
A finales de febrero de 2001 las montañas chiapanecas se llenaron de niños, ancianos, mujeres y hombres en romería hacia San Cristóbal de las Casas. El Ejército Zapatista de Liberación Nacional, la milicia más singular de la historia, juntaba a su tropa para iniciar la Marcha del Color de la Tierra siete años después de haberse alzado en armas contra el Estado mexicano. La caravana indígena recorrió el sur del país durante dos semanas y trasladó sus reivindicaciones al Congreso. Ahora, 20 años después, los zapatistas han vuelto a salir de gira para llevar su palabra a Europa. A bordo del barco La Montaña surca ya el Atlántico una delegación zapatista que arribará a las costas gallegas a mediados de junio y recorrerá el continente con un lema que invita a reflexionar y a actuar en estos tiempos de incertidumbre: "Despertad!".
Pasan los años y los zapatistas siguen sorprendiendo, tan audaces hoy como hace un cuarto de siglo, cuando se presentaron en sociedad con sus cananas y sus pasamontañas. El subcomandante Marcos cautivó a los intelectuales de izquierda con sus comunicados cargados de lirismo e ironía. Rebautizado como subcomandante Galeano (en homenaje a un compañero caído), sigue practicando hoy esa nueva narrativa revolucionaria que enterró los encorsetados discursos de las guerrillas marxistas latinoamericanas.
Si entonces Marcos hablaba de mandar obedeciendo, hoy el SupGaleano define el viaje a Europa como una travesía que tiene mucho de desafío y nada de reproches. Se aleja así, una vez más, de la retórica de la izquierda oficialista mexicana, encarnada por el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO).
La petición del mandatario para que Felipe VI pida perdón por el agravio de la Conquista ha sido considerada por los zapatistas como una estrategia demagógica: hablar del "pasado lejano" para tratar de justificar los "crímenes actuales". "¿De qué nos va a pedir perdón la España?", se preguntaban al anunciar su viaje: "¿De haber parido a Cervantes?". La lista de escritores y artistas que mencionaban era extensa. De Lorca a León Felipe. De Vázquez Montalbán a Almudena Grandes. De Sabina y Serrat a Víctor Manuel y Aute. De Buñuel a Almodóvar. De Goya a Picasso...
El denominado escuadrón 421 (cuatro mujeres, dos hombres y una persona que no se identifica ni como hombre ni como mujer, "unoa milicianoa", en palabras del SupGaleano) partió de Isla Mujeres, en el Caribe mexicano, el 2 de mayo, un día antes de lo previsto, siguiendo los designios de una leyenda maya. La travesía de los zapatistas será así la ruta de Ixchel, la diosa del amor y la fertilidad: "Del oriente vino la muerte y la esclavitud. Que mañana al oriente naveguen la vida y la libertad en la palabra de mis huesos y sangres".
La denuncia y el recuerdo de la tragedia no han impedido nunca a los zapatistas adornar sus mensajes con un fino sentido del humor. En uno de sus comunicados sobre el viaje a Europa, informan de que el navío va equipado con cuatro cayucos para retornar si no encuentran un buen recibimiento a su llegada al puerto de Vigo.
Nada más desembarcar, desplegarán una gran pancarta con el lema "¡Despertad!". "Esperaremos a ver si alguien lee el mensaje -aseguran- y luego otro tanto a ver si, en efecto, despierta; y otro tanto más a ver si hace algo". Si la respuesta es positiva, proseguirán su ruta por gran parte del territorio español y una veintena de países europeos: "La delegación recibió el mandato de los pueblos zapatistas para llevar lejos nuestro pensamiento, es decir, nuestro corazón. No solo para abrazar a quienes en el continente europeo se rebelan y resisten, también para escuchar y aprender de sus historias".
La marcha de la dignidad indígena
Aquella mañana de febrero de 2001 había un bullicio inusual en La Realidad. En el cuartel general del EZLN, un asentamiento maya ubicado en plena Selva Lacandona, se celebraba una insólita rueda de prensa. Pese a la presencia de hombres armados y encapuchados, el ambiente no era el de una base guerrillera al uso. La revolución olía a tamales y frijoles. Marcos anunciaría allí ante un reducido grupo de periodistas mexicanos y corresponsales extranjeros el itinerario de la Marcha del Color de la Tierra, bautizada por la prensa como el "zapatour". Su recorrido por el sur de México movilizó a miles de personas y acaparó la atención internacional. La voz de Marcos resonaba en los zócalos de las ciudades y pueblos por donde pasaban y sus palabras llenaban las páginas de los diarios de medio mundo: "Somos la dignidad rebelde. Somos el corazón olvidado de la patria. Somos la memoria más primera. Somos la morena sangre que en las montañas ilumina nuestra historia. Somos quienes luchan y viven y mueren. Somos quienes así hablan: Para todos todo, nada para nosotros. Somos los zapatistas, los más pequeños de estas tierras".
La caravana de la "dignidad indígena" llegaba el 11 de marzo a Ciudad de México, donde una multitud colmaba la plaza del Zócalo. Allí, junto al Palacio Nacional, Marcos volvió a reivindicar la aplicación de los Acuerdos de San Andrés firmados entre el gobierno y los zapatistas en 1996 para dotar de mayor autonomía a los pueblos originarios de todo el país. Pese a la ola de entusiasmo que generó aquella marcha, los zapatistas no vieron satisfechas sus demandas. El Congreso mexicano aprobaría una ley descafeinada que no recogía el espíritu de los Acuerdos de San Andrés. Pero los zapatistas no habían fracasado del todo. Su irrupción alumbró un México más democrático y abrió los ojos de miles de personas ante el drama de los pueblos indígenas, relegados al olvido y la marginación.
El neozapatismo lleva más de tres décadas activo en los Altos de Chiapas y la Selva Lacandona. En esas tierras se han establecido una treintena de municipios autónomas y una docena de "caracoles" con sus juntas del buen gobierno, territorios administrados al margen de las instituciones oficiales. Las relaciones de los zapatistas con los gobiernos federales han sido tortuosas desde que se levantaron en armas contra Carlos Salinas de Gortari, quien los combatió a sangre y fuego.
La llegada al poder del izquierdista López Obrador en 2018 no ha provocado de momento un cambio sustancial. AMLO y el EZLN son dos actores políticos contrapuestos desde hace dos décadas. Los zapatistas ven al mandatario como un "capataz" más en el sistema político mexicano pese a su promesa de darle un encaje constitucional a los Acuerdos de San Andrés. El EZLN no lo apoyó en 2006, cuando estuvo a punto de derrotar al conservador Felipe Calderón, y hoy lo critican por los megaproyectos urbanísticos que López Obrador planea para Chiapas, en especial la construcción del denominado Tren Maya.
La visibilidad que consiguió el movimiento zapatista en 1994 y 2001 se ha ido difuminando poco a poco. El propio Marcos se quejaba hace unos años de que los apoyos internacionales iban decayendo a medida que los zapatistas dejaban de estar de moda. El cerco militar impuesto por el Estado, la irrupción de grupos paramilitares, la apatía de una parte de la comunidad indígena y el paso del tiempo no han impedido, sin embargo, que continúen vivas las aspiraciones fundacionales del movimiento por alcanzar el autogobierno pleno de los pueblos originarios.
Como apunta Francis Mestries Benquet, investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana de México, en su artículo El neo-zapatismo; entre identidad ampliada y acción política estratégica", el movimiento zapatista no puede descuidar el compromiso con sus bases sociales en los Altos, la Sierra y la Selva de Chiapas. El EZLN tendría ante sí un doble reto: "La condición de éxito del proyecto nacional de cambio político radical de los zapatistas descansa en gran parte en su capacidad de inventar nuevas formas de convivencia, de ‘gobernanza’ plural y democrática y de alternativas económicas colectivas en sus regiones de implantación; y a su vez la posibilidad de supervivencia de esta ‘comuna utópica’ depende de la capacidad del neo-zapatismo de crear una fuerza política nacional con suficiente poder de presión y de proposición para ir cambiando el régimen político y las estructuras del Estado-nación".
Cuando La Montaña llegue a las costas gallegas a mediados de junio, los zapatistas podrán hablarnos de esos y otros desafíos. La travesía a la inversa que proponen (en contraposición a la de los conquistadores), esa invasión que anuncian, no será otra cosa que un intercambio de "historias mutuas, dolores, rabias, logros y fracasos". La nave zapatista va.
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