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EEUU - Irán Irán, y no el Estado Islámico, está tras la presencia militar de EEUU en Irak

Los incidentes de la última semana indican con claridad que la presencia de las tropas de EEUU en Irak no obedece a la lucha contra el Estado Islámico sino a la hostilidad contra Irán cuyo punto de origen es Israel. Todas las acciones de Donald Trump en Oriente Próximo muestran que el presidente estadounidense persigue las políticas que le dicta su colega Benjamín Netanyahu, sin que Europa mueva un dedo para defender sus intereses.

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Soldado estadounidense en la embajada de Baghdad. / EFE

jerusalén,

Aunque la administración de Washington proclama una y otra vez que la presencia de sus tropas en Irak se justifica por las actividades del Estado Islámico, los acontecimientos de la última semana confirman que la verdadera causa de esa presencia es Irán. Los 5.000 soldados estadounidenses desplegados en ese país forman parte de un plan estratégico más amplio que el relacionado con el moribundo EI y que comprende decenas de bases militares en la región.

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De manera opuesta a los kurdos sirios que fueron capaces de desmantelar las unidades del EI en un abrir y cerrar de ojos, Estados Unidos no parece interesado en rematar a los yihadistas en Irak. Los comparsas de Estados Unidos en esa presunta operación de gran trascendencia son los países europeos que se han prestado a participar como zombis en la farsa, incluidos Alemania, el Reino Unido y Francia, además del medio millar de tropas españolas.

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Aunque el pasado fin de semana, tras el asesinato del general Qassem Soleimani, el parlamento de Bagdad aprobó una moción para expulsar a los estadounidenses, las posibilidades de que EEUU se retire son inexistentes. Por una parte, el gobierno iraquí difícilmente ejecutará esa votación, y por otra parte, EEUU no tiene ningún interés en abandonar Irak; al contrario, en los últimos días ha enviado a la zona a millares de soldados adicionales, no a causa del EI sino a causa de Irán.

Desde la invasión militar del presidente George Bush hijo en 2003, Irak no ha vuelto a levantar cabeza, una circunstancia que ha jugado a favor de Israel en primer y único lugar. De hecho, Irak se ha convertido en un país fallido desde entonces y no se ve ninguna posibilidad de que eso vaya a cambiar a corto o medio plazo.

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El objetivo de Israel es convertir Irán en otro país fallido. Esto, naturalmente, conducirá a una mayor inestabilidad en Oriente Próximo, con llamaradas que quemarán a Occidente, pero será Occidente, y no Israel, quien tendrá que lidiar con una situación que tendrá considerables consecuencias en Europa. Los europeos, sin embargo, o son ingenuos o participan deliberadamente a la hora de extremar el drama iraní.

Desde la invasión militar del presidente George Bush hijo en 2003, Irak no ha vuelto a levantar cabeza

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Esta semana, Steven A. Cook ha escrito en Foreign Policy contra la presencia estadounidense en Irak, al no encontrarle ningún sentido: “Irak es un estado en colapso terminal, y Estados Unidos está allí aislado y es impotente. Por consiguiente, es difícil entender lo que quiere Washington, y lo que los estadounidenses a los que se ha dejado allí vulnerables a los otros Soleimaníes son capaces de conseguir. La dura verdad es que Irak está perdido y que ha llegado el momento de marcharse”.

Pero esto no va ocurrir puesto que los planes de Israel contra Irán están cobrando fuerza una vez que Benjamín Netanyahu ha sido capaz de arrastrar a Donald Trump en esa aventura. Primero sacó a Trump del acuerdo nuclear, y desde entonces Netanyahu no ha descansado ni un instante para arrastrarle a un conflicto armado contra Teherán. Ese es el objetivo prioritario del primer ministro israelí y Trump ha picado el anzuelo.

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Que Trump haya dicho el jueves que quiere negociar con la república islámica “sin precondiciones” forma parte de la farsa en marcha. Si Teherán no lo acepta seguirá sufriendo las duras sanciones económicas, pero si acepta la negociación propuesta, tendrá que negociar en realidad con Netanyahu, y nadie ignora que el objetivo de este es destruir la república islámica, convertirla en un estado fallido o convertirla en un estado títere como Arabia Saudí o Egipto.

A la luz de esto, es obvio que los iraníes se encuentran en una situación perdedora, en la que ocurra lo que ocurra saldrán perdiendo. Y es admirable que Teherán insista en lanzar señales desesperadas a Europa sabiendo, porque Europa lo ha demostrado una y otra vez, que los europeos son incapaces de articular una política independiente en Oriente Próximo, empezando por el conflicto con los palestinos y acabando por el conflicto con Irán. Como por arte de magia, en cada uno de los conflictos de Oriente Próximo aparece Israel como denominador común.

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Varios iraníes queman una bandera de EEUU en una manifestación tras el ataque ataque aéreo en Irak. / EFE

En cuanto a Irak, la derrota del EI en Mosul en 2017 hizo que los funcionarios estadounidenses y muchos analistas, todos ellos fantasiosos, dijeran que el país se hallaba a punto de lograr su estabilidad. Este tipo de comentarios se han publicado en casi todos los medios de comunicación y prueban hasta qué punto existe una desconexión con la realidad del país, y hasta qué punto los mandatarios europeos juegan a creerse ideas imposibles.

A los soldados estadounidenses es posible que los quieran con pasión sus tías en Misisipi, Nevada o Carolina del Norte, pero está claro que no tienen muchos admiradores en Irak. Cada una de sus operaciones fuera de los búnkeres donde se alojan debe prepararse durante mucho tiempo y con todas las precauciones posibles. Son soldados que cuando vuelven a casa a menudo tienen síntomas postraumáticos que les trastornan la vida.

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¿Cuál es la razón que justifica allí su presencia? Desde luego no es el Estado Islámico, sino Irán. Y dando un paso más adelante, son las desmedidas ambiciones de hegemonía absoluta que Netanyahu persigue en Oriente Próximo, y en las que participan tanto Trump como los europeos.

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