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El Ejército israelí deja desolación y muerte tras su retirada de Yenín

Israel ha concluido la mayor operación militar de los últimos 20 años en Cisjordania con un balance de 12 palestinos muertos, más de un centenar de heridos y miles de desplazados.

Una ambulancia se abre paso en Yenín seguida de  fuerzas israelíes
Una ambulancia se abre paso en Yenín seguida de fuerzas israelíes. Ayman Nobani / Europa Press

Parece una ciudad fantasma. Las imágenes de este miércoles en Yenín y su campo de refugiados son de absoluta devastación y desolación. Edificios destruidos, calles abarrotadas de cascotes, infraestructuras destrozadas... No hay luz ni agua en muchos puntos. Es el resultado de la operación militar israelí más cruenta de los últimos 20 años en Cisjordania, que ha concluido este martes por la noche y ha dejado 12 palestinos muertos (cuatro de ellos menores) y más de un centenar de heridos.

Miles de personas se han visto obligadas a abandonar sus casas. Unas 3.000 según la Media Luna Roja. 4.000 según el alcalde de Yenín, Nidal Al-Obeidi. Entre las filas israelíes también ha habido un fallecido y un herido: un soldado, muerto de un tiro durante la retirada, y otro militar, lesionado por una granada israelí. No se descarta que el difunto también fuera víctima de fuego amigo, según medios locales.

Tras dos días de operación militar, los vecinos de Yenín han vuelto este miércoles a sus casas sin saber si estarían aún en pie. Algunas no lo estaban. Otras habían sido utilizadas como puestos de tiro por soldados israelíes, que expulsaron a sus habitantes. Otras han sufrido desperfectos dentro y fuera de la vivienda. Y otras muchas tenían las calles de enfrente levantadas por completo, ya que Israel ha utilizado buldóceres para encontrar explosivos escondidos bajo el pavimento, lo que ha dificultado la labor de las ambulancias.

Yenín estaba "como si hubiera sido golpeado por un terremoto", según el ministro de Obras Públicas palestino

Según el portavoz de la municipalidad de Yenín, 300 casas han quedado completamente destruidas y entre 400 y 500 casas han sufrido daños parciales. El ministro de Obras Públicas palestino, Mohammad Ziara, ha dicho que el campo de refugiados estaba "como si hubiera sido golpeado por un terremoto" y ha señalado que muchas infraestructuras básicas para la vida han quedado destruidas por completo.

Pese a la devastación, las oenegés han seguido trabajando sin descanso sobre el terreno para dar asistencia médica, alimentos y agua a los desplazados. Además de a los miles de palestinos que se han negado a abandonar sus casas, temiendo no poder volver. La labor de las organizaciones locales e internacionales en Yenín no ha estado exenta de dificultades y peligros. Médicos Sin Fronteras ha denunciado que los ataques israelíes han obstaculizado su labor y han afectado estructuras sanitarias. También ha acusado al Ejército israelí de lanzar botes de gas lacrimógeno contra el hospital en el que atendían a los heridos, el Khalil Suleiman. Solamente Médicos Sin Fronteras ha atendido a 129 personas en este centro sanitario, según datos de la misma organización.

La labor de las organizaciones locales e internacionales no ha estado exenta de dificultades y peligros

La doctora mexicana Guadalupe García atiende a Público tras tres días sin parar de trabajar en Yenín. "El primer día estuvimos 22 horas sin descansar, y el martes entre 16 y 20", explica la médico, que reconoce que las 44 horas de incursión, sumadas a las que se necesitaron para seguir atendiendo heridos tras la retirada del Ejército, "se sienten como si hubieran sido varios meses, o incluso años". García, doctora de urgencias con experiencia en Ucrania, Sudán, Yemen e Irak, explica que uno de los momentos más tensos fue cuando el Ejército israelí lanzó gases lacrimógenos dentro de la sala de urgencias, intoxicando a los médicos y obligando a habilitar un lugar alternativo para continuar con la atención médica. "Nos pilló desprevenidos, mientras estábamos trabajando, no nos esperábamos algo así", dice la doctora.

Fuerzas israelíes durante la ocupación de Yenín
Fuerzas israelíes durante la ocupación de Yenín. Ayman Nobani / Europa Press

El Ejército israelí ha negado que haya obstaculizado el trabajo de las ONGs y también ha desmentido que hayan matado a "no combatientes". "Cuando decimos que hacemos todo lo posible para proteger a los civiles y sólo apuntamos a terroristas lo decimos en serio", ha asegurado el Ejército en su cuenta de Twitter. El gobierno israelí y los altos mandos de las fuerzas armadas han valorado positivamente la operación, en la que han detenido e interrogado a más de 300 personas, 30 de las cuales han sido arrestadas. Según datos del Ejército, durante la acción se han localizado y desmantelado seis fábricas de explosivos, con más de 300 artefactos, y se han confiscado decenas de armas. También se han destruido tres salas de mando, usadas por las principales milicias activas en la ciudad: las Brigadas de Yenín, Hamás y la Jihad Islámica Palestina.

Pero sobre todo, lo que más ha destacado el gobierno israelí es el cumplimiento de su objetivo principal: "acabar con el rol de Yenín como ciudad refugio del terrorismo", en palabras del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu. Según el Ejército, sólo en este 2023, unos 50 ataques contra Israel han sido perpetrados por palestinos residentes en el área de Yenín, y al menos 19 presuntos autores de ataques escaparon a la ciudad para buscar refugio de las fuerzas de seguridad.

"No hay santuarios para los terroristas, ni en Gaza, ni en Judea y Samaria [nombres bíblicos de Cisjordania], ni en ninguna parte. Nuestro principio rector es simple: quien asesine israelíes, quien conspire para asesinarnos, estará en la cárcel o en la tumba", ha dicho Netanyahu, que ha avisado que las operaciones a gran escala en Yenín "no son cosa de una sola vez". La operación, de hecho, también buscaba conseguir "libertad de acción" para realizar futuras incursiones, según las mismas fuerzas armadas.

"Mucho miedo por parte de la población, y también entre el personal sanitario"

Pero los esfuerzos de Israel para rebajar la combatividad de Yenín no han surgido efecto. Al menos aparentemente. A las pocas horas de la retirada israelí, cientos de palestinos se han lanzado a las calles para celebrar el fin de la incursión; y este miércoles, miles de árabes han participado en los funerales de los combatientes y civiles muertos durante la operación. Guadalupe García explica que, pese a que detectó "mucho miedo por parte de la población, y también entre el personal sanitario", lo que más vio fue "una gran cohesión y apoyo de la población a su comunidad y a su país". La doctora también describe momentos de solidaridad durante y después de la intervención, cómo personas ofreciéndose a donar sangre o comida, "o un grupo de voluntarios que se ha presentado este miércoles para limpiar el hospital".

Un símbolo de resistencia

Yenín y su campo de refugiados se han convertido en los últimos años en un símbolo y un bastión de la resistencia armada palestina. Aunque en el pasado ya fue una ciudad muy combativa con la ocupación: allí se vivió el episodio más sangriento de la Segunda Intifada, cuando un ataque israelí acabó con la vida de 52 palestinos, y 23 soldados israelíes murieron a lo largo de diez días, en abril del 2002.

Más recientemente, Yenín ha sido uno de los lugares donde los milicianos palestinos han ofrecido mayor oposición a las incursiones israelíes en Cisjordania. Se trata de un territorio en el que la Autoridad Nacional Palestina tiene poco control, y dónde nuevos grupos armados tienen mucha fuerza y apoyo popular.

Es el caso de las Brigadas de Yenín, que como la Guarida del León o la Brigada de Balata, es una milicia sin afiliación política concreta ni más programa que la lucha contra Israel y la defensa de su ciudad ante las incursiones. Estas organizaciones, formadas principalmente por gente joven que apenas vivió la Segunda Intifada –en los años 2000– han liderado la defensa de las ciudades palestinas y han protagonizado algunos de los más notorios ataques contra Israel de los últimos dos años. Su nacimiento surge de dos factores: la impopularidad y debilidad de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y el descrédito de las organizaciones tradicionales como Hamas o Fatah, así como las mismas acciones militares israelíes en territorio ocupado. Este miércoles, de hecho, jóvenes palestinos han atacado con piedras el cuartel policial de la ANP en Yenín, criticado por no haber intervenido durante la incursión israelí.

Nueva espiral de violencia

Las 44 horas de operación militar israelí en Yenín han dejado secuelas. La primera, un atropello intencionado en Tel Aviv el pasado martes, en el que resultaron heridos siete israelíes. El conductor, un palestino de 20 años identificado como Abed al-Wahab Khalaila, embistió a varios transeúntes en la calle Pinchas Rosen. Después salió del vehículo y apuñaló a varios israelíes con "un objeto afilado", antes de ser abatido por un civil que se encontraba en la zona, según indicó la policía. El grupo islamista Hamás celebró el ataque como una "venganza heroica por la operación de Yenín" y, aunque no reivindicó la acción, indicó que Khalaila pertenecía a su movimiento.

El Ejército israelí responsabiliza a Hamas de "todas las actividades que emanan de Gaza"

Este miércoles por la mañana, un grupo palestino no identificado ha lanzado cinco cohetes desde Gaza contra el sur de Israel, que han sido interceptados por la Cúpula de Hierro. No se han producido heridos, aunque una esquirla del propio sistema de defensa aérea israelí ha caído en una casa particular en Sderot, cerca de la frontera con Gaza, dejando pequeños desperfectos. Israel ha respondido bombardeando una fábrica subterránea de armas de Hamás. La represalia israelí no ha dejado víctimas, aunque medios gazatíes han informado que se han producido desperfectos en varias casas. El Ejército israelí ha dicho que responsabiliza a Hamas de "todas las actividades que emanan de Gaza" y ha advertido que el grupo se enfrentarará a "las consecuencias de las violaciones de seguridad contra Israel".

Esta sucesión de incursiones, atentados y bombardeos no es nueva. Hace tan solo dos semanas, el Ejército de Israel lanzó otra ofensiva en Yenín en la que ya utilizó medios aéreos y un considerable despliegue de tropas terrestres. Ese 19 de junio la operación se saldó con siete palestinos muertos y setenta heridos, además de ocho soldados israelíes hospitalizados tras recibir el impacto de un artefacto explosivo contra su vehículo. Al día siguiente, dos árabes atacaron una gasolinera y un restaurante cerca del asentamiento de Eli, en represalia por la incursión. Mataron a cuatro colonos e hirieron a otros cuatro. Y en los días posteriores, cientos de colonos judíos vandalizaron y atacaron varias poblaciones palestinas, incendiando casas y terrenos, hiriendo a decenas de árabes y asesinando a un hombre de 27 años, Omar Quttain.

Al mismo tiempo, esta situación de violencia no es una excepción, ni responde a una escalada puntual surgida de una coyuntura política reciente, si no que lleva repitiéndose desde hace 75 años. Es difícil calcular las cifras de muertos en el conflicto árabe-israelí, ya que habría que incluir a las víctimas previas a la creación del estado de Israel, las bajas israelíes y árabes en las guerras originadas desde 1948, y las víctimas del terrorismo y de la ocupación. Además de las personas que han muerto como consecuencia de las difíciles condiciones de vida y las restricciones impuestas por Israel en Palestina. Sin embargo, las bases de datos más exhaustivas hasta la fecha indican que, desde el año 2000 hasta la actualidad, más de 10.500 palestinos y más de 1.300 israelíes han sido asesinados a manos de uno u otro bando en Israel y los territorios ocupados.

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