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El golpe en Níger pone a Europa contra el espejo de un creciente resentimiento antioccidental en África en favor de Rusia

El Sahel llevaba tiempo siendo una olla a presión que los europeos, absorbidos por sus multicrisis, han mantenido en un segundo plano.

Manifestación en apoyo de los soldados golpistas de Niger y contra contra las sanciones internacionales en la capital Niamey.   REUTERS/Mahamadou Hamidou
Manifestación en apoyo de los soldados golpistas de Niger y contra contra las sanciones internacionales en la capital Niamey. Mahamadou Hamidou / REUTERS

"Abajo Francia". El golpe que varios militares dieron el pasado 26 de julio en Níger ha provocado aireadas protestas frente a la Embajada gala en las que miles de manifestantes portaban banderas en contra del país europeo y en favor de la Rusia de Vladimir Putin.

No ha trascendido ninguna evidencia de que el Kremlin esté detrás de la crisis en el que hasta ahora era el único país del Sahel que proyectaba cierta estabilidad en el polvorín del Sahel. Bruselas mira con mucha preocupación los acontecimientos en su flanco sur, que amenazan con poner a Europa en situación de alerta por las numerosas consecuencias de seguridad, migratorias, económicas y geopolíticas.

La guerra en Ucrania ha provocado que cualquier maniobra en el tablero de ajedrez global se lea en clave geopolítica de dos bloques enfrentados: amigos de Ucrania o simpatizantes de Rusia. En este fuego cruzado, África es el continente que ha mantenido una postura más ambigua y neutral. Los Estados africanos representan casi la mitad de todas las abstenciones en las resoluciones de la Asamblea General de la ONU que condenan a Moscú en el marco de la invasión a su vecino.

Buena parte de ello emana de relaciones históricas. Hasta su desaparición en 1991, la Unión Soviética apoyó a muchos de Estados africanos con armas y entrenamiento militar en su camino hacia la independencia deshaciéndose del yugo de las colonias europeas.

Buena parte de ello emana de relaciones históricas. Hasta su desaparición en 1991, la Unión Soviética apoyó a muchos de Estados africanos con armas y entrenamiento militar en su camino hacia la independencia deshaciéndose del yugo de las colonias europeas. De hecho, el líder sudafricano, Nelson Mandela, permaneció en la lista de terroristas de Estados Unidos hasta 2008.

"La gente tiene memoria y tiene sentimientos. Tenemos que involucrarnos más y demostrar al mundo que estamos defendiendo los valores universales", afirmó Josep Borrell, jefe de la diplomacia europea, en la conferencia de seguridad de Múnich el pasado febrero, en referencia al pasado colonial europeo y apoyo en África y América Latina. El español ha reconocido en varias ocasiones la preocupación europea por la expansión de "la propaganda rusa" en África, lo que, sumado con el resentimiento hacia Occidente, ha allanado al camino para cultivar la expansión de Moscú en países como Mali, del que Francia se vio obligado a retirarse en 2021.

En la coyuntura actual, África, la región más empobrecida del mundo, es la que más está sufriendo el achaque de la escalada récord de los precios de los alimentos y del bloqueo de cereales en Ucrania. Y muchos de sus líderes no terminan de comprar la narrativa europea de que el único responsable es Vladimir Putin, al que en la capital comunitaria acusan de utilizar el hambre como "arma de guerra".

En esta batalla por el relato, Moscú ha tomado la delantera anunciando recientemente que donaría gratis entre 25.000 y 50.000 toneladas de cereales a seis países africanos. La guerra del grano tensó las relaciones entre la Unión Europea y la Unión Africana. Hace un año, antes de que Kiev y Moscú cerrasen el acuerdo del Mar Negro –que está paralizado a día de hoy-, Macky Sall, presidente senegalés y líder de la UA, cerró filas con Rusia y pidió a europeos y estadounidenses que "levantaran las sanciones sobre el trigo y los fertilizantes".

A comienzos de mes, Josep Borrell, Alto Representante de Asuntos Exteriores de la UE, afeó a Sudáfrica, a su paso por el país, que evitase condenase la invasión rusa. En la crisis global anterior, la pandemia del coronavirus, Bruselas despertó el malestar del continente vecino por negarse a liberar las patentes de las vacunas, incluso cuando ya contaba con su población altamente inmunizada.

Wagner extiende sus tentáculos

La nueva junta militar nigerina, que encabeza el general Abdourahamane Tchiani, ya ha pedido ayuda al grupo de mercenarios rusos de Wagner, sancionado por la Unión Europea. La presencia de los paramilitares es cada vez mayor en esta región semidesértica. Tras el golpe militar que se produjo en Mali en 2021, los guerrilleros rusos reemplazaron a las fuerzas de seguridad desplegadas por Francia.

El país galo y Estados Unidos cuentan con miles de soldados y dos bases estacionadas en Níger, que se había erigido como un el socio de confianza de Occidente "por su estabilidad". Europa había establecido ahí su centro neurálgico de la región para controlar a las insurgencias yihadistas. La UE desplegó a finales del año pasado una misión militar en el país. Pero de consumarse el nuevo golpe, Níger podría seguir los pasos de Eritrea o Burkina Faso decantándose por las alianzas con Rusia y distanciándose de los europeos.

Se trata de un escenario enormemente preocupante, especialmente por motivos de seguridad. El cinturón del Sahel se ha convertido en el principal nido terrorista del mundo, desbancando a Oriente Próximo. La mitad de las muertes por terrorismo se producen ya en esta región por la que campan a sus anchas y entre fronteras difusas Al Qaeda, Estado Islámico y sus filiales de Boko Haram o Al Shabab.

Olla a presión

El Sahel llevaba tiempo siendo una olla a presión que los europeos, absorbidos por sus multicrisis, han mantenido en un segundo plano. Es una de las regiones más pobres del mundo y es también la que cuenta con un mayor riesgo yihadista. Es una de las zonas más volátiles del planeta. En los últimos años se ha visto golpeada con dureza por las sequías extremas generadas por la crisis climática, la inflación y las guerras de guerrillas. El de Níger fue el golpe de estado en el continente africano número 31 en los últimos 33 años.

A pesar de ser uno de los grandes productores de uranio del mundo, Níger es también el tercer país más pobre del mundo. "Los franceses han explotado las riquezas de mi país como el uranio, el petróleo o el oro. Los nigerinos no pueden comer tres veces al día por Francia", denuncia uno de los manifestantes en declaraciones a la BBC. Unas palabras que reflejan el aumento del sentimiento creciente de ira y frustración con Francia.

La mitad de las centrales nucleares galas se alimentan del uranio de este país, rico en minerales. Además del factor energético, los europeos temen que la inestabilidad se traduzca en fuertes éxodos de personas desde esta región que representa una de las principales rutas migratorias de tránsito. La UE tenía buenos acuerdos con Barzoum en todos estos campos. En el nuevo escenario, y con un liderazgo pro-ruso, todo ello saltaría por los aires.

Qué hace la UE

El mensaje que sale desde Bruselas y desde las capitales europeas durante los últimos días en uno e inequívoco: la restauración del orden constitucional y la liberación del presidente depuesto. Aunque Mahomed Barzoum está custodiado en su residencia de la capital, no está incomunicado. Y desde Emmanuel Macron hasta Charles Michel tienen contacto telefónico con él. El propio Borrell lo ha asegurado en varias ocasiones: "Ni reconocemos ni reconoceremos" la junta militar.

Por lo pronto, el bloque comunitario ha suspendido todos los acuerdos de cooperación en seguridad con Niamey y ha congelado su ayuda financiera y para el desarrollo, un paso que también ha dado ya el Banco Mundial y que amenaza con poner en aprietos a un país cuyas arcas dependen en un 40% de la ayuda internacional. En paralelo, los países europeos ya iniciaron la semana pasada la evacuación de sus ciudadanos.

Ante la amenaza de una guerra regional, la UE está moviendo sus hilos para encauzar la vía diplomática. La Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDACO) ha convocado una reunión para el jueves. En la cita, Nigeria, Senegal o Costa de Marfil evaluarán el escenario de intervención en Níger, lo que amenazaría con un enfrentamiento directo con Mali, Burkina Faso, cuyas juntas militares han dejado claro que contribuirán a defender al régimen golpista.

En esta coyuntura, los europeos relegan el margen de acción a la CEDACO, con precaución para evitar que cualquier movimiento en falso o declaración pueda ser interpretada como una injerencia neocolonial en un contexto ya muy connotado por el pasado y por la imagen gris de Occidente en muchos países africanos.

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