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La huelga sube al escenario de la ópera

La estrategia de Sarkozy de dividir a los trabajadores en huelga tampoco funciona en la Ópera de París.

ANDRÉS PÉREZ

Lejos del universo de raíles de los ferroviarios, a dos pasos del Elíseo, tras las cúpulas doradas, las columnas románticas y las cortinas de terciopelo de rojo intenso de la Opera del Palais Garnier de París, se dirime una de las batallas más duras de la huelga que sacude Francia.

Casi 1.600 artistas y técnicos han paralizado este templo del arte lírico y también el de la Opera Bastilla desde la primera huelga contra el recorte de los regímenes especiales de jubilación, el 18 de octubre pasado. Como los ferroviarios, artistas y técnicos luchan para conservar sus propios regímenes especiales de jubilación.

El Ejecutivo, a quien de pronto le duele el silencio en las salas del arte lírico, está intentando dividir al personal de la ópera: satisface las reivindicaciones de los artistas, mientras se muestra inflexible con técnicos y taquilleras. ¿Divide y vencerás?

No es seguro que lo logre: Los espectáculos siguen suspendidos hoy viernes.

Al menos quince representaciones como Cascanueces y Tosca, que debían ser estreno mundial y orgullo de esta capital, han sido anuladas a causa de la huelga en la Ópera Nacional de París, organismo público que administra la romántica sala del Palais Garnier y la ultramoderna de Bastilla.

Silencio en la sala

En lugar de antesalas repletas de público ansioso, una extraña quietud reina en el laberinto del Palais Garnier.

En lugar de las filas de espera repletas y ruidosas, el eco de los pasos de alguna bailarina que entra o sale de un ensayo huérfano de espectáculo. En lugar de una escena repleta de solistas y coristas, respaldados por tramoya en plena acción, técnicos que hacen acto de presencia y se toman con calma decorados y máquinas que de todas maneras no brillarán.

'En nuestro universo de trabajo, con bailarines, cantantes solistas, coristas, músicos, atrezzo, costureras, maquilladoras y paro de contar, cada cual con su individualidad y su ego, es más difícil que en otras partes mantener la solidaridad y la huelga'.

Instalado en el bar L'Entre-Acte, el delegado sindical de la central social-cristiana CFTC en la Ópera Nacional de París, Jacques Giovannangeli, reflexiona unos instantes antes de añadir: 'Pero de momento, lo estamos consiguiendo'.

Con su colega Frédéric Hebras, de la central más radical CGT, Giovannangeli está logrando en la ópera un pequeño milagro. La coordinación intersindical hace que la huelga continúe gracias al apoyo de los técnicos de decorados, pintura, sonido, iluminación y vestidos, sin que por ello salga dañado el ego de las bailarinas, solistas, coristas y músicos.

El Gobierno ha accedido a buena parte de las reivindicaciones de los artistas. Por ejemplo, los casi 125 bailarinas y bailarines fijos de la ópera tienen ahora garantizado que nadie les privará de la posibilidad de jubilarse a los 42 años.

Por el contrario, a los técnicos en iluminación y decorados, que hoy tienen derecho a jubilarse a partir de los 55 años, el Gobierno quiere imponerles la sacrosanta regla de cumplir 40 años de cotizaciones antes de poder echar un respiro.

'40 años como fijo en la Ópera Nacional es bastante ilusorio. Son oficios a los que se llega después de muchos estudios y, además, de personas que a menudo han tenido una vida de saltimbanqui, vida que es precisamente la que les cualifica después para hacer su trabajo aquí', explican los dos sindicalistas.

La falacia

Para ellos, la 'equidad' que el Gobierno dice querer imponer es una falacia. 'Equidad es lo que tenemos ahora: un único fondo de pensiones, la mutua pública ACROP, a la que todos cotizamos para que los bailarines puedan jubilarse a los 42 años, los técnicos a los 55, los administrativos a los 60 y el atrezzo también a los 60', señala Hebras.

El sindicalista cristiano acelera: 'Lo que Sarkozy llama equidad no es tal. Es un intento de uniformizar rebajando los derechos de todos. Salvando las distancias, Sarkozy es como el estalinismo, para quien la igualdad no era más que la uniformidad'.Su colega de la CGT se queda patidifuso.

Hablando de Stalin, la dirección de la ópera recibió ayer la consigna de impedir la entrada de este corresponsal, que fue bloqueado por un guardia del Palais Garnier, por razones que no han sido explicadas.

Tras dejar a los sindicalistas en el bar camino de una asamblea en Bastilla, Público se coló en el Palais Garnier y fue a los talleres, al escenario, a la tramoya, a las salas de máquinas y hasta a los salones reservados y los vestuarios para hablar con todos, huelguistas y no huelguistas.

Una bailarina, tutú al hombro, se declara satisfecha con las concesiones del Gobierno a su profesión pero 'comprende que los técnicos sigan la huelga'. Añade: 'No me opondrán a ellos'.

Otras dos bailarinas con tutú ensayan con un maestro que ni se molesta en quitarse los tejanos. Interrogados sobre la huelga, ninguno de los tres hace ni caso a este corresponsal. Siguen con sus circunvoluciones, que no molestan para nada a un grupo de técnicos huelguistas.

El maestro de un joven pianista becario, que pasa una audición ante los expertos, teme 'que el contexto de crisis le ponga nervioso y le perjudique', pero no por ello está dispuesto a desencadenar la Tercera Guerra Mundial.

Emoción y nervios, pero también normalidad y buenas maneras. Típico de los conflictos sociales en este país. No hay ruptura. ¿Por eso querían impedir la entrada de la prensa?

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