Este artículo se publicó hace 3 años.
Israel despide a Netanyahu con un gobierno de incierta duración
La investidura de Naftalí Bennett como primer ministro abre una etapa de gran incertidumbre en Israel, con un país cada día más dividido y polarizado. Bennett va a contar con una oposición muy dura de Benjamín Netanyahu, quien, a pesar de su procesamiento por corrupción, cree que pronto volverá a ocupar el cargo que acaba de perder.
Eugenio García Gascón
Israel estrena un gobierno de coalición integrado por ocho partidos muy dispares que aplicarán un programa de naturaleza más bien técnica, intentando eludir los grandes problemas políticos de un país dividido por el nacionalismo y el religionismo, dos inmensos elefantes encerrados en una habitación que siguen creciendo y que los dirigentes prefieren ignorar.
El nuevo primer ministro Naftalí Bennett, de 49 años, debería adoptar decisiones con respecto a los palestinos, pero su duro perfil no augura nada bueno a corto y medio plazo. Durante toda su carrera ha defendido la expansión colonial judía en los territorios ocupados y nada indica que esa orientación vaya a cambiar de la noche a la mañana, máxime si se tiene en cuenta que una amplia mayoría en la Kneset está en contra del proceso de paz.
Bennett fue investido en la noche del domingo por 60 de los 120 diputados de la Kneset, con 59 votos en contra. La abstención correspondió a uno de los cuatro diputados del partido islamista de Mansour Abbas, lo que no es una buena señal.
El nuevo gobierno tendrá que pelear cada votación, especialmente después de que otro diputado díscolo del partido de Avigdor Lieberman dijera que a partir de hoy votará según su conciencia, sin disciplina de partido, porque no lo han hecho ministro.
En las próximas semanas, el primer gran desafío del gobierno será la aprobación de los presupuestos. Israel está sin presupuestos desde hace más de dos años debido a que Benjamin Netanyahu no ha tenido interés en presentarlos ante la Kneset durante estos dos años en los que se han celebrado elecciones continuamente.
El mismo domingo por la noche, solo unos instantes después de que el parlamento lo invistiera, el presidente Joe Biden felicitó a Bennett y dos horas después los dos mantuvieron su primera conversación telefónica. Hay que recordar que cuando entró en la Casa Blanca en enero, Biden tardó muchas semanas en llamar a Netanyahu.
Es una señal de que Washington se siente aliviado con la marcha de Netanyahu, aunque nada indica que los americanos vayan a presionar a Bennett para lograr un acuerdo de paz con los palestinos. Es más, hace algunos años, Bennett declaró que si fuera soldado y el gobierno le ordenara evacuar a colonos judíos, él desobedecería la orden.
En su discurso ante la Kneset, Netanyahu tuvo veladas palabras para Biden, pero también vaticinó abiertamente que Bennett no aguantará la presión de Biden. Esta es una cuestión central puesto que la resolución del conflicto con los palestinos, que envenena la región y más allá de la región, solamente podría alcanzarse con una presión muy fuerte y coordinada de Estados Unidos y Europa.
Con un tono muy agresivo, Netanyahu agregó que espera volver al cargo muy pronto dado que no cree que la dispar coalición sea capaz de resistir mucho tiempo. "Volveremos pronto", confirmó desde el podio en inglés, es decir no solo para que lo entendieran sus conciudadanos sino también para que lo entendieran fuera de Israel, con Biden a la cabeza.
Bennett se ha convertido en el primer ministro con menos apoyo en la historia de Israel, solo seis diputados. Y lo que es peor, algunos sondeos de los últimos días revelan que si hoy se celebraran elecciones su partido no obtendría ningún escaño. Por lo tanto, empieza el periplo con el nivel de popularidad más bajo posible.
Su discurso de investidura, en particular la primera parte, fue saludado con el rostro más hostil de los seguidores de Netanyahu, que durante la bronca sesión gritaron al nuevo primer ministro sin descanso "ladrón", "mentiroso" y "fraude", además de acusarlo de presidir un "gobierno ilegítimo" al que esos diputados, y una buena parte de la sociedad, considera "traidor" antes incluso de iniciar sus funciones.
El programa de gobierno fue pactado por Yair Lapid, quien en agosto de 2013 se convertirá en primer ministro si el plan funciona, con cada uno de los ocho partidos de la coalición, pero nadie duda de que el programa es orientativo y no se cumplirá en su totalidad. Además, la última palabra sobre la aplicación de cada uno de los puntos del programa depende del tándem Bennett-Lapid.
Netanyahu esperará a que el nuevo gobierno cometa errores y a que las desavenencias salgan a la superficie, lo que él cree que se notará desde el primer día. A sus 71 años, y después de 15 años como primer ministro, Netanyahu no arroja la toalla sino que se ha propuesto actuar como jefe de la oposición utilizando todos los medios a su disposición, algo que sin duda complicará aún más la tarea de Bennett, hasta el punto de que un analista israelí no sabía decir quién será el líder de la oposición, si Netanyahu o el propio Bennett.
La nota de color es la presencia del partido islamista de Mansour Abbas, la primera vez que un partido árabe apoya a una coalición judía en Israel. Bennett ha prometido realizar algunas reformas en relación con la comunidad árabe, si bien es incierto hasta dónde está dispuesto a llegar con esa comunidad que históricamente ha sido marginada por los judíos.
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